La crianza de los hijos es una responsabilidad sagrada y desafiante. Como padres cristianos, deseamos criar a nuestros hijos de acuerdo con los principios y enseñanzas de la Biblia. Sin embargo, a veces podemos caer en errores antibíblicos sin siquiera darnos cuenta. En este artículo, exploraremos algunos de estos errores comunes en la crianza y cómo podemos corregir nuestra perspectiva a la luz de la Palabra de Dios. Descubriremos la importancia de tener una comprensión bíblica de la naturaleza humana, la necesidad de enseñar el evangelio de manera intencional, el papel de la oración en la crianza, la importancia de vivir un ejemplo coherente y la relevancia continua de la obediencia a Dios en todas las eras.

Creer que tus hijos son buenos

Como padres, es fácil caer en la creencia de que nuestros hijos son inherentemente buenos o inocentes por naturaleza. Sin embargo, la Biblia nos enseña que todos nacemos con una naturaleza pecaminosa, que comienza a evidenciarse de manera temprana (Gn 8:21; Ro 3:23). Reconocer esta verdad es esencial para una crianza bíblica. En lugar de idealizar a nuestros hijos, debemos ayudarles a comprender su necesidad de redención y el perdón que se encuentra en Jesús. Al corregir este error, podremos guiarlos hacia el evangelio, hacia la gracia divina, y a crecer en dependencia de Dios. De esta manera, en la crianza de nuestros hijos, evitaremos perder de vista su necesidad más profunda: salvación. Si partiéramos de la base de que nuestros hijos son buenos e inocentes, no estaríamos preocupados por su salvación, sino que postergaríamos su exposición al evangelio. Lamentablemente, reaccionaríamos de manera tardía, luego de haber desaprovechado el tiempo, y quizás con consecuencias que podrían haber sido evitadas.

Creer que conocen el evangelio porque van a la iglesia

Es un error común asumir que nuestros hijos comprenden el evangelio simplemente porque asisten a la iglesia regularmente. Si bien es importante exponer a nuestros hijos a la enseñanza en el ámbito de la congregación local, no debemos dar por sentado que han sido alcanzados por el evangelio, ni que han experimentado una verdadera conversión. La crianza bíblica implica una instrucción intencional y continua en el evangelio, ayudándoles a comprender su necesidad personal de salvación y animándoles a entregarse a Jesús como su Señor y Salvador. Desde los comienzos, Dios hace responsables a los padres de la vida espiritual de los hijos (Dt 6:6–7), ordenándoles compartir con ellos la Palabra de Dios, de manera intencional, regular, espontánea y natural. Es sumamente importante comprender que nuestros hijos no son misioneros (al menos no por ahora), sino que ellos son el primer campo misionero al que deberíamos priorizar. Debemos responder a la Gran Comisión (Mt 28:18–20) aun en nuestra familia, comenzando por los más cercano a nosotros (Hch 1:8). No es sabio delegar esta honrosa responsabilidad a otros, ni siquiera a la iglesia, sino, obedecerla, exponiendo a nuestros hijos al evangelio en nuestros hogares.

Creer que orar es suficiente

Si bien la oración es fundamental en la crianza de los hijos, no debemos limitarnos solo a ella. Es un error creer que solo orar por nuestros hijos es suficiente sin tomar medidas prácticas para enseñarles y guiarles en el camino de la fe. La oración debe ser complementada con la enseñanza de la Palabra de Dios, el modelado de una vida de fe y la instrucción activa en los principios bíblicos. Dios, a través del apóstol Pablo, nos indica lo que debemos hacer con nuestros hijos: “criarlos en la disciplina e instrucción del Señor” (Ef 6:4), y esto nunca será reemplazado por la oración, sino que la oración será una herramienta perfecta para acompañar a la enseñanza y al ejemplo brindado. Así, al unir la oración ferviente con una crianza guiada por principios bíblicos, estaremos construyendo cimientos sólidos para la vida espiritual de nuestros hijos.

