Durante el retiro anual de Bob Jones University de 2019 el enfoque de ese año fue sobre dar a los alumnos un “vistazo privilegiado” en la vida de un ministro del evangelio. Las sesiones se caracterizaban por una abundancia de sinceramiento y vulnerabilidad. Sin abrumar a los alumnos, es muy saludable moverlos de la teoría del aula a la práctica, a veces complicada, del ministerio de la iglesia local.

Al respecto, mi esposa y yo dirigimos un taller titulado “Calibrando las expectativas del ministerio con la realidad del ministerio”. Nuestra preocupación era que cuando nuestra visión de ministerio no se alinea con la realidad, nos exponemos al desánimo. Y nadie necesita ayuda para desanimarse. Con eso en mente, abajo reelaboro algunos de mis pensamientos del taller. Espero que sean útiles para futuros ministros y actuales, y para aquellos a quienes sirven.

Mantente flexible

Los libros sobre la administración eclesiástica hacen hincapié en el desarrollo de declaraciones de objetivos y planes estratégicos, y estos son herramientas útiles para hacer que una iglesia siga adelante en la dirección correcta. Pero, cuando se llega al meollo del ministerio, ¿qué se puede encontrar en las páginas del Nuevo Testamento? Mientras que líderes como Pedro y Pablo mantuvieron un enfoque resuelto en cuanto a hacer y madurar discípulos, las circunstancias y detalles de sus ministerios eran algo fluidos. Puertas abiertas aquí, puertas cerradas allá. Un tiempo breve aquí, un tiempo más prolongado allá, y luego al próximo lugar. A veces, bivocacionales, otras veces dependían más del apoyo financiero de iglesias, y en otras ocasiones padecían hambre. Busca estas dinámicos la próxima vez que leas el libro de los Hechos.

Aun al respecto de iglesias individuales, problemas de desarrollo, controversias, cambios de liderazgo, persecución e idiosincrasias locales dieron lugar a enfoques que podrían no funcionar muy bien si se juzgan por los modelos comerciales modernos. Busca estas dinámicas la próxima vez que leas las Epístolas. No justifican una administración mediocre, pero animan algo de flexibilidad.

A eso se suman los misterios de la providencia de Dios. A menudo, Sus caminos no tienen mucho sentido según las definiciones humanas de efectividad y eficiencia. ¿Por qué, por ejemplo, tengo amigos que pasaron años aprendiendo español para servir como misioneros en América Latina, mientras que yo crecí bilingüe pero ministro como profesor de seminario y pastor en los EE. UU.? Parece un poco loco, especialmente cuando regreso de un viaje misionero y veo de nuevo las necesidades y oportunidades en el extranjero. Sin mencionar el atractivo de los tacos o tostones. Sin embargo, lo mejor que puedo decir es que estoy siguiendo el liderazgo del Señor hasta este punto en mi vida. Y cada ministro tiene que estar preparado para lo inesperado en la voluntad de Dios.

Acepta tu debilidad

Cuando yo estaba en la universidad, tomé un curso que trató de “la gloria del ministerio”. En realidad, el antiguo A.T. Robertson escribió un libro con ese título. La idea de la gloria del ministerio del evangelio es bíblica, y destaca el privilegio incalculable de proclamar a Cristo y Su salvación. Pablo habla de esta manera en 2 Corintios 3.

Sin embargo, este énfasis pudiera ocultar otras cosas que el apóstol dice en 2 Corintios. El tesoro del evangelio reside en vasos de barro, personas que son atribulados pero no angustiados; en apuros, más no desesperados (4:7ss). Tales paradojas caracterizan las vidas de los portavoces de Cristo. ¿Se recomiendan a sí mismos por calamidades (6:4)? ¿Entristecidos, más siempre gozosos (6:10)? ¿Y, luego, Dios le da a Pablo un aguijón en la carne para mantenerlo humilde (12:7)?

Sí. Aún no he hallado un versículo que insta a los líderes cristianos: ¡Jamás dejes que te vean preocuparte”. Al contrario, aquí hay otro principio del ministerio que no suena como un buen consejo para los negocios: la debilidad es buena porque te hace depender de la fortaleza del Todopoderoso. Después de pastorear por un tiempo, desarrollarás cierto nivel de comodidad con tus responsabilidades. Puedes sentirte cómodo predicando en particular. De hecho, he descubierto que la naturaleza algo guionizada de la predicación la hace una de las partes más fáciles del ministerio. 

Lo que realmente hace que uno sienta su debilidad son los momentos inesperados: incrédulos que rechazan el evangelio; creyentes que no toman un paso de crecimiento que obviamente necesitan; tensiones que vuelven a surgir no importa cuánto tratas de ser un pacificador; desafíos al colaborar con otros líderes; situaciones complicadas de disciplina en la iglesia; y todo aquello mientras luchas con tus propios fracasos y desilusiones. Estas son las cosas que te hacen caer al suelo clamando: “Señor, ¿qué debo hacer?”.

