Tarasi, un anciano de una tribu africana en el Congo Belga, a menudo trepaba el árbol más alto en el bosque oscuro y miraba arriba en el cielo. Según su propio testimonio él gritaba, “Dios, ¿estás allí? ¿Hablarías conmigo?” Pero, tristemente, así como Tarsai lo relató al misionero visitante, “Nunca le oí contestarme, ni una sola palabra”.[1]

Como Tarasi, muchos desean ver, entender y tener una experiencia con Dios. Aunque no trepemos un árbol o levantemos nuestra voz al cielo, hay un deseo innato en el corazón de cada ser humano de conocer a Dios. Sin embargo, como Tarasi, a menudo buscamos a Dios en el lugar equivocado o de la manera equivocada.

Autorrevelación

La Escritura declara que Dios es infinitamente exaltado sobre toda creación. Es trascendente, lo que significa que él es distinto del universo y que gobierna sobre él desde lo alto. Isaías habla de Dios como uno “sentado sobre un trono alto y sublime” (Is. 6:1) y dice que sus caminos son “más altos que vuestros caminos” (Is. 55:9). Pablo declaró en Hechos 17:24 que Dios “es Señor del cielo y de la tierra” y “no mora en templos hechos por manos de hombres”.

A través de la historia de la iglesia, Dios frecuentemente ha sido descrito como “incomprensible”. Es decir, que nosotros, por nuestra cuenta, sin la intervención divina, no podemos conocerle ni entenderle. Martín Lutero en repetidas veces se refirió a Dios como Deus Absconditus (el Dios escondido) y Juan Calvino escribe que “su esencia es incomprensible”.[2]

La tendencia humana es concebir a Dios en relación con seres creados (se parece a nosotros – Éx. 20:4; Hch. 17:29; Ro. 1:23) o comprender a Dios a través del lente de la fragilidad humana (él piensa, siente y actúa como nosotros – Is. 55:8, 9)[3]; sin embargo, Dios solo puede ser conocido a través de su revelación hacia nosotros. Dios, de su propia voluntad y como evidencia de su misericordia y gracia, eligió revelarse a nosotros a través de la creación, de su Palabra y finalmente de su Hijo, Jesucristo. Aquí tenemos una verdad emocionante: ¡Podemos conocer a Dios!

Revelación General

El salmista declara en el salmo 19, “Los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos. Un día transmite el mensaje al otro día, y una noche a la otra noche revela sabiduría”. El tiempo y modo gramatical de los cuatro verbos hebreos en estos versículos, denotan un flujo continuo de información. Así como el potente río Amazonas provee una corriente abundante y constante de agua a la cuenca del Amazonas, la información acerca de Dios en los cielos y sobre la tierra está fácilmente disponible a la humanidad. A eso se le llama revelación general. La revelación general es “aquella divulgación/revelación divina a todas las personas en todo tiempo y todo lugar por la que una persona llega a conocer que Dios existe, y cómo es él”.[4] Las maravillas visuales de la tierra, las complejidades del cuerpo y alma humanos, el providencial funcionamiento interno de Dios a través de la historia y la gloria de las estrellas — todas estas cosas claramente revelan atributos específicos de Dios. Así que, Pablo escribe, “Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad” (Ro. 1:20). Mientras el hombre contempla esos atributos, como el salmista, su corazón debería exclamar, “cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido… ¡Oh Señor, Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra” (Sal. 8:3, 9). Pero tristemente, esa no es la respuesta del hombre a la revelación general. Al contrario, como resultado de la Caída, los hombres “con injusticia restringen la verdad” (Ro. 1:18), “cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Ro. 1:25) y “no tuvieron a bien reconocer a Dios” (Ro. 1:28).

