En la primera parte de este artículo comenzamos a explorar por qué es tan valioso estudiar la historia de la Iglesia, observando cinco razones fundamentales que nos ayudan a apreciar la fidelidad de Dios a través de los siglos. En esta segunda y última parte, quiero presentarte las otras cinco razones que completan este recorrido. Algunas de ellas nos animarán profundamente al considerar los ejemplos de fidelidad del pasado, mientras que otras nos advertirán con sobriedad sobre los errores que debemos evitar. Espero que al meditar en estas verdades, tu aprecio por la historia de la Iglesia se profundice y tu compromiso con el evangelio se fortalezca aún más.

6 Porque, mientras que somos animados por la historia de la verdad, también somos advertidos por la historia del error. Esto nos permite estar equipados como apologetas.

El Nuevo Testamento está lleno de advertencias sobre la falsa enseñanza, tanto refutándola en el primer siglo como advirtiendo que vendría en los siglos siguientes (Hch. 20:28-30; 1 Ti. 4:1). Cuando estudiamos la historia de la Iglesia, aprendemos no solo la historia de la verdad, sino también la historia del error. Vemos dónde se originaron las herejías y las sectas, además de que tenemos el beneficio de ver cómo se defiende la ortodoxia y se preserva la verdad.

El Nuevo Testamento llama a todos los cristianos a ser capaces de defender la fe (1 P. 3:15). Tito 1:8-10 exige igualmente que un anciano debe ser uno que retenga la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen. Esa es una cualidad que todos los creyentes deberían emular.

Cualquier defensa de la fe cristiana debe basarse en las Escrituras. Por lo que la historia de la Iglesia también sirve como una valiosa y suplementaria herramienta apologética. 

Por ejemplo, conocer un poco de historia de la Iglesia acalla rápidamente las acusaciones necias contra el cristianismo; es especialmente útil para dar testimonio a los católicos, musulmanes, mormones, testigos de Jehová y miembros de otros cultos pseudocristianos. Entender la historia de la Iglesia es incluso útil para defender áreas clave de la doctrina, y demostrar que una comprensión evangélica contemporánea de las Escrituras no se ha desviado de las enseñanzas de la iglesia apostólica.

7 Porque tenemos mucho que aprender de los que caminaron con Dios (cp. Hebreos 11).

En Hebreos 12:1 leemos acerca de «una gran nube de testigos»: creyentes de generaciones pasadas cuyas vidas dan testimonio de la fidelidad de Dios. Aunque el autor de Hebreos se refería específicamente a los santos del Antiguo Testamento (He. 11), los testimonios de todos los que nos han precedido son un poderoso estímulo para continuar siendo fieles.

La fidelidad al Señor, a Su Palabra y a Su pueblo, es lo que define a un héroe de la fe. También la historia de la Iglesia nos ofrece muchos hombres y mujeres fieles entre los cuales elegir. Sus vidas deberían inspirarnos, motivarnos y alentarnos a correr la carrera con paciencia. Su perspectiva centrada en el cielo nos recuerda que debemos mantener nuestros ojos en Cristo, el autor y perfeccionador de la fe. Como de manera célebre dijo C. S. Lewis: «Si lees la historia, descubrirás que los cristianos que más hicieron por el mundo actual fueron precisamente los que pensaron más en el mundo que estaba por venir». La recolección de este tipo de joyas devocionales comienza con la lectura de la historia de la Iglesia.

Los pastores experimentados hablan a menudo de identificar «mentores» en la historia de la Iglesia, cristianos fieles del pasado cuyas vidas han estudiado y desean emular. Esta es una práctica que todos los creyentes deberían considerar seriamente. En la opinión de este escritor, la biografía cristiana debería ser una parte básica de la dieta de lectura regular de cualquier creyente. Recomiendo encarecidamente leer al menos una biografía de historia de la Iglesia cada año. Esta simple práctica le animará e inspirará a continuar siendo fiel.

8 Porque al igual que podemos aprender de los buenos ejemplos de los cristianos fieles (véase la razón 7), también tenemos mucho que aprender de los que fracasaron en diversos momentos.

Es un dicho conocido, pero a menudo cierto: los que no conocen la historia están condenados a repetir los errores del pasado.

En la historia de la Iglesia vemos ejemplos de todo tipo de fracasos espirituales. Hay quienes se desviaron hacia la herejía, quienes dieron paso a la corrupción, quienes negaron la fe y quienes cayeron moralmente. Las vidas de estos individuos nos sirven de advertencia.

