Leer la Biblia sin ver a Dios es un grave pecado. Leer la Biblia sin disfrutar lo que lees es un engaño del enemigo que pretende que solo leas por leer. Pero no hay virtud alguna en leer sin entender. No hay virtud en buscar el cofre del tesoro si dentro de él no hay tesoro alguno que encontrar. Es por eso que el salmista ora a Dios, “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”, Salmo 119:18.

Cuando nos acercamos a las Escrituras tenemos que entender que no es un libro cualquiera. No lo podemos estudiar de manera natural—como estudiamos un libro de historia o química. La Biblia es la revelación de quién es Dios y cuál es su plan de rescate para la humanidad. Pero esta revelación no se da de manera natural sino de manera sobrenatural

El Señor Jesús dijo, Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Jn 14:26. La Biblia es la revelación de la persona de Dios, y tal revelación viene solo a través del Espíritu Santo. Es decir, solo los hijos del Rey pueden ver a su Rey cuando leen las Escrituras. Pablo lo dice así en 2 Corintios 3:18, Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”

Estos dos textos (y muchos otros más) son de suma importancia porque entonces podemos llegar a varias conclusiones: 

  1. La promesa de Jesús no es ambigua en lo absoluto. Jesús aseguró que el Espíritu Santo iluminaría a los apóstoles, y a nosotros por extensión, para ser enseñados en “todas las cosas”.
  2. La lectura de la Biblia es la única manera de crecer “de gloria en gloria” por medio del Espíritu Santo. 
  3. Tenemos que mirar y observar las Escrituras como se mira y se observa un espejo. 

¿Por qué es importante esto? Porque la manera en que vemos la Biblia, determinará cómo nos acercamos a ella. Si tienes en mente estas tres conclusiones cuando lees la Biblia, entonces tu lectura será más enriquecedora, estructurada y transformadora. Si entiendes que el Espíritu Santo es quien te guía en tu lectura, que no hay otra manera de crecer aparte de la lectura de tu Biblia y que leer no es realmente leer si no estás atentamente observando tu lectura, entonces aprenderás a ver a Dios y no solo leer de Él. 

Si lees la Biblia por pura rutina, o porque crees que Dios te castigará si no la lees, ¿realmente esperas disfrutar lo que lees? Si lees pero no entiendes, ¿qué beneficio crees obtener? Aún más, si el Espíritu Santo es quien nos enseña “todas las cosas”, pero no entendemos lo que leemos, ¿de quién es la culpa? ¿Del Espíritu Santo o de nosotros? Me temo que muchos de nosotros no estamos leyendo, o estamos leyendo mal.

Para ayudar a la iglesia en esta área, he escrito dos libros, uno pequeño y otro un poco más extenso. “Una Gran Historia” es un pequeño libro publicado por editorial EBI. “El Rey y su Reino” es un libro más extenso que será publicado más tarde en el año. Ambos libros tratan del mismo tema y espero que sean de bendición para ti, tu familia y personas que batallen con su lectura y entendimiento de la Biblia. Aquí te doy los tres puntos claves de ambos libros.

Una Gran Historia

Hay tantas perspectivas de qué es la Biblia, que nos podríamos preguntar si alguien realmente sabe de qué se trata. Algunos piensan que la Biblia es una colección de historias aisladas una de la otra que sirven para enseñarnos cómo debemos ser. Sean valerosos como Josué, fieles como Noé o valientes como Pablo”.

Algunos otros piensan que la Biblia es el libro que nos enseña cómo arreglar nuestras vidas. Generalmente escuchamos temas variados, “¿Cómo tener un mejor matrimonio?”; “¿Cómo ser un padre bíblico?; ”5 principios para salir de deudas”

Otros más, ven la Biblia como la herramienta para el estudio sistemático de la teología. El pastor se levanta para anunciar que, vamos a empezar una nueva serie de predicaciones para estudiar escatología, cristología o soteriología”

Yo no sugiero que la Biblia no nos enseñe a través de personajes bíblicos, o que no nos ayude con principios prácticos, o que no nos revele teología, pero yo sostengo que la Biblia es mucho más que eso. La Biblia es una gran historia, primordialmente mostrándonos quién es Dios y cuál es su plan para nosotros. ¿Podemos aprender de la vida de Moisés? ¡Claro! ¿Podemos solucionar nuestros problemas maritales con la Biblia? ¡Desde luego que sí! 

Dios es el único protagonista de la Biblia, y la historia que nos ha dejado en sus páginas, es lo que puede transformar tu vida.

