Desde el tiempo de la Reforma, los cristianos han resumido sus creencias sobre la Biblia en cuatro palabras. Estos atributos de las Escrituras son la suficiencia, claridad, autoridad y necesidad.
1. La suficiencia de las Escrituras significa que la Biblia contiene todo lo que necesitamos saber para la salvación y para vivir de una manera que agrade a Dios (2 P 1:3). No se necesita añadir nada para suplir alguna carencia. Es un documento acabado y completo que comunica todo lo que los cristianos necesitan saber sobre Dios para estar correctamente relacionados con Él y para vivir vidas piadosas en este mundo (2 Tim. 3:16-17).
La suficiencia también significa que la Escritura es la palabra final de Dios (He. 1:1-2). Así como Jesús es la revelación final y la Palabra viva de Dios, la Biblia declara objetivamente todo lo que Dios quiere que sepamos sobre Él. Por eso, nada puede ser añadido ni eliminado de la Biblia (Ap. 22:18-19). Aunque la tradición puede ayudarnos a entender cómo los cristianos fieles del pasado han comprendido las Escrituras, y nos da un patrón para una vida cristiana fiel, la Biblia es el árbitro final de la verdad.
2. La claridad de las Escrituras significa que la enseñanza de las Escrituras sobre la salvación y la vida piadosa puede ser entendida por todos los que buscan estudiarla con fe. Esto no significa que todo en las Escrituras sea igualmente claro, ya que hay algunas partes que son difíciles de comprender. Sin embargo, sí significa que Dios no ha ocultado el significado de su revelación detrás de un lenguaje vago y esotérico. La mayor parte de la Biblia está escrita en un lenguaje bastante claro y directo. Se la representa como una lámpara que ilumina el camino (Sal. 119:105), guiando claramente hacia la verdad y el entendimiento.
La claridad también significa que no necesitamos un experto religioso para interpretar la Biblia por nosotros. Cada cristiano posee el Espíritu Santo, que nos guía hacia la verdad (Jn. 16:13). Esto no significa que podamos determinar el significado de la Biblia por nosotros mismos, o que no necesitemos construir sobre la comprensión teológica de los cristianos del pasado, sino que la Biblia no es incomprensible para nosotros a menos que un sacerdote o autoridad religiosa nos diga lo que significa.
3. La autoridad de las Escrituras significa que la Biblia es una revelación de Dios mismo, y que estamos obligados a escucharla y obedecerla. Todo lo que la Biblia dice es la verdad, y debe arbitrar entre las afirmaciones de verdad en competencia. Esto no significa que otros esfuerzos humanos no nos ayuden a conocer nuestro mundo, pero si contradicen una declaración clara de las Escrituras, la determinación de la verdad recae en las Escrituras. La razón de esto es que la Biblia es la misma Palabra de Dios, por lo que posee la autoridad de Dios mismo.
La autoridad de las Escrituras implica que también son confiables, sin error y fiables. Esto ha sido desafiado de muchas maneras por la ciencia, la historia, la arqueología, la filosofía y otros, pero la Biblia siempre ha demostrado estar a la altura del escrutinio de la mente humana. Los incrédulos quieren elevar su propia razón y autoridad sobre la Biblia, pero esto les ha fallado cada vez. Todo lo que el hombre considera más sabio que Dios se muestra como necedad (1 Co. 1:18-21).
4. La necesidad de las Escrituras significa que, si Dios no se revelara a nosotros no podríamos conocerle. Aunque muchas cosas sobre Dios pueden conocerse por revelación general, lo que se puede ver en el orden creado (Ro. 1:19-20), las Escrituras son necesarias para que sepamos que Jesús murió y resucitó para salvarnos. Dios es divino, perfecto e infinito. Nosotros somos criaturas, caídos y finitos. Dios es tan diferente de nosotros que no tendríamos manera de conocerlo. Pero Dios mostró gracia al revelarse para que pudiéramos ser restaurados hacia Él. Dios nos ha hablado de una manera clara, traducible, objetiva y capaz de ser preservada.
Si Dios no se hubiera revelado en la Biblia, no podríamos conocer toda la historia de la redención que Él ha obrado a nuestro favor. Porque Él nos ha dado Su Palabra, podemos conocer la plena riqueza de Su don de salvación a través de Cristo. La necesidad de la Palabra de Dios para la salvación significa que, a menos que alguien lleve la Palabra de Dios a los incrédulos, no sabrán cómo ser salvos (Ro. 10:13-15).
Conclusión
Para que podamos defender la fe cristiana, debemos saber lo que la Biblia enseña sobre sí misma y lo que los cristianos siempre han creído sobre ella. La Biblia es la base de todo lo que creemos y sirve como fundamento para todo lo que llamamos conocimiento. Es importante que comprendamos firmemente la verdad sobre las Escrituras, especialmente a la luz de los muchos conceptos erróneos y desafíos planteados contra su fiabilidad.
Además, es importante que los cristianos lean y conozcan la Biblia a nivel personal. No sirve de nada defender la fe cristiana, compartir el evangelio y proclamar la verdad de la Biblia si no la estamos leyendo y meditando diariamente nosotros mismos. La Biblia no es un libro de hechos para memorizar; es la revelación del Dios vivo que debe ser entendida, creída y vivida. Solo entonces tendrá el efecto transformador que está destinada a tener. Las Escrituras transforman más que solo nuestro conocimiento; renuevan completamente nuestros corazones y mentes, nuestras palabras y acciones, y nuestro ser entero.
Esta es una razón por la cual una de las mejores maneras de convertirse en un buen apologista y evangelista es conocer las Escrituras y la sana doctrina a fondo. Cuando comemos, dormimos y respiramos las Escrituras, nuestros sentidos se agudizan para discernir y refutar argumentos que son falsos e idólatras (He. 5:11-14). El Espíritu Santo usa nuestro conocimiento de las Escrituras para dar a nuestras mentes la habilidad aguda de saber qué decir en el momento adecuado. Al considerar el papel de la Biblia en la apologética, espero que te conviertas en un apologista completamente bíblico.
Este post fue publicado originalmente en Apologetics for the Church.
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