Revelación especial

Mientras que Dios no tenía la obligación de proveer más revelación a la humanidad, en su gracia y misericordia lo hizo. La revelación especial, también conocida como “revelación redentora”, se refiere a la comunicación de Dios con los hombres a modo de revelar claramente sus expectativas, sus juicios y los pormenores de la redención. En la era del Antiguo Testamento, Dios habló mediante los profetas. Hombres tales como Moisés, Elías, Isaías y Jeremías fueron portavoces divinos. Fielmente les comunicaron a otros el mensaje que Dios les había dado a ellos. Su mensaje era “así ha dicho el Señor ” (una frase, o algo similar, que ocurre más de 400 veces en el Antiguo Testamento). En el cumplimiento de los tiempos, Dios envió a Cristo como el profeta preeminente. Rolland McCune escribe en su Teología Sistemática, “Él era la consumación de las profecías del Antiguo Testamento (dadas por el Espíritu Santo) y era ‘el profeta’ (Jn. 1:21), aquel como Moisés (Dt. 18:18-19)”.[5] Me fascina cómo el escritor de Hebreos describe el ministerio de Cristo. “Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo” (He. 1:1). Dios reservó lo mejor para el final. Cristo, “el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza” (He. 1:3) revela perfectamente al Padre. Así como el apóstol Juan escribe, “Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18). La palabra “conocer” en el griego es exegesato (ἐξηγήσατο) que significa “explicar, interpretar o describir”.[6] En otras palabras, Cristo interpreta a Dios para nosotros. Explica, ilustra, describe y nos ayuda a entender mejor quién es Dios. Cristo mismo lo expresó de esta manera: “¿Tanto tiempo he estado con vosotros, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (14:8, 9; ver también 12:45).

Pero la autorrevelación de Dios a través de Cristo y los profetas no se limita a los destinatarios originales; Dios les inspiró para que registraran su mensaje para las generaciones futuras. Pablo escribe en 2 Timoteo 3:16, “toda Escritura es inspirada por Dios”. En otras palabras, Dios supervisó tanto la recepción como la escritura de su revelación de modo que se asegurara su inerrancia, autoridad y relevancia para todas las generaciones.

La naturaleza de Dios

Así que, ¿cómo es Dios? ¿Cómo podemos entenderlo, describirlo y relacionarnos con él? Ciertamente, una relación personal con Dios depende de una comprensión correcta de su persona y su naturaleza. Si las relaciones con amigos y la familia se profundizan mediante conversaciones y compromisos íntimos y personales, asimismo nuestra relación con Dios se refuerza conociendo más acerca de él.

Como se mencionó arriba, tanto la naturaleza como las Escrituras proveen evidencia clara y suficiente de la existencia de Dios. En las Escrituras, Dios se revela como unidad en trinidad; es decir, tres personas en un solo Dios. Adoramos a Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Cada uno comparte la misma esencia, las mismas cualidades eternas de la Deidad.

Atributos

Esencial para toda la revelación de Dios es una descripción de su esencia. La palabra “atributos” es el término que se usa con más frecuencia para describir las características que definen a Dios. Berkhof define atributos como “las cualidades esenciales de Dios inherentes a la esencia de su Ser que coexisten con él. Estas cualidades no sufrirían  alteración sin que también la sufriera el Ser de Dios”.[7] Varios conceptos son importantes para entender correctamente los atributos de Dios.

1. Los atributos de Dios se revelan a través de sus nombres, sus acciones y sus palabras. El nombre Yahweh comunica la autoexistencia de Dios, la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto revela su amor y omnipotencia, y los mandatos de Dios dentro de la ley dan evidencia de su rectitud y justicia.

2. Los atributos de Dios no existen como entidades separadas. No hay omnisciencia ni omnipotencia aparte de Dios. Estas características se conocen solamente como expresiones de la esencia divina.

3. Los atributos de Dios no se pueden combinar como si no hubiera distinciones. Los atributos distintos de Dios se complementan  y suplementan el uno al otro. Juntos revelan la profundidad de su persona.

4. Los atributos de Dios no están en oposición el uno al otro. Dios es un Ser complejo. Su amor no ensombrece su justicia ni hay conflicto entre su simplicidad y su infinidad.

División de los atributos

Una manera de comunicar más claramente los atributos de Dios es organizándolos de tal forma que sean entendibles para nosotros. A través de la historia de la Iglesia, varias categorizaciones han sido utilizadas. Estas clasificaciones no son perfectas;[8] sin embargo, son útiles. La clasificación que se usa más a menudo divide los atributos en dos categorías: atributos incomunicables y atributos comunicables.

La categorización de atributos incomunicables “enfatiza el Ser absoluto de Dios”.[9] El término se refiere a aquellas características que Dios no comparte con su creación. Estas son cualidades distintivas a la deidad. Ejemplos de atributos incomunicables serían:

  • Autoexistencia — Dios es independiente en lo que se refiere a su ser, nosotros no lo somos.
  • Omnipresencia — Dios está presente en todo lugar todo el tiempo, nosotros estamos limitados geográficamente.
  • Eternidad  — Dios siempre ha existido, nosotros no.

