“¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura” (Isaías 55:2).
¿Alguna vez pensaste: “Si tan solo tuviéramos dinero para comprar una casa propia, la vida sería buena”, o: “Cuánto deseo poder conducir un auto nuevo en lugar de mi viejo cacharro”? Cuando te sentiste estresado, ¿alguna vez te dijiste: “Quizá si me comprara ese nuevo artefacto electrónico [o un par de zapatos], me sentiría mejor”?
Vivimos en una cultura en la cual la valía de las personas se mide por su éxito financiero. Se nos dice que las cosas materiales nos harán felices. Es fácil que los creyentes sean afectados por el espíritu de nuestra era.
La Biblia enseña que las cosas materiales pueden ser una bendición de Dios (ver 1 Timoteo 4:4). Nuestro problema es que podemos tomar aquello que es bueno —como las bendiciones materiales, o la comida o el sexo— y colocarlo como prioridad sobre lo que es mejor (Dios). El término bíblico para tales prioridades distorsionadas es idolatría (ver Colosenses 3:5).
En Isaías 55, el Señor nos recuerda que los ídolos nunca satisfacen. Las personas dedican su vida a obtener riquezas materiales, sin encontrar nunca felicidad y paz verdaderas. El multimillonario Howard Hughes vivió sus últimos años como un ermitaño temeroso. Según consta, un famoso titán empresarial dijo: “He hecho muchos millones, pero no me han traído felicidad en absoluto”.
Mi esposa y yo vivimos una vez en un próspero país de Medio Oriente. Observábamos que la gente acumulaba ahorros, viajaba por el mundo y compraba costosas joyas, automóviles y casas. Pero su riqueza no la hacía feliz. Tampoco vimos muchos casos en los cuales alguien dijo: “Ahora tengo suficiente” (ver Eclesiastés 5:10). Como dijo Isaías: las personas gastan su vida por lo que no es pan y trabajan para lo que no satisface.
“…en contraste con el costoso pan del mundo que no puede saciar tu alma más de lo que puede hacerlo el aserrín, Jesús se te ofrece a sí mismo gratuitamente”.
La respuesta a la idolatría materialista es aprender a hallar satisfacción en Cristo, quien es el pan de vida (ver Juan 6:35). Jesucristo ofrece agua viva que saciará para siempre la sed de aquellos que beban (ver Juan 7:37-39). Y en contraste con el costoso pan del mundo que no puede saciar tu alma más de lo que puede hacerlo el aserrín, Jesús se te ofrece a sí mismo gratuitamente. Cristo ha pagado por el festín al derramar su vida por todos aquellos que acuden a su Persona y obra.
¿Has dado las espaldas a los valores en bancarrota y la idolatría del mundo, y creído en Jesús, quien satisface nuestra mayor necesidad: el perdón y una comunión restaurada con Dios? Cristo murió en lugar de los pecadores y resucitó de los muertos para que todos los que confían en él tengan vida nueva y abundante. Dios te invita a abandonar el pan plástico de la riqueza terrenal para que puedas disfrutar del rico banquete espiritual que Cristo ofrece.
Quizá seas un creyente que se ha alejado de Cristo en dirección a la idolatría de la mundanalidad. Tal vez esta sea la razón de tu desasosiego. Como dijo Agustín de Hipona: “Tú nos hiciste para ti, oh Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti”.
El Señor te invita a volver a su lado, de modo que tu alma pueda encontrar paz y gozo renovados.
Este artículo es un extracto del libro Dinero. En busca de la sabiduría de Dios, publicado por Editorial EBI.
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