¿No es contradictorio temer a Dios y al mismo tiempo amarle?

El “temor del Señor” es un concepto que encontramos en la Escritura, en especial en los libros sapienciales (Proverbios, Eclesiastés y Job) de la literatura poética bíblica. Proverbios 1:7 dice:

El temor del Señor es el principio de la sabiduría; Los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.

El concepto del “temor del Señor”, si bien es muy usado a lo largo de la Biblia, no es muy bien recibido por muchos creyentes; para algunos pensar en tener que “temer a Dios” parece ser algo ajeno al mensaje de amor y esperanza que como creyentes queremos transmitir a otros.

Evidencia de que este concepto no es muy bien recibido por muchos es el hecho de que se ha intentado suavizar su significado diciendo que la palabra “temor” más bien trata de transmitir “reverencia” y no miedo.

El problema está en que, si bien el concepto del “temor del Señor” tiene que ver en parte con reverenciar a Dios, limitarlo solamente a eso no solo es diluir su significado, sino que impide que podamos entender mucho de lo que la Escritura enseña, y revela algo de nuestra actitud, pronunciado en el silencio de nuestros pensamientos: “si algo no me gusta de la Escritura, lo cambio a conveniencia”. Ciertamente debemos tener “temor” de que este último sea nuestro caso.

Isaías como ejemplo de temer a Dios

El temor suele asociarse con algo negativo, y no queremos vincular nada que pueda ser negativo con Dios. Pero una buena pregunta podría ser: ¿es realmente negativo temer a Dios? Veamos el ejemplo de Isaías ¿por qué tuvo temor él de Dios?

El capítulo 6 de Isaías es un capítulo muy conocido por la visión que Isaías tiene de Dios y su Santidad (Is. 6:1-5. El apóstol Juan dice que a quien Isaías vio fue en realidad a Cristo – Jn. 12:41), si bien hay mucho que se puede abordar en este capítulo en relación con la Santidad, hay algo muy característico, y es el hecho de que Isaías tuvo temor. 

¿Por qué temió Isaías? No fue porque lo que vio fuera algo malo, sino porque vio al Santo de Israel, en el verso 3 los serafines decían: Santo, santo, santo. La triple repetición del calificativo “santo” se podría traducir como “Santísimo”, es la forma hebrea de llevar “santo” a un superlativo, “no hay nadie más santo que Dios”. 

Al ver la majestuosidad de Dios, Isaías dice: “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos” (Is. 64:5). La reacción de Isaías es fundamental para entender el “temor del Señor”, Isaías dijo: ¡Ay de mí! Lo cual es una expresión de lamento; creía que iba a morir y con mucha razón, porque había visto al Santo Dios, y él (Isaías) era inmundo. 

La primera conclusión a la que Isaías llegó al ver a Dios es que era inmundo, era pecador, sus labios eran sucios como los labios del pueblo. Cuántas veces hemos dicho: “si yo viera a Dios le preguntaría esto o aquello”; la realidad es que si viéramos a Dios caeríamos de rodillas delante de Dios y seríamos más conscientes que nunca de nuestra maldad y pecado; no haríamos preguntas de esto o aquello, diríamos como Isaías: ¡Ay de mí! El temor de Isaías no fue resultado de algo negativo, fue resultado de algo sublime, experimentó una visión de Dios, pero esto reveló la maldad de Isaías.

“El temor de Isaías no fue resultado de algo negativo, fue resultado de algo sublime”

Temer a Dios tiene que ver con: “un reconocimiento de quién es Dios, y quién soy yo delante de Dios”. Cuando reconozco quién es Dios y quién soy yo delante de él, lo más probable es que tema, porque él es bueno, y yo no lo soy, y, por lo tanto, lo justo es que yo muera. A pesar de todo esto la visión continúa no con la muerte de Isaías, sino con su purificación ¡Cuán grande es la gracia y la misericordia de nuestro Dios!

El “temor del Señor” como la base para entender Proverbios

Isaías temió a Dios al ver su Majestad y Santidad, pero ¿qué tiene que ver esto con la afirmación de Proverbios de que, “El temor del Señor es el principio de la sabiduría”? El libro de Proverbios es un libro de sabiduría; Proverbios enseña sabiduría acerca de todas las áreas de la experiencia humana.[1]

Entre los temas que Proverbios aborda se encuentran: la diligencia, la pereza, el uso correcto de la lengua (o sea cómo hablar correctamente), la pureza sexual, las consecuencias del pecado sexual, las características del necio, las características del sabio, entre otros temas. En general, todos estos temas abundan en un constante contraste entre el sabio y el necio; y para que el sabio proceda como sabio, entonces debe temer a Dios.

