La religión cristiana está marcada por el nombre de Cristo, él es el protagonista. Sus seguidores también fueron reconocidos con el nombre de «cristianos» por los incrédulos (Hch. 11:26). Aparentemente este era un término utilizado para destacar que se seguía a Cristo e incluso pudo haber sido un título burlesco, no solamente fue utilizado por incrédulos como Agripa (Hch. 26:28), sino también posteriormente por Pedro para referirse a un seguidor de Cristo (1 P. 4:16). Así que, el título cristiano fue inventado por los incrédulos y adoptado por los creyentes.

Juan aclara que afirmar pertenecer a Cristo no es suficiente, porque es necesario ser como él: «El que dice que permanece en Él, debe andar como [Cristo] anduvo» (1 Jn. 2:6). Andar como Cristo anduvo es un distintivo que separa a los hijos de Dios y los hijos del diablo. Así que, ¿qué significa andar como Cristo anduvo? Antes de contestar a la pregunta resultará necesario aclarar una confusión en imitar a Cristo. La confusión no radica en cómo se debe imitar a Cristo, sino en qué se debe imitar de Cristo. 

Hay quienes piensan que se debe imitar a Cristo enteramente, objetando que no hay ninguna necesidad de evaluar qué de la vida de Jesús se debe seguir. No obstante, con unos cuantos ejemplos se puede mostrar que es absolutamente necesario evaluar qué se debe de imitar de la vida de Cristo. Cuando Juan escribe que debemos «andar como Cristo anduvo», él presupone que las personas entienden que se refiere a la manera de vivir de Jesús, pero no a todo lo que Jesús hizo. El ejemplo más claro es que Jesucristo fue el único sacrificio expiatorio perfecto que el Padre aceptó para apaciguar su ira (Ro. 3:25; 8:3; He. 9:5; 1 Jn. 2:2).

Evidentemente Juan no quiere que intentemos copiar el sacrificio físico, literal e irrepetible de Jesús. Juan tampoco pretende que cada creyente tenga que ser bautizado en el río Jordán como Jesús (Mt. 3:13), no es necesario para todos los creyentes vivir como predicadores itinerantes como lo hizo Jesús (Lc. 9:58) y tampoco es un requerimiento ayunar cuarenta días en el desierto como Jesús (Mt. 4:1–2).

Por último, Jesús nunca se casó, pero sabemos que quienes prohíben casarse enseñan doctrinas de demonios (1 Ti. 4:1–3). Estos ejemplos muestran la falta de discernimiento de aquellos que dicen que tenemos que imitar a Cristo enteramente. Así que, desarrollaré este artículo en tres divisiones, evaluando la vida de Jesús para aclarar estas confusiones: autoridad divina, señales milagrosas, y humanidad perfecta

Autoridad Divina

«En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios» (Jn. 1:1). Jesucristo era y es Dios mismo encarnado. Verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, sin confusión, y sin división, dos naturalezas; una sola persona. Pero nosotros, unos seres finitos y falibles, no podemos pretender imitar a Cristo en las demostraciones de su divinidad.

Cristo en su vida manifestó que él era Dios y estas manifestaciones deben producir en nosotros asombro y adoración hacia él. Así que, no podemos imitar a Cristo en las siguientes manifestaciones de su deidad: nosotros no podemos perdonar todos los pecados que alguien haya cometido (Mc. 2:5), no podemos caminar sobre el agua (Mt. 14:25), no podemos callar una tormenta y calmar el mar (Mc. 4:39), no podemos multiplicar comida de la nada (Jn. 6:1–14), no podemos convertir agua en vino (Jn. 2:1–11), no podemos leer las mentes de las personas (Mt. 9:4), no podemos ver a las personas sin estar con ellas (Jn. 1:48), no podemos predecir los eventos futuros (Lc. 21:5–28). Cristo es el Hijo de Dios, mientras que nosotros únicamente podemos atribuirnos el título de un hijo de Dios

Señales Milagrosas

Además, de la autoridad divina que se puede observar en la vida de Jesús, él y sus discípulos hicieron una variedad de señales milagrosas. Aunque estas señales milagrosas podrían ser tratadas bajo el encabezado de la autoridad divina, es necesario hacer una distinción. Esto se debe a que la mayoría de las personas estarían de acuerdo con que no se puede imitar a Cristo en su divinidad, sin embargo, dirían que las señales milagrosas que hizo Jesucristo también fueron hechas por sus apóstoles y otros discípulos (cp. Mc. 6:7–13; Lc. 10:9) sin mencionar el don de sanidades (1 Co. 12:9).

Lo cual los lleva a razonar en que es esencial obrar milagros para andar como Cristo anduvo. No obstante, el Nuevo Testamento muestra que las señales milagrosas se detuvieron. El autor de Hebreos dice lo siguiente: «¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? La cual, después que fue anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y por dones del Espíritu Santo según su propia voluntad» (He. 2:3–4).

