Koinonía.

Suena extraño, ¿no? Como un nombre que sacarías en esos juegos de Entérate cuál es tu nombre de Star Wars, o algo así.

Es una palabra griega del Nuevo Testamento que se ha usa comúnmente en algunas iglesias para intentar enseñar un concepto bíblico. Creo que entiendo por qué se ha empezado a utilizar. Koinonía significa comunidad, asociación, o comunión; pero estas palabras, en especial «comunión», han sido malentendidos y exprimidos.

Por ejemplo, si tu pastor habla de la necesidad de «tener comunión» con hermanos en Cristo, ¿qué significa eso para ti? ¿Pizza y película? ¿Salir a evangelizar juntos? ¿Quedarnos después del culto a comer? Tu respuesta depende mucho de cómo se hacen las cosas en las iglesias a las cuales has asistido.

Cuando piensas en tu iglesia, ¿qué palabras o actividades vienen a tu mente? Aburrimiento, adoración, Biblia, pleitos, obligación, predicación, amigos, diezmo, religión, servicio, PROBLEMAS… pudieran ser algunas.

¿Vas a la iglesia para conseguir algo? ¿Crees que debes poder encontrar una iglesia donde todo se hace según tus gustos?

Esta publicación es parte de una serie sobre las disciplinas espirituales. Hemos visto que al recordar en quién nos vamos a convertir, nos disciplinamos hacia ser transformadas a la imagen de Cristo por medio de ingerir Su Palabra y orar. Pero, ¿qué tiene que ver la iglesia con las disciplinas espirituales? La iglesia es un lugar donde asisto para que Dios me bendiga y para que otros me sirvan, ¿no?

¡No! La disciplina de ser parte de una iglesia es «tener a Cristo en común» con mis hermanos (citando a David Mathis en su excelente libro Hábitos de Gracia). La iglesia no es un servicio de spa espiritual; es una comunidad cristiana donde se estimula al amor y las buenas obras (Heb. 10:24-25).

Quiero compartirte varias maneras en las que tú necesitas considerar a la iglesia y la Koinonía como una disciplina espiritual:

1. Necesitas la instrucción clara y regular de la Palabra de personas que te conocen.

Tú puedes escuchar un montón de podcasts con enseñanza excelente, leer mucho material bíblico en línea, leer tu biblia todos los días, pero aún así no es suficiente. Tú necesitas la disciplina de someterte a la predicación de hombres fieles a la Palabra de Dios a quienes tú conoces y que te conocen a ti. Necesitas estar en un grupo de jóvenes o mujeres con creyentes que te conocen. Ellos te pueden pedir cuentas por lo que están aprendiendo juntos.

Es importante entender que la disciplina de estar en la Palabra personalmente, y la disciplina de estar escuchando la Palabra en la iglesia suplen necesidades diferentes. No funcionan por separado completamente, pero no funcionan el uno sin el otro. No puedes excusar tu falta de asistencia a la iglesia (o el evitar escuchar el sermón porque quieres estar sirviendo en otra área durante cada culto) diciendo que ya leíste tu Biblia esta semana, así que estás bien. Escuchar la Palabra predicada el domingo, y expuesta en un estudio bíblico entre semana, aumentará tu entendimiento en casa cuando lees, y viceversa. Ambos son necesarios, y se alimentan entre sí.

2. Necesitas practicar la obediencia constante de asistencia y participación fiel.

Una de las maneras que practicamos Koinonía con nuestros hermanos es cuando nos negamos a nosotras mismas –y nuestro deseo de quedarnos en la cama, o de hacer alguna actividad familiar o recreativa– y vamos a la iglesia. Declaramos nuestra lealtad y obediencia a Dios, y animamos a otros hermanos al hacerlo. Testificamos a los inconversos del valor que tiene Dios, su Palabra, y su Iglesia en nuestras vidas. La iglesia es una disciplina espiritual porque me entrena a constantemente negarme mis deseos y obedecer al asistir, servir, y ayudar a hermanos necesitados.

3. Necesitas experimentar la santificación progresiva junto a otros hermanos.

La Koinonía no siempre es placentera. Estamos hablando de pecadores de diferentes edades, trasfondos, personalidades y debilidades, que están formando un solo cuerpo de creyentes en una iglesia local. ¡La persona que piense que no debe haber problemas no es muy realista! Dios quiere utilizar el roce constante con otros pecadores redimidos –que van progresando hacia la santificación que un día experimentarán por completo en sus cuerpos glorificados– para revelar el pecado que nos estorba. En otras palabras, los miembros de tu iglesia local son instrumentos escogidos por Dios para ayudarte a crecer cada día.

4. Necesitas los dones de tus hermanos en Cristo y ellos necesitan los tuyos.

Puedo escuchar a algunas de ustedes pensando, «pero es que yo realmente no tengo dones». ¡No te creas esa mentira! Haz un estudio personal de los dones espirituales en el Nuevo Testamento, y pasa tiempo en oración pidiendo que Dios te ayude a entender cómo Él obra por medio de los dones de cada miembro. Los dones no solo son de enseñanza o de música. También hay dones de misericordia, generosidad, compasión, servicio, etc. Dios te ha puesto en un cuerpo local de creyentes donde tú eres quizá el tobillo, o una costilla. Sin el servicio y ánimo que puedes contribuir, ese cuerpo no está completo. Recuerda que esto significa que tú también necesitas de otros hermanos. Necesitas ser ministrada por la enseñanza, el ánimo, la reprensión, y el amor de todos los demás.

Más que darte información, he querido convencerte y animarte a considerar tu actitud y perspectiva de iglesia. Si hasta ahora la has visto como un lugar para conseguir algo, ¿por qué no empiezas a orar que Dios te dé un corazón que quiere dar y servir? Si normalmente has visto a la iglesia como una obligación o deber, ¿por qué no le pides a Dios un gozo y deleite en ser parte de un cuerpo que tiene a Cristo como su cabeza? Si te caracterizas por criticar y desesperarte con otros hermanos, ¿por qué no buscas apreciar los dones de los otros miembros de tu cuerpo local, y empieces a orar por sus necesidades?

¡Que Dios nos ayude a deleitarnos en este maravilloso regalo que es la iglesia!

Publicado originalmente en Palabra y Gracia.


Cultura de cuidado

En “Cultura de cuidado en la iglesia”, Dale Johnson destaca que la iglesia sigue siendo esencial para brindar esperanza y sanidad duraderas a quienes enfrentan trastornos y problemas modernos. El libro capacita a líderes eclesiásticos para abordar con confianza las necesidades, eliminando el estigma de la salud mental y presentando la iglesia como el refugio principal para encontrar respuestas a problemas arraigados, utilizando la oración, la Palabra, el Espíritu Santo y la comunidad cristiana.


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