Pero la Biblia no es un recurso didáctico solamente. La Biblia es una historia, una narrativa que se va desplegando progresivamente libro a libro. Si perdemos de vista esta verdad, perdemos de vista que la Biblia no se trata de ti, se trata de Dios. Dios no nos dejó su revelación solamente para que aprendas a ser valiente como José, sino para que veas a Dios a través de la vida de José. Dios es el único protagonista de la Biblia, y la historia que nos ha dejado en sus páginas, es lo que puede transformar tu vida. Si pierdes de vista esta verdad, has perdido de vista el punto principal de la Biblia. Puede que tus ojos estén leyendo la Biblia de Dios, pero será mucho mejor que tus ojos vean al Dios de la Biblia—no hay comparación.

Un Gran Rey

En mis libros explico que la Biblia es una sola historia y tal historia se titula “el Rey y su reino”. Desde el inicio, la Biblia deja claro que Dios es Rey, la tierra su reino y nosotros somos sus ciudadanos. El Jardín del Edén era más que un jardín, era un reino. Dios es el Rey, Adán y Eva los ciudadanos y el jardín el territorio del reino. Así comienza la historia y así también termina. En Apocalipsis leemos que Dios sigue siendo el Rey, habrá multitudes de ciudadanos y la Nueva Jerusalén será el nuevo territorio del reino. 

Todo lo que sucede entre Génesis y Apocalipsis es parte de esa misma historia. Nada se sale de ese tema central. La creación de Israel como nación, los profetas, jueces, templo, sacerdotes, exilio, discípulos, persecución, martirio y tortura, todo, absolutamente todo es parte de la gran historia de la Biblia. Los libros de Salmos, Proverbios, Rut, Hechos o Gálatas están todos escritos sobre el mismo fundamento: quién es Dios y cuál es su plan de rescate para la humanidad. Cada libro de la Biblia revela más acerca del Rey y su reino—sin excepción.

Esto transforma radicalmente cómo leemos nuestras Biblias. Ya no me estoy buscando entre líneas, a ver qué tengo que hacer para “estar bien con Dios”. Ya no tengo que “ver qué entiendo hoy”. Una vez que asimilas que la Biblia se trata del Rey, no de ti, entonces ahora podrás apreciar su belleza, gloria y majestad. Por fin podrás admirar su gloria, y así, “ser transformado de gloria en gloria”. 

Un Gran Reino 

Esto no quiere decir que cuando leemos la Biblia nuestras vidas no deben ser afectadas. Nuestra manera de vivir junto con nuestras conductas, deben ser radicalmente influenciadas por la lectura de la Biblia. Pero no por las razones que muchas veces pensamos. Escuchamos que debemos alejarnos “del mundo” para ser ejemplo. Para que nos vean vivir “distinto”. Para que marquemos una línea de separación entre “nosotros y ellos”, pero las Escrituras no enseñan nada de eso.

La razón de que nuestras vidas son diferentes es que somos ciudadanos de su reino. Reflejamos la imagen de nuestro Rey, regresamos a nuestro diseño original, somos una nueva creación en Cristo y nuestras vidas lo demuestran. 

No conquistamos con moralismo, sino que avanzamos con santidad. El moralismo solo puede afectar lo externo, pero la santidad transforma lo más íntimo de una persona.

No conquistamos con moralismo, sino que avanzamos con santidad. El moralismo solo puede afectar lo externo, pero la santidad transforma lo más íntimo de una persona. El ciudadano del reino de Dios cumple con su diseño de “multiplicarse y fructificarse”. De nuevo podemos “llenar la tierra” como había sido ordenado originalmente. Lo hacemos al propagar el mensaje de que este mundo no es huérfano, sino que sí hay un Rey, y nosotros somos sus embajadores. Trabajamos arduamente para ser como nuestro Rey, para ser bastiones de su reflejo—como la luna refleja la luz del sol, así también nosotros reflejamos la luz del Rey. Somos diferentes no porque vivimos diferente al mundo, sino porque queremos ser iguales al Rey—eso nos hace distintos.

No somos las personas del “no” a todo lo que el mundo diga que “sí”. Somos personas que decimos“sí” a todo lo que el Rey es. Somos adoptados del Rey y lo amamos profundamente por eso. Nuestras vidas ya no son nuestras. Nuestros sueño, expectativas o metas están ahora subordinadas a lo que el Rey quiera.

Somos esclavos del Rey, no más del pecado. Vivimos para el Rey, y si morimos, también lo haremos para Él. No expandimos nuestro reino. No buscamos nuestra dinastía. Nos humillamos ante Él y le seguimos desde hoy y hasta siempre. Somos su reino y Él es nuestro Rey.


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