En las últimas décadas de la iglesia, ha existido una tendencia peligrosa: la tendencia de diseñar una iglesia para jóvenes. 

El razonamiento va a así: (1) nuestra iglesia está llena de ancianos; (2) ¿qué va a pasar cuando estos ancianos mueran? La iglesia va a morir; (3) para que la iglesia perdure tenemos que alcanzar a más jóvenes; (4) alcanzamos a los jóvenes con las cosas que a ellos les gustan; (5) echemos todo lo antiguo y adoptemos todo lo nuevo. 

A veces esto funciona, y atraen a más jóvenes —aunque muchas iglesias se han llevado la sorpresa de que esas cosas realmente no son las que atraen a los jóvenes que aman a Dios—, pero la secuela de tal acción es desastrosa para la salud de la iglesia. ¿Qué ha pasado? 

Los abuelos ya no se sienten bienvenidos en estas iglesias. 

En un reciente artículo, Tim Challies escribe: 

“Una de las más feas jactancias de muchas iglesias durante la era del movimiento de iglecrecimiento fue la siguiente: Esta no es la iglesia de tus abuelos… 

Estas iglesias querían comunicar que ‘este es un nuevo tipo de iglesia —uno que encaja en el mundo moderno—’. Querían decirle a la gente joven —aquellos que se habían alejado del tradicionalismo de sus padres o huido del fundamentalismo de sus abuelos— que encontrarían un lugar seguro para escuchar de Jesús y aprender de la fe cristiana. 

Pero el eslogan y el mismísimo modelo de la iglesia también dejaba algo en claro: los ancianos no son bienvenidos. Si no es la iglesia de tus abuelos, es poco probable que les den la bienvenida, ¿verdad? Si se define como lo opuesto de lo que ellos aman, no van a darles un lugar, ¿verdad? De hecho, va a abandonar los himnos que aman, subir el volumen a niveles que odian, bajar las luces al punto que no pueden ver, y eliminar el ministerio a los ancianos por el ministerio a los jóvenes. 

Las iglesias ‘no de tus abuelos’ han demostrado ser increíblemente débiles y fatalmente defectuosas… Ha quedado claro: las iglesias sin abuelos son tan enfermizas como las iglesias con solo abuelos”.[1]  

Un pastor que conozco recientemente hizo una serie de “actualizaciones” en su iglesia. Lo justificó de la siguiente manera: “Quiero dejar una iglesia a la que mis hijos quisieran asistir”. ¿El resultado? Los ancianos se fueron de su iglesia. Tristemente, muchos celebraban la salida de ‘esos inflexibles viejos anticuados’ que no les permitían ministrar en el siglo XXI. 

Esta perspectiva evidencia preocupantes síntomas teológicos y prácticos. 

  1. Antropocentrismo. En esta perspectiva, el hombre y sus gustos son el centro de la iglesia y determinan lo que se hace. Las Escrituras presentan otro enfoque, una perspectiva teocéntrica, donde Dios y los gustos de Dios determinan lo que se hace en la iglesia. 
  2. Pragmatismo. “El fin justifica los medios” es la definición más usual del pragmatismo. Esta perspectiva está dispuesta a usar cualquier cosa “que funcione” para atraer. Muchos han llegado al extremo de hacer ridiculeces en la iglesia, y todo “en el nombre de Jesús”. Aun las iglesias que evitan los extremos pueden tener el pragmatismo como su filosofía central. 
  3. Error doctrinal. Curiosamente, muchas de las iglesias que adoptan estas prácticas se estilan como calvinistas (lo cual no es malo en sí mismo). En su teología afirman creer que el Espíritu Santo es el único que puede dar vida al muerto espiritual. Se mofan de los despreciados “medios” usados por Finney, Bill Hybels, y otros arminianos extremistas, pero luego piensan que podrán atraer a inconversos si simplemente cambian de estilo de música o vestir. Es una evidente contradicción entre su teología y su práctica, y un error en toda regla.  

El resultado es que poco a poco, sin hacer ruido, muchos abuelos van saliendo por la puerta trasera de la iglesia, buscando otras iglesias donde ellos se sientan bienvenidos. 

Y la iglesia es la que pierde. 

¿Qué pierde la iglesia con la salida de los abuelos?