¿Cómo funciona esto? Recordemos a Isaías, él reconoció inmediatamente quién era Dios y quién era él delante de Dios; esto es indispensable para ser verdaderamente sabio, reconocer quién Dios es: ¿Por qué hay que ser diligente? Porque daremos cuenta a Dios de nuestro tiempo, ¿por qué hay que ser puros sexualmente, aun en lo íntimo de nuestra mente? Porque Dios es Santo y daremos cuenta a él de nuestro proceder en cuanto a lo sexual, ¿por qué hay que usar correctamente la lengua? Porque daremos cuenta de nuestro hablar. Mateo 12:36 dice: Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Quien conoce a Dios sabe que Dios es justo y que, por lo tanto, pedirá cuenta a sus criaturas. 

Mi concepción de Dios es fundamental, si yo pienso en Dios como un Dios negligente e incongruente, entonces mi proceder se conformará a mi concepción de Dios.

Por eso ando en santidad, porque sé que quien demanda de mí santidad, es Santo. El autor de Eclesiastés dice al final de su libro.  

La conclusión, cuando todo se ha oído, es esta:

Teme a Dios y guarda Sus mandamientos,
Porque esto concierne a toda persona.
Porque Dios traerá toda obra a juicio,
Junto con todo lo oculto,
Sea bueno o sea malo.

(Ec. 12:13-14). 

Lo que el autor está diciendo es: todo es transitorio en la vida (vanidad en el original transmite más la idea de transitorio), pero a pesar de lo transitorio que pueda parecer todo, lo más importante es temer a Dios y guardar sus mandamientos, porque Dios va a traer toda obra a juicio. Si yo conozco a Dios andaré en conformidad a su carácter. Sin una correcta comprensión del “temor de Jehová” nos podemos perder mucho de Proverbios y en general del resto de la Biblia.

Un ejemplo personal

Voy a compartir algo personal ahora; soy hijo de un exmilitar. Si hay algo que puedo afirmar acerca de mi padre terrenal es que, desde que tengo uso de razón siempre ha sido una persona diligente, disciplinada y exigente; nunca me ha pedido algo que él no esté dispuesto a hacer y hacerlo bien. 

Le doy gracias a Dios por el ejemplo que tuve de él en cuanto a las características ya mencionadas, pero cuando era más joven todas estas características positivas provocaban que yo estuviera en problemas en varias ocasiones, no porque dejaran de ser positivas, sino porque yo no andaba en concordancia con ellas siempre. Más de una vez recibí indicaciones de hacer algo en casa y no lo hice; cuando mi padre regresaba y yo recordaba que no había hecho lo que se me había indicado, tengo que admitir que más de una vez tuve miedo. 

Esto puede sonar malo para alguien a primera instancia, pero en realidad es todo lo contrario; la razón por la cual tenía miedo no era porque mi padre fuera malo, deseara algo malo para mí o no fuera paciente, sino porque sabía que él actuaba con excelencia y esperaba lo mismo de mí. 

Si mi padre fuera un hombre flojo, indisciplinado e incongruente, la verdad es que me hubiera importado muy poco si había hecho mi labor o no, (no lo digo porque no haya que honrar a los padres independientemente de que puedan llegar a hacer mal, sino que hubiera sido una posible actitud inmadura mía de joven), pero ese no era el caso.

No está de más mencionar que amo a mi padre y él me ama a mí, el temor nunca fue causado por la falta de amor. Si bien esto es solo una ilustración, cuando hablamos de Dios el ejemplo puesto anteriormente se queda corto, porque ciertamente no hay forma de llegar al estándar de Dios y por eso Cristo murió en la cruz por nosotros, pero una vez estando en Cristo, Dios nos pide andar en conformidad a su carácter (1 P. 1:15-16). Al mismo Dios que amamos porque Él nos amó primero (1 Jn. 4:19), es el Dios a quien tememos, no porque Dios sea malo, sino todo lo contrario, porque sabemos que nuestro Dios es inmensamente bueno y majestuoso.


[1] Paul Benware, Panorama del Antiguo Testamento (Grand Rapids, Michigan: Portavoz, 1994), 157.


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