Mientras que el matrimonio puede ser difícil, estar casado con un no cristiano puede ser doblemente complicado. Pero Dios puede ayudarte.

Por espiritualmente-soltero, me refiero a los creyentes en Cristo casados con aquellos que no siguen a Jesucristo. Jesús previó la posibilidad de matrimonios espiritualmente mixtos en pasajes como Lucas 14:25-27. El apóstol Pablo aborda esta realidad en 1 Corintios 7:12-16, como también lo hace el apóstol Pedro en 1 Pedro 3:1-6. Afortunadamente, cada pasaje aporta orientación y esperanza.

¿Cómo llegaste a la soltería espiritual? Tal vez tú y tu cónyuge no eran salvos cuando se casaron, pero el Señor te salvó por gracia. O tal vez eras un creyente que no conocía el mandato de Dios de casarse sólo con un creyente (1 Co. 7:39-40; 2 Co. 6:14-18). O conocías el mandato de Dios, pero lo ignoraste o desafiaste, y te casaste con tu pareja no cristiana de todos modos. O pensaste que esa persona era creyente, pero tu cónyuge ahora no evidencia ningún compromiso con el Señor.

Independientemente de cómo se formó tu matrimonio espiritualmente mixto, ahora te enfrentas a una serie de peligros espirituales diarios como cristiano. Considera siete tentaciones que encuentras de manera particular en tu matrimonio.

1. Dejar que el buen deseo de que tu cónyuge se convierta gobierne tu corazón

Aunque debemos anhelar fuertemente que nuestro cónyuge, que no es salvo, conozca y se someta al Rey Jesús, incluso este deseo puede volverse idólatra si se convierte en una exigencia hacia Dios o si vivimos con desesperación, ira o ansiedad si no ocurre (por ejemplo, Lucas 24:21). Puede llevarte a intentos manipuladores para hacer que tu cónyuge se haga cristiano. En cambio, pídele a Dios que te ayude a aprender a equilibrar la oración ferviente con la confianza y el contentamiento bíblico.

2. Soñar despierto con estar casado con una persona cristiana

El mundo envía continuamente mensajes que nos tientan a permanecer sin contentamiento. Incluso las novelas románticas cristianas, las películas o las redes sociales (o un hombre o una mujer cristiana que conozcas) pueden tentarte a anhelar una pareja piadosa mejor o diferente. Pero el escapismo a través de la fantasía niega los propósitos soberanos, sabios y buenos de Dios para ti. Dios no estaba dormido cuando te casaste con tu cónyuge (él estaba en la ceremonia) aunque lo hayas hecho imprudentemente.

3. Envidiar a aquellos que tienen un cónyuge cristiano

No cabe duda de que un matrimonio de dos creyentes tiene sus ventajas. Las parejas cristianas encuentran más fácil tomar decisiones en conjunto, criar a sus hijos, manejar las finanzas y su trato con la familia política. Pero la comparación le tentará a tener falta de contentamiento. La envidia arremete contra la bondad de Dios. No te deja espacio para alegrarte con esos hermanos y hermanas, dar gracias a Dios por su salvación, orar por ellos, servirlos y disfrutarlos. Además, podemos olvidar que el pecado remanente en ellos significa que incluso esos matrimonios siguen siendo imperfectos.

4. Enojarse con Dios y culparle

El resentimiento protesta: “No puedo creer que Dios haya permitido que me enamorara de un hombre no cristiano”. Pregunta en forma acusadora: “¿Por qué, Dios, aún no has salvado a mi cónyuge? ¿No me amas lo suficiente como para darme lo que he implorado?”. La oración sin respuesta pone a prueba nuestra creencia en la bondad de Dios y nuestra disposición a descansar en la gracia soberana y electiva de Dios. Los creyentes deben aprender a sustituir la ira pecaminosa contra Dios por el lamento piadoso. Como los salmistas, cuéntale a Dios tus luchas. Pero recuerda tu finitud, recuerda sus gloriosos actos y atributos, arrepiéntete de tus acusaciones contra él y aprende a confiar en su sabiduría.

5. Esperar un comportamiento o pensamiento cristiano de tu cónyuge no creyente

¿Te molesta el comportamiento pecaminoso de tu cónyuge? ¿Por qué? El apóstol Pablo te recuerda: “La mente gobernada por la carne es hostil a Dios; no se somete a la ley de Dios, ni puede hacerlo. Los que están en el reino de la carne no pueden agradar a Dios” (Ro. 8:6-8; cf. 1 Co. 2:14). No esperes que tu cónyuge no cristiano actúe bíblicamente; es incapaz de hacerlo si no tiene una relación salvadora con Cristo y el poder del Espíritu Santo.

6. Comprometer tus convicciones piadosas

Debido a que el matrimonio implica decisiones conjuntas, algunas situaciones te tentarán a comprometer tus convicciones piadosas. Tal vez para evitar el conflicto, has cedido a las decisiones pecaminosas de tu cónyuge. O no sabes cuándo decir lo que piensas en caso de desacuerdo y cuándo callar, confiar en Dios y orar. Pídele a Dios que fortalezca tus convicciones piadosas, y que te ayude a expresarlas y vivirlas con gracia. Al mismo tiempo, asegúrate de que tus estándares están basados en la Biblia -no más altos que los de Dios- para no imponer una presión legalista sobre ti o tu cónyuge no creyente.

7. Compararte orgullosamente con tu cónyuge incrédulo

Junto con el punto anterior, recuerda que tú también fuiste una vez incapaz de actuar bíblicamente. Pablo nos llama a “que no injurien a nadie, que no sean contenciosos, sino amables, mostrando toda consideración para con todos los hombres” (Ti. 3:2) -incluyendo a un cónyuge que no es salvo- porque, antes de que Dios nos salvara, “…nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros” (Ti. 3:3). Fuiste salvado sólo por la gracia. E incluso ahora, sin el Señor, no puedes hacer nada (Juan 15:5). Según la parábola de nuestro Señor sobre el fariseo y el recaudador de impuestos en Lucas 18:9-14, lo único peor que ser un malhechor (o cualquier pecado que te desagrade de tu cónyuge) es estar orgulloso de no serlo. En resumen, no eras tan bueno como crees que eras entonces, y no eres tan bueno como crees que eres ahora. Cualquier piedad que muestres es únicamente debido a la obra transformadora del Espíritu en ti.

Conclusión

Vivir como cristiano con un cónyuge que no sigue a Jesús conlleva numerosos desafíos. Pero por más difícil que sea para ti en este momento, recuerda el devastador destino eterno que enfrenta tu cónyuge. A menos que Dios le salve, se dirige al juicio final y a una eternidad sin Cristo. Recuerda que Dios te salvó cuando eras espiritualmente incapacitado, impío, pecador y enemigo de Dios (Ro. 5:6, 8, 10). Pídele a Dios que haga lo mismo con tu cónyuge inconverso. Y mientras lo haces, ama a esa persona con el amor que Cristo te ha dado. Vive esta relación con obras y actitudes piadosas (1 Pe. 3:1-6).

Preguntas para reflexionar

1. ¿Cuáles de estas siete tentaciones son más problemáticas para ti?

2. ¿Qué dice la Palabra de Dios sobre ellas?

3. ¿Has hablado con Dios sobre ellas?

4. ¿Has compartido tu lucha con tus pastores y con hermanos o hermanas piadosos (del mismo sexo)? Indícales este artículo y pídeles que oren por ti, te animen y te entrenen para ser un cónyuge piadoso en tu matrimonio espiritualmente mixto.

Publicado originalmente en Biblical Counseling Coalition (BCC)


Comparte en las redes