“…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6).
Cuando caes en la pornografía, tu pecado parece grande y Dios parece pequeño. Luchas con la culpa y la vergüenza. Te sientes frustrado contigo mismo y distante de Dios. Te cuesta volver a ver a Dios como un Dios grande. Tu reino personal nunca debería ser más grande que el reino de Dios.
Cada vez que recordaba a los cristianos de Filipos, Pablo daba gracias (Fil. 1:3). Oraba por ellos con gozo porque colaboraban con él en la extensión del evangelio (Fil. 1:4-5). Tenía una gran confianza; no en sí mismo ni en los cristianos filipenses, sino en Dios. Dios había comenzado una “buena obra” en ellos, y la perfeccionaría cuando Cristo regresara (v. 6). Esta “buena obra” era la salvación que Dios había forjado en esos creyentes, quienes estaban aprendiendo con “temor y temblor” a ocuparse de su salvación (Fil. 2:12) en el contexto de la comunidad cristiana.
Qué apropiado. Pablo tenía una inmensa confianza en que Dios terminaría lo que había empezado. Dios no te salva y te deja solo, y sin ayuda, en tu batalla contra el pecado sexual. El Señor llevará a cabo tu santificación. Esta es una promesa infalible, porque Dios es el que la hace. Cuando te sientes atascado en tu pecado, ¿acudes a esta promesa y crees en Aquel que te la ha ofrecido?
No permitas que tus sentimientos sobre tu pecado dicten lo que crees que Dios está haciendo. Dios te hará igual a su Hijo. “Sabemos que cuando [Jesús] se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2). Algunos días, esto parecerá imposible; o al menos, una posibilidad remota. Pero la promesa de Filipenses 1:6 es segura, y tu responsabilidad es aferrarte a ella por fe.
No permitas que tu visión quede reducida al ámbito de tu pecado sexual. Levanta la mirada y observa más allá de tu pecado, a la obra a largo plazo que Dios está haciendo en ti. En algunas épocas, descenderás a valles de desilusión y dificultades autoinfligidas. En otros momentos, avanzarás, crecerás en la fe y cobrarás ánimo. Tu progreso espiritual puede ser una montaña rusa, pero esto no anula la certeza del resultado final. Tu confianza debe estar en Dios y no en ti mismo.
¿Y si yo pudiera mostrarte el final de los tiempos, cuando Jesús vuelva? Recibirías un profundo ánimo al saber que, al final, todo termina bien. Verías cumplidas las promesas de Dios. Sabrías que la Palabra de Dios es verdad. Ahora, volvamos al presente. ¿Por qué no esperar el regreso de Cristo con esta misma certeza? ¿Por qué no confiar en que Dios cumplirá sus promesas?
A veces, ayuda dar un paso atrás para tener una visión a largo plazo de tu santificación. ¿En dónde estabas cuando empezó el problema? ¿Dónde estás ahora? Es fácil que en este momento te concentres demasiado en tu lucha con el pecado sexual. En lo único que piensas es en un árbol, mientras pierdes de vista el resto del bosque. Da un paso atrás y mira todo lo que hay para ver: los muchos árboles, las flores, el césped y los arbustos. No pierdas de vista lo que Dios está haciendo en tu vida y quién serás cuando Cristo regrese.
Reflexión: ¿Cuánta seguridad tienes de que Dios hará lo que dice?
Reflexión: ¿De qué maneras Dios ya ha estado obrando en tu vida para que luches contra el pecado sexual? ¿Le has dado gracias por eso?
Acción: Encuentra a algún creyente maduro y hablen sobre cómo eran tus pecados sexuales cuando empezaron tus problemas, sobre dónde estás hoy y dónde esperas estar dentro de cinco o diez años.
Este artículo es un extracto del libro Pornografía. Luchando por la pureza. Publicado por Editorial EBI.
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