En 1 Corintios 10:1-13 el apóstol Pablo utiliza la ilustración negativa de los israelitas en el desierto para enseñar a sus lectores una importante lección espiritual. El ejemplo de Pablo sienta un precedente para la forma en que pensamos tanto en la historia bíblica como en la historia de la Iglesia.

Podemos aprender poderosas lecciones sobre aquello a evitar de cosas como: la entrada del paganismo en el cristianismo romano, la corrupción del papado, las Cruzadas, el desarrollo del liberalismo, etc. Aprender de los fracasos del pasado nos ayuda a no repetir esos mismos errores. 

La historia de la Iglesia es la prueba de que el fracaso espiritual puede llegar rápidamente con resultados devastadores, un punto ilustrado en el Nuevo Testamento por los gálatas, que fueron rápidamente tentados a abandonar el evangelio verdadero (Gá. 1:6-9).

Nos recuerda la necesidad de estar atentos, de vigilar de cerca nuestra vida y nuestra doctrina para no caer en trampas y en escollos similares.

9 Porque el estudio del pasado nos ayuda a comprender los recursos, las oportunidades y las libertades que disfrutamos en el presente.

A menudo damos por sentadas las bendiciones que disfrutamos al vivir en la era moderna. El estudio de la historia de la Iglesia nos recuerda los grandes sacrificios realizados y los retos a los que se enfrentaron las generaciones anteriores de creyentes. Esto aumenta nuestro agradecimiento por lo que tenemos, y nos motiva a ser buenos administradores de las increíbles oportunidades que Dios nos ha concedido.

La historia de la Biblia en español, por ejemplo, nos recuerda que debemos estar agradecidos por tener un ejemplar personal de la Palabra de Dios en nuestra propia lengua. La historia de la persecución nos anima en nuestra evangelización, ya que somos testigos de la fidelidad de los mártires y reconocemos lo únicas que son las libertades de las que disfrutamos. La historia de las misiones nos hace agradecer los avances en los viajes y la tecnología, al tiempo que nos inspira a hacer más en nuestro esfuerzo por alcanzar el mundo para Cristo.

También es interesante, como nota al margen, darse cuenta de que nuestra generación representa la primera en luchar realmente con las implicaciones de la era de la información para la Iglesia. En muchos sentidos, la tecnología moderna nos ofrece oportunidades que las generaciones anteriores nunca podrían haber imaginado. Pero estos avances también nos obligan a pensar cuidadosa y bíblicamente sobre la forma en que los utilizamos. Estamos sentando el precedente de la forma en que las generaciones futuras pensarán en la interacción de la Iglesia con la tecnología y los medios de comunicación.

10 Porque la historia da a los cristianos del siglo XXI una perspectiva correcta sobre su propio lugar en la era de la Iglesia.

    Es importante darse cuenta de que formamos parte de la historia de la Iglesia. Somos parte de la actual generación de creyentes, por tanto, tenemos la responsabilidad de guardar fielmente la verdad y transmitirla a los que vengan después de nosotros.

    Estudiar la historia de la Iglesia nos ayuda a reconocer que formamos parte de algo mucho más grande que nosotros mismos, que nuestra congregación local o incluso que el movimiento evangélico tal y como existe hoy. La historia del cristianismo abarca dos milenios, de los cuales nosotros no somos más que un parpadeo momentáneo.

    El estudio de la historia de la Iglesia también nos abre los ojos al hecho de que cada generación de creyentes se ve muy afectada por la época y la cultura en la que vive, de manera que ni siquiera ellos mismos se dan cuenta de los efectos. Podemos entonces, a su vez, preguntarnos qué impacto tiene nuestra cultura en nuestra propia aplicación de la verdad bíblica.

    Por último, y lo más importante, el estudio de la historia de la Iglesia nos ayuda a recordar que Cristo es el Señor de la Iglesia en todos los tiempos; y a recordarnos el gran privilegio que supone servirle. También nos motiva a esperar el día en que Él regrese y la historia de la Iglesia llegue oficialmente a su fin.

    Este post es un extracto de libro Precursores de la fe, publicado por Editorial EBI.


    Precursores de la fe

    Cuando conocemos el legado de nuestra herencia cristiana, conectamos nuestras historias con las de los creyentes fieles que nos han precedido.

    Aprenda cómo su fe se apoya en los hombros de gigantes como Atanasio, Agustín y Wycliffe. Más que un recurso didáctico, Precursores de la fe sirve de estímulo espiritual al recordar el legado de fidelidad de Dios a Su pueblo.


    Comparte en las redes