En la actualidad, se está poniendo en marcha algo muy oscuro, las Monedas Digitales de Banca Central (CBDC por sus siglas en inglés). Digo que es oscuro porque son monedas que los bancos centrales emiten y tienen registro y control de todo lo que ocurre con ellas. Es decir, ellos sabrán cómo y en qué se emplean exactamente, y no solamente eso, además son programables. Los gobernantes tendrán el control total sobre ellas, y podrán decidir si las monedas tienen fecha de caducidad para incentivar el gasto, si solamente se podrán adquirir determinados bienes con ellas o si los «malos ciudadanos» (según sus criterios) verán mermada, o incluso eliminada, su cuenta corriente. Es algo horrible. Es un instrumento, otro más, de control absoluto, que deja a los ciudadanos como un simple rebaño al que dirigir a donde ellos quieren y esquilar convenientemente para que sigan adelante con sus proyectos (Sal. 2:2).
¿Cómo responde la iglesia a estos métodos de control? ¿Cómo debemos reaccionar ante el miedo a una inminente guerra con Rusia y China o una nueva pandemia aún peor que la del COVID del pasado 2020? Hermanos, necesitamos recuperar una cosmovisión[1] bíblica de la vida, de la geopolítica y de nuestro presente y futuro. Necesitamos volver a un mensaje que Dios entregó hace más de 25 siglos y que sigue tan vigente como lo era entonces.
En Babilonia
Daniel fue un adolescente que fue arrancado de su familia e implantado en una sociedad malvada, pagana y totalmente ajena a él y a lo que había aprendido. Era una cultura en la que todos y cada uno de los súbditos del rey eran también esclavos, y él tenía derecho de vida y muerte sobre la población. El control era absoluto.
Especialmente controlado estaba Daniel. Vemos en el primer capítulo de su libro que, incluso, le decían qué debía comer y qué no (Dn. 1:5). Esto era importante para un judío que había crecido en las restricciones dietéticas marcadas por el pacto de Sinaí (Lv. 11). Daniel estaba en la obligación de sucumbir al control y al dominio de los malvados.
¿Qué hizo Daniel?
Oró. Tan sencillo como eso. Clamó al que está en el Trono del cielo, muy por encima del trono de Babilonia.
¡Qué cosa tan sencilla!
¡Qué cosa tan poderosa!
Daniel actuó así porque comprendió algo, algo que nosotros debemos comprender. Él actuó de una manera determinada, no porque le gustaba más la verdura que la carne, o porque quería rebelarse contra la tiranía establecida. Ni siquiera porque consideraba deshonroso servir a un poder tirano. No. Daniel comprendió cuál era la realidad, quién era el que manejaba la historia, y esto le dio el poder de ser un agente de cambio en esa misma historia.
El Cielo gobierna
La lección que Daniel comprendió, y mantuvo a lo largo de su dilatada vida, es que el Cielo gobierna (Dn. 4:26). Puede parecer algo sencillo, pero es algo que lo cambia todo. No tuvo problema en servir al gobierno de Babilonia, y después de Persia, como uno de los más poderosos políticos de su tiempo. No tuvo miedo de oponerse a ellos cuando entendió que las órdenes que recibía estaban contra las que había recibido del Cielo. Pudo mirar a los hombres con amabilidad, bondad y misericordia, y servirlos con fidelidad y seriedad, porque sus ojos estaban puestos en el Rey de reyes. Sabía quién era el Rey.
Dios está al mando. Esa es la gran lección de Daniel para nosotros. Dios gobierna sobre todo y sobre todos, aunque no lo entendamos, aunque ni siquiera lo sintamos (Sal. 103:19). Como iglesia, podemos sentirnos tan pequeños como ese grupito de adolescentes que afrontaban la pena de muerte por algo que no habían hecho. Pero, la realidad no es esa. No somos pequeños, porque es mayor el que está en nosotros que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4).
La sociedad puede invertir millones en gritar que no existen los hombres y las mujeres. Los gobiernos pueden amenazarnos con cerrar nuestras iglesias si decimos lo que la Biblia afirma sobre la sexualidad (Rom. 1:26-27). Los medios de comunicación pueden atemorizarnos con muchas amenazas que tenemos alrededor. El mismo infierno puede abrirse y nuestras vidas pueden estar en juego. Pero, eso no cambia la realidad, la pura verdad: El cielo gobierna.
Es por eso que debemos volver a abrir nuestras polvorientas Biblias y rescatar esa historia de los exiliados en la corte de un rey pagano. El libro de Daniel tiene hoy más sentido que nunca, y es vital que retomemos, reivindiquemos y vivamos la cosmovisión que lo guía. Como iglesia, tenemos que comprender que nuestro Dios es más poderoso que los burócratas, que el movimiento LGTBIQ+ y que el mismo Satanás. No solo debemos comprenderlo, debemos vivirlo.
Como cristianos, no podemos vivir con miedo a lo que va a suceder. No debemos encender nuestras televisiones esperando que nos informen de la nueva amenaza a la que temer. ¡Nuestro Señor ha vencido al infierno y a la muerte (Ap. 1:18)! ¿A qué podremos temer?
La Mano que mueve al mundo
Es por eso que he escrito el libro «La Mano que mueve al mundo». Quiero que comprendamos la realidad y quiero que vivamos a la luz de ella. He querido trazar un puente sobre la brecha que nos separa del mundo de la Babilonia del siglo VI a. C., para que contemplemos juntos al Dios de Daniel y nos alegremos al entender que Él también es nuestro Dios, el que se hizo hombre en la persona de Cristo para salvarnos de la maldad, tanto de la maldad del mundo como de la nuestra propia.
El Rey sigue en Su trono.
Nada se le escapa.
Nadie va a huir de Su juicio.
Ninguno de los suyos será jamás olvidado.
Podemos confiar, descansar y proclamar con confianza que la Suya es, desde luego, la Mano que mueve al mundo.
Este artículo es un extracto del libro Daniel: La mano que mueve al mundo, publicado por Editorial EBI.
[1] Cosmovisión: Conjunto de creencias y valores fundamentales con los que una persona interpreta la realidad. Es como una «lente» a través de la cual vemos y entendemos el mundo, la vida, el bien y el mal, el propósito humano, y nuestro lugar en la historia.

La mano que mueve al mundo
En este libro, el autor busca acercar el impactante mensaje de Daniel a un mundo que lo necesita desesperadamente como el nuestro. En un tiempo en que los grandes poderes políticos y económicos maniobran para luchar contra nuestro Señor y Su reino, podemos tener nuestra mirada y nuestra confianza afianzadas en La Mano que mueve al mundo, mientras buscamos ser súbditos fieles de Su precioso reino.
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