1. Oración. Challies destaca que los ancianos son las personas que más oran. Al no estar tan activos, muchos dedican su tiempo a la oración. Challies dice: “Esta es la triste ironía: al echar a los ancianos, están echando a las personas que, por su debilidad, pueden traer una fortaleza única. Estaban echando a personas que son necesarias para el sano funcionamiento de una iglesia”. ¿Por qué lo dice? “Demasiadas iglesias hoy de manera implícita o explícita siguen rechazando a creyentes ancianos —viudas y otros que pueden servir con sus fortalezas únicas en la silenciosa, poco llamativa, desapercibida pero crucial obra de la oración—”. Sin las poderosas oraciones de estos fieles santos, la iglesia pierde mucho.

Déjame añadir dos aportaciones más que Challies no menciona sobre lo que los ancianos pueden dar a la iglesia. 

2. Madurez. Existe un desprecio explícito por la vejez en nuestros días. La prepotencia de la modernidad afirma que lo viejo es inservible, que lo tradicional es dañino, y que el anciano es inútil porque no puede hacer, producir, ni generar. Ese es el mantra de la modernidad. Pero la perspectiva bíblica es diferente. La Biblia alaba la vejez (Pr. 16:31), las canas (Pr. 20:29) y la experiencia. Las sendas antiguas son las mejores sendas (Jr. 6:16). Cuando una iglesia expulsa a los ancianos (sea deliberadamente o como efecto secundario de su desprecio implícito), la iglesia pierde la madurez que estos experimentados santos aportan a la iglesia. Con el pasar de los años, han visto muchas corrientes entrar y salir como la marea; y pudieran ayudar a advertir a la iglesia en contra de seguir la última moda. Su sabiduría también permite que los ancianos discipulen a los jóvenes de la iglesia en su relación personal con Dios y en los aspectos prácticos de la vida cristiana (Tit. 2:1-5). El modelo bíblico es un modelo intergeneracional. 

3. Generosidad. Algunos ancianos tienen menos obligaciones económicas y por ello pueden aportar más económicamente a la iglesia. Ya pagaron la casa. No tienen hijos en casa. Algunos se prepararon bien para la jubilación. Y son personas generosas. Son generosos con sus hijos. Son generosos con sus nietos (¡sobre todo!). Y son generosos con la iglesia. Muchos de ellos crecieron espiritualmente con el hábito de diezmar y ofrendar sacrificialmente. Contrastan con muchos jóvenes ensimismados que rechazan el “legalismo” del diezmo y solo piensan en disfrutar, viajar y pasarlo bien. ¿Qué sucede en la iglesia cuando salen los abuelos? Los ingresos de la iglesia bajan, reduciendo su capacidad de invertir en el reino de Dios: apoyo a misioneros, compra de terrenos, construcción de edificios, etc. A la larga, el reino de Dios sufre. 

Conclusión

Quisiera concluir con algunos consejos para los diferentes grupos demográficos dentro de la iglesia. 

Jóvenes, aprecien a los hermanos ancianos. Recuerden que el respeto por los ancianos acompaña el temor de Jehová: “Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehová”(Lv. 19:32). Aprendan de su sabiduría y experiencia. No se enamoren de todo lo nuevo ni desprecien todo lo antiguo. Disfruten de las tradiciones de la iglesia que le dan solemnidad y peso. Aprendan a dejar sus preferencias personales a un lado por el bien de la iglesia. 

Hermanos ancianos, no sean inflexibles. Llenos de gracia y sabiduría, aporten su madurez y experiencia. Inviertan en la vida de los jóvenes de su iglesia. No acusen de mundanalidad a todo el que quiera hacer cambios en la iglesia. Distingan entre lo que realmente importa y lo que es una preferencia personal. Aprendan a dejar sus preferencias personales a un lado por el bien de la iglesia. 

Pastores y líderes, eviten el antropocentrismo, pragmatismo y error doctrinal que caracterizan a tantas iglesias el día de hoy. Además, no desechen a los ancianos por alcanzar a los jóvenes. Hagan los ajustes en su iglesia de tal manera que no lastimen a algunas de las ovejas más preciadas del rebaño. Es posible alcanzar nuevas ovejas sin dañar a las ovejas que tenemos. A la misma vez, no dejemos de alcanzar a nuevas ovejas por temor a enojar a las ovejas ancianas. ¡Que Dios nos dé sabiduría en esta gran tarea!

Este artículo fue publicado originalmente en Palabra y Gracia.


[1]  Tim Challies, «This Is Not Your Grandparents’ Church».


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