La categorización de atributos comunicables identifica las características que Dios comparte con su creación. Ejemplos de dichos atributos serían:

  • Espiritualidad. Dios es espíritu, no tiene tamaño ni dimensión, no es un ser material. Es comunicable porque Dios ha dotado de espíritu al ser humano.
  • Omnisciencia — Dios conoce todas las cosas que existen y todas las cosas posibles. Es comunicable porque Dios ha dotado al hombre de la capacidad de conocer, aunque de manera limitada.
  • Amor. Dios se da a sí mismo desprendidamente para beneficio de otros. Es comunicable porque se pide de nosotros que amemos a Dios y a nuestro prójimo en la forma en que Dios les ama.[10]

Serie “Conoce a tu Dios”

“Conocer y amar a Dios es lo máximo, sin excepción”.[11]¿Sientes tú lo mismo? El profeta Jeremías escribió, “el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el Señor” (Jer. 9:24). Isaías retó a Israel a “[buscar] al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cerca” (Is. 55:6) y Cristo en su oración sumo sacerdotal de Juan 17:3 dijo, “esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.

Ese es el propósito de la serie Conoce a tu Dios. Esta cita de Charles Spurgeon lo explica muy bien:

La contemplación de Cristo proporciona un bálsamo para toda herida; la meditación sobre el Padre proporciona descanso de toda aflicción; y en la influencia del Espíritu Santo hay bálsamo para todo mal ¿Quieres librarte de tu dolor? ¿Quieres ahogar tus preocupaciones? Entonces, ve y zambúllete en lo más profundo del mar de la Deidad; piérdete en su inmensidad; y saldrás renovado y fortalecido. No conozco nada que sea tan consolador para el alma, que apacigüe las crecientes olas del dolor y la aflicción, que proporcione paz ante los vientos de las pruebas, como la ferviente reflexión sobre el tema de la Deidad.[12]

Charles Spurgeon

Durante los próximos meses analizaremos el carácter de Dios tal como se manifiesta  en su revelación hacia nosotros. Examinaremos su persona y nos lanzaremos a la profundidad de sus atributos. Pero esta serie no solamente será un estudio doctrinal. Deseamos poner al descubierto las aplicaciones para la vida diaria. Pretendemos contestar preguntas como, “¿qué tiene que ver este atributo o esta enseñanza sobre Dios con mi vida? ¿Cómo ayuda esta verdad a mi matrimonio, a la crianza de mis niños, o a la solución a mis luchas emocionales? ¿Qué diferencia hace el conocimiento de Dios en mi vida diaria? De verdad, conocer y comprender íntimamente a tu Dios afectará cada área de tu vida.

Embárcate con nosotros en el viaje de tu vida. Te invitamos a leer cada artículo de esta serie. Pero no solo vengas a leer, lánzate, sumérgete, profundiza en el océano de los atributos divinos, en el conocimiento de nuestro gran Dios. Cambiará para siempre la forma en que ves a Dios y la forma en que te percibes a ti mismo.


[1] Bill Rice, Cowboy Boots in Darkest Africa (Murfreesboro, TN: Bill Rice Ranch, 2015), Kindle.

[2] Louis Berkhof, Teología Sistemática (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 1995), 31, 32.

[3] Idolatría, en su forma contemporánea, crea a un dios que se conoce y es evaluado por estándares humanos. Se declara a menudo que “Yo nunca podría amar a un Dios que envía incrédulos al infierno” o “si así es Dios, no quiero tener ningún trato con él”. Dichas expresiones revelan nuestro deseo de crear un dios a nuestra imagen, que se somete a expectativas humanas. Sin embargo, Dios nos llama a aceptarlo tal y como es, así como se ha revelado a nosotros.

[4] B. A. Demarest, “General Revelation” en George Elwell, Evangelical Dictionary of Theology (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1984), 944.

[5] Rolland McCune, Teología Sistemática del Cristianismo Bíblico (Sebring, FL: Editorial EBI, 2018), 327.

[6] Walter Bauer, William Arndt, y F. Wilbur, Gingrich, A Greek-English Lexicon of the New Testament (Chicago, IL: University of Chicago Press, 1979), Ver “exhgeomai”.

[7] Berkhof, 52.

[8] Ver Grudem, Teología Sistemática (Miami, FL: Editorial Vida, 2007), 159, 160.

[9] Berkhof, 58.

[10] Wayne Grudem, Doctrina Bíblica: Enseñanzas esenciales de la fe cristiana (Miami, FL: Editorial Vida, 2005), 91, 92.

[11] David K. Clark, To Know and Love God: Method for Theology (Wheaton, IL: Crossway Books, 2003) xxiii.

[12] Charles H. Spurgeon citado en J. I. Packer, El Conocimiento del Dios Santo (Miami, FL: Editorial Vida, 2006), 20.


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