Creer que solo hay que predicar con el ejemplo

Aunque es cierto que predicar con el ejemplo es importante (es tan importante que es parte del oficio pastoral – 1 P 5:3), no podemos depender únicamente de ello en la crianza de nuestros hijos. Al igual que la oración, el ejemplo es un complemento a la enseñanza bíblica. Es un error creer que solo vivir una vida coherente y piadosa será suficiente para que nuestros hijos crezcan en la fe. Además de vivir de manera ejemplar, debemos ser intencionales en la enseñanza de la Palabra, la corrección amorosa y la guía en los caminos de Dios. La instrucción bíblica directa es esencial para que nuestros hijos comprendan y apliquen los principios cristianos en sus vidas. Ofrecemos nuestras vidas solamente como una ilustración y ejemplo de lo que Dios hace en los suyos, pero brindamos enseñanza bíblica porque ella es la que trae la fe y la transformación de los corazones (Ro 10:17; 12:2). Enseñarles la Palabra les permitirá desarrollar un fundamento sólido en la fe que puedan llevar consigo a medida que enfrentan los desafíos de la vida. Por supuesto, la ausencia de una vida coherente con el evangelio, al igual que la falta de oración, pueden tener consecuencias negativas en nuestros hijos, sin embargo, el buen ejemplo y la oración nunca sustituirán a la enseñanza bíblica.

Creer que obedecer a Dios es opcional o es cuestionable, según la cultura

En una cultura que valora la autonomía y la relatividad moral, es fácil caer en el error de creer que la obediencia a Dios es opcional o depende de la época en la que vivimos. Sin embargo, la Palabra de Dios es atemporal y sus mandamientos son eternos. En la crianza bíblica, es crucial enseñar a nuestros hijos la importancia de la obediencia a Dios, independientemente de las normas culturales o sociales. Debemos guiarles en la comprensión de que la obediencia a Dios trae bendición, protección y un mayor crecimiento en la relación con Él. Por ejemplo, uno de los elementos bíblicos de la paternidad es la disciplina (Pr 13:24; 23:13–14, He 12:7–11). Si, por alguna idea o filosofía nacida de nuestro corazón o del mundo evitamos la disciplina a nuestros hijos, estaremos diciéndole a Dios que nuestras ideas sobre paternidad son mejores que las suyas, y que tiene mucho que aprender al respecto. Por supuesto, hay mucha soberbia en este pensamiento, y sería extraño que lo expresáramos así, pero nuestro comportamiento, indirectamente, estaría diciendo eso cuando elegimos nuestras maneras de crianza descartando la de Dios. Siempre, lo correcto será corregir nuestra paternidad a la luz de la Biblia, y comprender cuánto de esto está relacionado a la guerra espiritual (2 Co 10:3–5).

Conclusión

En resumen, la crianza de los hijos es una tarea sagrada y desafiante para los padres cristianos, quienes deben desear guiar a sus hijos de acuerdo con los principios bíblicos. Hemos explorado solamente cinco errores comunes en la crianza, pero hay más, y debemos saber cómo corregirlos mediante una perspectiva arraigada en la Palabra de Dios. Es necesario tener en cuenta la importancia de reconocer la naturaleza pecaminosa de los hijos y su necesidad de redención en Cristo, así como la necesidad de instruir activamente en el evangelio y no asumir que la iglesia por sí sola es suficiente para guiarlos espiritualmente. Además, aunque la oración es crucial, debe complementarse con una enseñanza bíblica sólida y un ejemplo vívido. Asimismo, el ejemplo y la oración son importantes, pero no debe reemplazar la enseñanza directa e intencional. Finalmente, es necesario comprender que la obediencia a Dios no es negociable, independientemente de las normas culturales. Recordemos siempre que criar a nuestros hijos en la fe es un privilegio y una responsabilidad que debe basarse en la sabiduría y la guía de la Palabra de Dios, para que ellos puedan crecer en una relación profunda con Él y enfrentar los desafíos de su corazón y del mundo con una base sólida y arraigada en la verdad eterna. Sembremos correctamente en la vida de nuestros hijos, con confianza en Dios. ¡Él es un padre amoroso!

“… el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, pues a su tiempo, si no nos cansamos, segaremos…”

Gálatas 6:8–9

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