Y eso es precisamente cómo Dios da muerte a tu perfeccionismo. Eso es cómo te deshabitúa de tu independencia y pretensiones mesiánicas. Eso es cómo Él te orienta a encontrar tu identidad y satisfacción en Él en vez de en tu ministerio. Si realmente deseas conocer la verdadera humildad, lee el libro por Paul Tripp “El llamamiento peligroso”.

Desarrollar el corazón de pastor

En su obra clásica El ministro como pastor, Charles Jefferson describió “los sentimientos contemplados por varios hombres jóvenes que entraban al ministerio”:

Dicen abiertamente que desprecian el tra­bajo pastoral. Disfrutan del estudio, aman los libros, se deleitan en la predicación. Pero, en lo que tiene que ver con pastorear a las ovejas, su alma lo aborrece. Les gusta sentir que tienen dones especiales para el púlpito. Cuando sus amigos les profetizan una gloriosa carrera en el púlpito, sus corazones cantan. Se dice que la labor del pastor era una abominación para los antiguos egip­cios, y lo mismo les ocurre a todos los faraones de los púlpitos que están interesados en construir pirámides con palabras elo­cuentes… Los jóvenes, si están intelectualmente alerta, se interesan más en las ideas que en los hombres (18-19).

Tal vez el hermano Charles estaba siendo un poco duro. He aquí una manera más suave para exponer la idea ante mis alumnos: La predicación es central al ministerio, pero el ministerio no se trata totalmente de la predicación. ¿De qué más trata?

•  Animar y aconsejar al pueblo de Dios a través de una variedad de cuestiones desconcertantes; cualquier cosa desde la seguridad de la salvación hasta dilemas éticos, adicciones, problemas maritales, infertilidad, adopción, hijos rebeldes, problemas financieros, crisis médicas, soledad, culpabilidad, depresión. Además de tener una montaña rusa de emociones junto a ellas, y reconociendo que no tienes todas las respuestas. En un sentido importante, el trabajo del pastor no es arreglar todas las cosas, y los miembros de la iglesia necesitan ajustar sus propias expectativas al respecto. Por otro lado, un pastor hace lo que pueda para administrar sanidad a las ovejas heridas.

•  Perseverar a través de tediosas juntas de liderazgo hasta altas horas de la noche, discutiendo asuntos tan significantivos como la filosofía del ministerio y misioneros potenciales hasta temas tan rutinarios como colores de pintura, sistemas de aire acondicionado y permisos de construcción.

•  Evangelizar a alguien en múltiples ocasiones y luchar en cuanto a continuar instándoles versus simplemente orar para que el Espíritu Santo abra sus ojos.

•  O, lo que en estos últimos días me ha atañido: arrodillarme al lado de la cama en un asilo para ancianos, cantar yo solo “Sublime Gracia” para una creyente con unos noventa y tantos años, una ex misionera cuyo esposo fue sepultado hace unos seis meses. Ella falleció el domingo por la noche, y ahora mi mente está pensando en su funeral.

Estas son algunas de las cosas específicas involucradas en la obra de pastorear una congregación. Además, hay las generalidades continuas. Al procurar sostener relaciones pastorales positivas, navegas por una notable diversidad notable de peculiaridades de personalidad y consciencias y preferencias individuales (además de las tuyas por supuetso). Tal vez te malentiendan y malinterpreten; tal vez porque no te comunicaste bien, tal vez no. A menudo, luchas con cuál batalla vale la pena luchar y cuáles asuntos debes dejar, por el momento, tal vez. Anhelas la unidad en la iglesia, así como el progreso, así que buscas tanto consenso como sea posible. Y eso lleva tiempo, tal vez mucho tiempo. Pero, así como con la santificación progresiva del creyente individual, puedes aprender que la santificación progresiva corporal requiere más tiempo del que esperaras o te gustaría.

Ánimos a través del camino

Tales son las realidades del ministerio, la clase de cosas que no se pueden aprender totalmente en el seminario. Solo cuando experimentes el ministerio puedes apreciar completamente sus alegrías también. Algunos son pequeñas, pero las ves como empujones divinos para que prosigas hacia la meta. Una madre joven con gratitud te envía una foto de ti sobre tus rodillas hablando con el hijo pequeño de ella. Te dan un aumento de sueldo inesperado. Alguien siente el llamado a un proyecto en particular y lo lleva unos cuantos pasos adelante en un lapso de meses.

Luego, hay las bendiciones más sustanciales. Un miembro de la iglesia te dice cómo Dios usó cierto sermón para profundizar su relación con Él. Otro te asegura de sus oraciones regulares por ti y tu familia. Un aconsejado muestra señales concretas de progreso. Alguien te envía un correo electrónico que te agradece en detalle por tu inversión a largo plazo en su vida. 

Y para estas cosas, ¿quién está capacitado?

Este artículo fue publicado originalmente en Theology in 3D.


Más allá…

La aplicación bíblica ha sufrido de varias maneras en la iglesia, ha pasado por todo, desde el descuido, el abuso y hasta el rechazo. Como respuesta ante tales desafíos, Más allá del capítulo y el versículo nos brinda fundamentos bíblicos para poner en práctica la aplicación, y luego propone un método bíblicamente coherente para la misma.


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