“He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” ( Job 13:15a).

¿Alguna vez alguien ha sufrido tanto como Job? Este hombre, a quien Dios describe como “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal” ( Job 1:8), inesperada y repentinamente perdió sus riquezas, su posición social en la comunidad y su familia (1:13-19). Sus hijos adultos a quienes él había criado y amado desde que nacieron, murieron todos juntos en un instante. Asimismo, sus siervos fueron muertos por merodeadores y muchos de sus bienes terrenales fueron robados o destruidos. Todo perdido en un instante. Para colmo, Job fue afligido con llagas dolorosas “desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza” (2:7). Job sufrió fiebre (30:30), pesadillas (7:14), insomnio (7:4) y estaba demacrado (19:20). ¿Puedes imaginarte la miseria, el dolor y la soledad que experimentaba? Cuando los amigos de Job llegan, él se ve tan desfigurado por el daño físico y emocional que no lo reconocieron (2:12).

El remedio ante el sufrimiento

Lo antes descrito es sufrimiento intenso y, mientras que la experiencia de Job pueda ser extrema, no es única. Como resultado de la Caída (Gn. 3:1-19), fracaso, pérdida, enfermedad y muerte son todos parte de la experiencia humana. Job mismo dice: “El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores” ( Job 14:1). Como Job, el ser humano a menudo no entiende la razón de su sufrimiento. Tal vez cuestiona a Dios, busca respuestas o busca consejo de otras personas, pero muchas veces no hay una pronta explicación. ¡El ser humano vive, sufre y luego muere! El cristianismo a menudo se representa como una experiencia de mendigo a millonario, pero surge la pregunta: ¿puedes confiar en Dios cuando tu vida no funciona así, cuando pierdes a tu familia o tu salud? En otras palabras, ¿puedes confiar en Dios cuando la vida duele? ¡El libro de Job responde a estas preguntas con un sí rotundo! De hecho, Job te recuerda que confiar en Dios es el único y verdadero remedio para los dolores y sufrimientos de la vida.

Mientras que Job sí cuestiona los motivos de Dios —una cosa por la cual se arrepiente después (42:1-6)—, nunca deja de confiar en él. Después de recibir las horrorosas noticias de la muerte de sus hijos y la pérdida de sus posesiones, Job se postró en tierra y adoró diciendo: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (1:21). Mientras sufre de llagas malignas y su esposa le anima a maldecir a Dios y morir, Job responde: “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto” —el texto dice— “no pecó Job con sus labios” (2:9-10). Y, en lo que posiblemente sea la declaración de fe más poderosa del libro, Job dice: “aunque él me matare, en él esperaré” (13:15). En otras palabras, nada que pudiera sucederle en esta vida haría que volviera su corazón de Dios. Ni dolor, ni pérdida, ni aun la muerte pudieron disuadirlo. Su fe en Dios era inquebrantable.

La confiabilidad de Dios

Sin embargo, el propósito primario del libro de Job no es presentar a Job como un hombre de fe excepcional, sino realzar la confiabilidad de Dios, aun en medio del sufrimiento. Durante treinta y tres capítulos (4-37), Job y sus amigos participan en un dialogo polémico acerca de los motivos y propósitos de Dios detrás del sufrimiento de Job. Elifaz, Bildad y Zofar acusaron a Job de iniquidad y habían determinado que él simplemente estaba recibiendo la ira de Dios ( Job 4-5, 8, 11, 15, 18, 20, 22, 25). La ira de Dios se encendió a causa del consejo de ellos y finalmente los manda a Job para que él ore por ellos para que sean perdonados (42:7-8). En contraste, Job defiende su propia justicia mientras cuestiona a Dios acerca de la naturaleza de su sufrimiento ( Job 3, 6-7, 9-10, 16-17, 19, 23-24, 26-31). 

Cuando Dios finalmente habla con Job (38:1–40:2; 40:6–41:34), aunque parece raro, no justifica sus acciones. No contesta las preguntas de Job ni busca satisfacer su curiosidad. Más bien, mediante una larga sarta de preguntas directas, Dios le recuerda a Job que solo él es eterno, grande, poderoso y sabio: “¿Dónde estabas tú [ Job] cuando yo fundaba la tierra?” (38:4); “¿[has] considerado tú hasta las anchuras de la tierra?” (38:18); y finalmente, “¿[es] sabiduría contender con el Omnipotente?” (40:2). Con dicha conversación, Dios enseña a Job acerca de su absoluta confiabilidad. Por eso Job declara confiadamente: “Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (42:1). Mediante esta experiencia Job adquirió más que confianza en la persona de Dios y también profundizó su relación con él. Solo así se explica que pudo confesar lo siguiente: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (42:5). A través de su sufrimiento, Job pudo experimentar a Dios en maneras que le eran desconocidas anteriormente. Ahora podía entender más y confiar más.

Finalmente, la fidelidad de Dios se revela por medio de la promesa de un futuro Redentor. Múltiples veces en el libro, Job anhela encontrar un mediador, un abogado (árbitro) que defendiera su caso y lograra misericordia y restauración (5:1; 9:33; 16:21). Sin embargo, con palabras de esperanza profética Job declara: “Yo sé que mi Redentor vive” (19:25). Como creyentes neotestamentarios, podemos identificar a ese Redentor al que Job apuntó. Es Jesucristo, el eterno Hijo de Dios, quien sufrió —aun más que Job— para redimirnos y llevarnos a Dios (1 P. 3:18). Este es el mensaje de Job. Aun cuando la vida duela, podemos poner nuestra confianza en Dios.

Para reflexionar

Debido al pecado, esta vida es dura. Hay tribulación y prueba; sin embargo, no estás solo. Cristo murió por ti, pagando por tu pecado y haciéndote suyo. Él te entiende y estará a tu lado siempre.


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