La salvación anunciada por Jesucristo fue confirmada por los que oyeron, refiriéndose a los apóstoles. Dios los respaldó, testificando juntamente con ellos por señales, prodigios y milagros. ¿Por qué Dios hizo eso? Para certificar la veracidad del mensaje que los apóstoles estaban predicando. Cuando Dios ya había confirmado a los mensajeros y su mensaje por suficiente tiempo, las señales milagrosas se detuvieron. Para el autor de los Hebreos, y su audiencia, los milagros no estaban siendo presentados todavía, y eso también incluía a Timoteo (He. 13:23).

Humanidad Perfecta

Andar como Cristo anduvo es vivir como Cristo vivió. Martin Lloyd–Jones comenta: «Mira Su caminar, mira Su comportamiento, mira cómo vivía Su vida en el mundo»[1]. Solamente tenemos que mirar los cuatro evangelios para contemplar la vida de nuestro Señor. Este es el punto de Juan: «El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo» (1 Jn. 2:6). ¿Cómo fue que Cristo anduvo en Su humanidad? La respuesta es que Cristo anduvo en obediencia, en santidad y en dependencia a Dios.

Andar como Cristo anduvo es vivir como Cristo vivió… ¿Cómo fue que Cristo anduvo en su humanidad? La respuesta es que Cristo anduvo en obediencia, en santidad y en dependencia a Dios.

Nosotros recibimos nuestro ejemplo perfecto del varón perfecto, de Jesucristo. Obviamente es un ejemplo inalcanzable de este lado de la eternidad (cp. Fil. 3:12), pero eso no niega que Cristo sea nuestro ejemplo.

La Biblia da varias maneras explícitas en las cuales debemos andar como Cristo anduvo: Debemos sufrir como Cristo sufrió (1 P. 2:21–22), amar como Cristo nos amó (Jn. 15:12; Ef. 5:1–2), obedecer como Cristo obedeció (Jn. 15:10), humillarnos como Cristo se humilló (Fil. 2:3–7), servir como Cristo sirvió (Jn. 13:15), padecer como Cristo padeció (Ro. 8:17), rehusarse a agradarse a sí mismo como Cristo se rehusó a hacerlo (Ro. 15:2–3), aceptarnos los unos a los otros como Cristo nos aceptó (Ro. 15:7), perdonarnos los unos a los otros como Cristo nos perdonó (Col. 3:13), ser puro como Cristo es puro (1 Jn. 3:3). Los maridos deben amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia (Ef. 5:25). Las esposas deben sujetarse a sus esposos como Cristo se sujetó al Padre (cp. 1 Co. 11:3; Ef. 5:22). Debemos ser mansos y humildes de corazón como Cristo lo fue (Mt. 11:29).

Andamos como Cristo anduvo cuando poseemos la mente de Cristo (1 Co. 2:16), nos deleitamos en la Palabra de Dios (Ro. 7:22), guardamos Sus mandamientos (1 Jn. 2:3), confiamos en la providencia divina (Job 13:15), tenemos el fruto del Espíritu Santo (Gá. 5:24–23), mortificamos nuestros pecados por el poder del Espíritu (Ro. 8:13), renunciamos a nuestra voluntad y abrazamos la voluntad de Dios (Mt. 26:39; Jn. 6:38), andamos conforme al Espíritu (Ro. 8:4), buscamos los intereses de Jesucristo (Fil. 2:20–21), renunciamos al antiguo hombre y nos vestimos «del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad» (Ef. 4:22–23; cp. Ro. 13:14).

Andar como Cristo anduvo debe ser una realidad cada día todos los días para sus hijos, para quienes andan como Cristo anduvo no existen vacaciones, ni días de descanso para tomar un reposo de seguir el ejemplo de Cristo. Quien anda como Cristo anduvo tiene solamente una manera de vivir, sin hipocresía, tiene coherencia en cada área de su vida como lo había en la vida de Jesús. Andar como Cristo anduvo se ve reflejado en lo pequeño y en lo grande, en lo trivial y lo importante, en lo privado y lo público, en la iglesia y fuera de ella, en todo momento y en cada ocasión está dispuesto a andar como Cristo anduvo. 

Conclusión

Ese estándar, desde luego, es vital porque es el propósito por el cual Dios nos ha redimido, es decir que seamos «hechos conforme a la imagen de su Hijo» (Ro. 8:29). Debemos andar donde veamos Sus huellas y especialmente donde veamos las gotas de su sangre. Por lo tanto, no debe sorprendernos que uno de los mandatos más repetidos en el Nuevo Testamento es: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt. 16:24; cp. Mt. 10:38; Mc. 8:34; Lc. 9:23; 14:27).

Sinclair Ferguson lo explica así: «Hacerse cristiano significa por definición seguir a un Salvador y Señor cargando una cruz»[2]. Andar como Cristo anduvo nos va a costar todo, pero al no hacerlo, revelamos que no somos cristianos y que Jesús no es nuestro Señor. Que de nuevo los mismos incrédulos nos llamen cristianos, porque realmente le seguimos y nos asemejamos a Él.


[1] Martin Llyod–Jones, Life in Christ: Studies in 1 John (Wheaton, IL: Crossway, 2002), 189.

[2] Sinclair B. Ferguson, Solo en Cristo: Una vida centrada en el evangelio (Colombia: Poiema Publicaciones, 2016), 214.


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