Hoy es lunes (al momento de escribir esto). Como pastor, usualmente tomo este día para descansar. Intento recuperarme espiritualmente y físicamente de la semana pasada. Al mismo tiempo, es un día que busco invertir en mi familia. En general, los lunes me dan mucho gozo y me llenan de ánimo para seguir adelante.
Pero hoy es diferente. Estoy batallando con una especie rara de desánimo. Suele ser algo normal entre pastores, que los lunes sean días difíciles. Durante el día de hoy, he tenido muchos pensamientos acerca de mi importancia. No creo que esto sea algo particular a los pastores. Todos pasamos etapas donde cuestionamos, ¿será que soy importante?
Cuando me abrumo con este tipo de pensamientos hay una serie de preguntas que me tengo que hacer. Estas preguntas son muy personales y me ayudan a poder distinguir entre la verdad y las mentiras. A menudo, cuando estamos batallando con esta índole de inseguridad, hay muchas mentiras que se están infiltrando a nuestras mentes. Si no tenemos cuidado, seguimos el hilo de esas mentiras y terminamos aún más desanimados.
1. ¿En qué o quién estoy buscando mi importancia?
A veces, cuando siento esta inseguridad, es claro que estoy buscando mi importancia en la afirmación de otros. Cuando no recibo la afirmación de los demás como quisiera, llego a sentirme solo. A medida que medito en las personas o circunstancias que no me dan lo que quiero, debería evaluar si ellas realmente son un fundamento seguro sobre el cual edificar mi significado.
La Biblia tiene un nombre para esta lucha: temor al hombre. El temor al hombre es un anhelo profundo por aceptación, respeto, y afirmación de las personas. La Biblia está llena de advertencias sobre esto y nos llama constantemente a temer a Dios y no al hombre.
El temor al hombre es un anhelo profundo por aceptación, respeto, y afirmación de las personas.
Mateo 10:26-28 dice lo siguiente:
“Así que no les tengan miedo, porque nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse. Lo que les digo en la oscuridad, háblenlo en la luz; y lo que oyen al oído, proclámenlo desde las azoteas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno”.
Jesús está hablando en el contexto de la persecución, pero hay una aplicación muy clara al temor común al hombre. Él anima a sus discípulos a no ajustarse, a no cambiar con base en la opinión de las personas.
Seamos sinceros: las personas son caprichosas. Un día les caes bien, otro día no. Un día eres su mejor amigo, y otro día no. Si multiplicamos este fenómeno por todas las personas con quienes interactuamos, nos podríamos volver locos intentando complacer a todos. Si las personas son el fundamento de nuestra importancia, estaremos peleando una batalla que no tiene una meta clara.
Si las personas son el fundamento de nuestra importancia, estaremos peleando una batalla que no tiene una meta clara.
Al contrario, Dios no es caprichoso. Él ha establecido claramente qué tipo de vida le complace y cual no. Sus estándares son claros. No solo eso, Dios es el único quien realmente demanda algo de nuestra vida. Él es el que nos juzga, no el hombre. Si Dios no es nuestro estándar de importancia, seguiremos abrumados y desanimados como si estuviéramos persiguiendo el viento.
Además, el que está en Cristo sabe precisamente lo que Dios piensa de ellos. Sofonías 3:17 es cierto para el creyente:
“El Señor tu Dios está en medio de ti, Guerrero victorioso; Se gozará en ti con alegría, En Su amor guardará silencio, Se regocijará por ti con cantos de júbilo”.
Dios se goza en los que le pertenecen. Él se regocija en su amor por nosotros. No por algo en nosotros, sino simple y sencillamente para la alabanza de su propia gloria.
2. ¿Qué tipo de importancia estas buscando?
A veces, el tipo de importancia que buscamos no le corresponde al hombre. Cuando siento que quiero ser importante, se me ha olvidado lo insignificante que realmente soy.
Salmo 8:3-4 nos recuerda:
“Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos ,La luna y las estrellas que Tú has establecido, Digo: ¿Qué es el hombre para que Te acuerdes de él, Y el hijo del hombre para que lo cuides?”.
En comparación a Dios, el hombre es nada. A veces nuestro anhelo de importancia es un anhelo de ser como Dios que nace del orgullo, incapaz de entender por qué no recibimos el reconocimiento que anhelamos. En ese sentido, el anhelo como tal es pecaminoso ya que fuimos hechos de la tierra y a la tierra volveremos.
A veces nuestro anhelo de importancia es un anhelo de ser como Dios que nace del orgullo, incapaz de entender por qué no recibimos el reconocimiento que anhelamos.
3. ¿Sé quién me hizo y a dónde voy?
Sin embargo, a veces nuestro desánimo realmente de debe a que las personas nos han menospreciado. Todos vivimos ensimismados. Por el egocentrismo del corazón humano, muchos no nos tratarán con la dignidad que deberían.
Aquí es donde necesitamos recordar que nuestro sentido de importancia no puede venir de las personas. Dios nos ha creado. El salmo 139 es una oración del rey David que resalta precisamente este punto.
En los versículos 5-6, él dice:
“Por detrás y por delante me has cercado, Y Tu mano pusiste sobre mí. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; Es muy elevado, no lo puedo alcanzar”.
Dios te ha hecho. Si estás en Cristo, Él ha puesto Su mano sobre ti. Él te ha amado infinitamente y ha llenado todo vacío en tu corazón. Él está contigo, aún en el momento de mayor desánimo y menosprecio. No podemos ni tenemos que huir de Él.
Dios te ha hecho. Si estás en Cristo, Él ha puesto Su mano sobre ti. Él te ha amado infinitamente y ha llenado todo vacío en tu corazón.
Además, Él es nuestro fin. Cristo nos recuerda en Juan 14:3:
“Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también”.
El fin del seguidor de Jesús es poder gozar de Su presencia para siempre. Seremos recibidos en Sus brazos. Estos sentimientos de inseguridad y menosprecio son temporales, ya que hay una esperanza firme guardada para nosotros.
4. ¿Quiero hacer que el cielo sea aquí en la tierra?
Precisamente como mencionado arriba, hay una esperanza firme guardada para nosotros. Esto significa que es futura, no enteramente presente. Somos pecadores, interactuando con pecadores, en un mundo pecaminoso.
A veces nuestros sentimientos de desánimo resultan en querer reclamarle a Dios, ¿por qué me dejas sentir así? Lo que sucede en estos momentos es que evadimos lo que Dios está haciendo en nosotros, sin querer esperar lo que Dios hará en nosotros en el futuro.
5. ¿Es Cristo suficiente?
No hay mayor gozo que encontrarte en Cristo y poder disfrutar de Él, conocerlo, y atesorarlo.
Salmo 16:11 nos recuerda:
“Me darás a conocer la senda de la vida; En Tu presencia hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites para siempre”.
En Cristo encontramos no solo un poco de gozo, sino la plenitud de gozo. A su lado hay deleites para siempre. En mi propia vida, cuando quiero ser importante es porque me he olvidado que la fuente de todo gozo es Cristo. Estoy buscando cosas en la creación que solo Dios me puede dar. En estos momentos, más que nunca, necesito recordar que Cristo es suficiente.
Este artículo fue publicado originalmente en el blog de Justin Burkholder
Comparte en las redes