Hay pocas cosas en el mundo que son más complejas que el matrimonio. Esto no es porque el matrimonio en sí sea algo difícil de entender, sino porque donde sea que haya seres humanos, las cosas se complican. Esto es debido a nuestro pecado y a que todos tenemos nuestras propias ideas de cómo debería funcionar el mundo.
Además, el matrimonio es una relación como ninguna otra en el mundo. Dos personas se están uniendo para ser una sola carne. Si hay conflicto en varias áreas de nuestras vidas, ¿cuánto más puede haber cuando dos personas intentan ser una?
1. Eres un pecador casado con otro pecador
Muchos de nosotros estamos convencidos del pecado de nuestra pareja, pero no del nuestro. Mantener esta verdad presente nos ayuda a tener un equilibrio humilde en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y a nuestros cónyuges.
Primero, no siempre tengo la razón, ya que soy un pecador. Además, puede ser que cuando creo tener la razón, solo estoy buscando defender mis propios fines egocéntricos. Mi pecado está tan arraigado que no quiero servir a mi esposa, solo quiero ganar una discusión.
Segundo, mi pareja tampoco es perfecta. Mi cónyuge no puede suplir los deseos más profundos de mis corazón. Va a fallar, y aún, va a fallar fuertemente. La perfección es algo que ninguno de nosotros puede cumplir.
Mi cónyuge no puede suplir los deseos más profundos de mis corazón.
2. Estás llevando tu matrimonio en un mundo manchado por el pecado
No solo somos pecadores, sino que también estamos llevando nuestros matrimonios en un mundo dañado por el pecado. Es importante reconocer esto porque nuestro matrimonio no es una relación encerrada sin ningún impacto externo.
A veces, la razón por la que se enoja un esposo no es por causa de su esposa, sino porque alguien lo maltrató en el trabajo. A veces, la razón por la que una esposa no tiene paciencia con su esposo es porque tuvo problemas con algún familiar.
El pecado de otras personas tendrá un impacto sobre nuestra relación. Recordando esta verdad, podremos responder con más gracia a nuestro cónyuge.
3. Dios es fiel, generoso, y poderoso
Hasta aquí, parece que no hay esperanza para el matrimonio. Si llevar un matrimonio exitoso dependiera de nosotros, ¡seguro que esos dos primeros puntos serían suficientes para desanimarnos al contemplar la opción del matrimonio!
Pero hay buenas noticias. Dios está muy interesado en matrimonios buenos y saludables. De hecho, aunque otras relaciones apuntan al evangelio, la Biblia menciona específicamente como el matrimonio fue diseñado con el propósito de exponer el misterio del evangelio (Ef. 5).
Para quienes estamos en Cristo, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para caminar en santidad (2 Pe. 1:3). Él es fiel con nosotros, generoso en su gracia, y poderoso para transformar nuestros corazones. Por lo tanto, nuestro matrimonio será más exitoso a la medida que buscamos primero de Dios. Lo esencial en todo matrimonio es que ambos, esposo y esposa, cultiven intimidad con Dios y aprendan a ser obediente a Él.
Lo esencial en todo matrimonio es que ambos, esposo y esposa, cultiven intimidad con Dios y aprendan a ser obediente a Él.
Los matrimonios exitosos son muestras de la fidelidad de Dios. Si no fuera por Él, nuestro propio pecado y el pecado de este mundo hubieran destruido la institución del matrimonio por completo
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