El evangelio de Cristo es el mensaje más importante que el mundo necesita escuchar. Sin él, la humanidad sigue en tinieblas, esclavizada por el pecado y bajo la ira de Dios (Jn. 3:36). Sin embargo, como creyentes, a veces nos sorprendemos por la maldad del mundo en lugar de enfocarnos en nuestra misión de compartir la buena noticia de salvación. A continuación, veremos tres razones clave por las cuales debemos propagar el evangelio, respaldadas por la Escritura.
1. La naturaleza caída del hombre demanda el evangelio
Muchos se asombran del pecado y la corrupción en el mundo, pero la Biblia nos advierte que esta es la condición natural del hombre sin Cristo. Jesús explicó que los que no conocen a Dios actúan conforme a su ignorancia espiritual: «Y harán estas cosas porque no han conocido ni al Padre ni a Mí» (Jn. 16:3).
Además, Jesús fue aún más claro cuando reprendió a los fariseos incrédulos «Ustedes son de su padre el diablo y quieren hacer los deseos de su padre. Él fue un asesino desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza , porque es mentiroso y el padre de la mentira» (Jn. 8:44).
Esta es la triste realidad de aquellos que no han sido regenerados por el Espíritu Santo, siguen la naturaleza de su padre espiritual, el diablo. Como dice Pablo en Efesios 2:1-3, antes de conocer a Cristo, todos andábamos «conforme al príncipe de la potestad del aire» y éramos «hijos de desobediencia».
En lugar de sorprendernos o indignarnos por la maldad del mundo, debemos recordar que el evangelio es el único poder capaz de transformar corazones y convertir a «hijos del diablo» en «hijos de Dios» (Jn. 1:12-13).
2. Cristo nos ordenó compartir el evangelio
No solo es una necesidad debido a la condición del hombre, sino que Jesús mismo nos ha dado un mandato claro: hacer discípulos en todas las naciones. En la Gran Comisión, Jesús dijo:
Vayan, pues, y hagan discípulosde todas las naciones, bautizándolosen el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado… (Mt. 28:19-20)
Este mandato no es opcional ni exclusivo para algunos creyentes. Todos hemos sido llamados a testificar de Cristo, en nuestras familias, en nuestro trabajo, o en cualquier lugar donde Dios nos ha puesto o nos envía. Pablo, subraya la urgencia de esta misión ¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Ro. 10:14).
Dios ha elegido usar a Su Iglesia como instrumento para llevar Su mensaje de salvación al mundo. Si no hablamos, el mundo permanecerá en su ignorancia y condenación.
3. El evangelio es el único poder para transformar vidas
El pecado esclaviza, pero Cristo libera. En un mundo lleno de corrupción, falsas ideologías y desesperanza, el evangelio es la única respuesta verdadera, «Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree…» (Ro. 1:16).
No es el esfuerzo humano, la moralidad, ni los programas sociales lo que cambia el corazón del hombre, sino únicamente el poder del evangelio. Vemos este poder transformador en la vida de Saulo de Tarso, quien pasó de ser un perseguidor de cristianos a un apóstol de Cristo (ver Hch. 9:1-22).
Cuando predicamos el evangelio, confiamos en que Dios, por Su gracia, abrirá los ojos espirituales de los perdidos y los llevará al arrepentimiento. Como nos recuerda Pablo: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas» (2 Co. 5:17).
Debemos abordar a las personas con amor, respeto y paciencia, confiados en la obra del Espíritu Santo cuando compartimos el evangelio. No se trata solo de proclamar un mensaje, sino de reflejar el carácter de Cristo en nuestra manera de comunicarlo «Que su conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepan cómo deben responder a cada persona» (Col. 4:6).
El poder del Espíritu Santo es esencial en la proclamación del evangelio, pues es Él quien convence al mundo de pecado, justicia y juicio (Jn. 16:8). Jesús prometió a Sus discípulos que recibirían poder cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos para ser testigos hasta lo último de la tierra (Hch. 1:8). No depende de la elocuencia humana, sino de la demostración del Espíritu y de poder, para que la fe de los oyentes no se base en sabiduría humana, sino en el poder de Dios (1 Co. 2:4-5). Así, toda evangelización eficaz es impulsada y acompañada por la obra soberana del Espíritu, quien regenera corazones y abre el entendimiento para recibir la verdad de Cristo (Tit. 3:5; 2 Co. 4:6).
Jesús nos aseguró que no debemos temer al proclamar el evangelio, porque el Espíritu Santo nos dará las palabras adecuadas en el momento necesario. En Mateo 10:19-20, Él dijo: «Pero cuando los entreguen, no se preocupen de cómo o qué hablarán; porque a esa hora se les dará lo que habrán de hablar. Porque no son ustedes los que hablan, sino el Espíritu de su Padre que habla en ustedes». Esta promesa nos da confianza, sabiendo que no dependemos de nuestra propia habilidad, sino del poder de Dios que nos guía y capacita. Así, cuando enfrentamos oposición o incertidumbre al compartir el mensaje de Cristo, podemos confiar en que el Espíritu Santo nos sostendrá y nos dará sabiduría para hablar con gracia y verdad (Lc. 12:11-12; Hch. 4:31).
Roland Allen dijo lo siguiente sobre la evangelización es «una obra humana llevada a cabo por medios humanos, sino una obra divina realizada por el poder de Dios». Él enfatizaba que la propagación del evangelio no depende de estrategias meramente humanas, sino de la obra soberana del Espíritu Santo, quien capacita y dirige a los creyentes en la misión de alcanzar a los perdidos.
Conclusión
La necesidad de propagar el evangelio es innegable. La condición caída del hombre, el mandato de Cristo y el poder transformador del evangelio deben impulsarnos a proclamar las buenas nuevas con urgencia y pasión. En lugar de sorprendernos o indignarnos por la maldad del mundo, recordemos que Dios nos ha llamado a ser luz en las tinieblas (Mt. 5:14-16). Que el Señor nos ayude a ser fieles embajadores de Su mensaje, confiando en Su poder para salvar a los perdidos y demostrando Su amor en cada interacción.
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