Vivir en un mundo pecaminoso trae dolor. Ya sea que suframos debido a nuestro propio pecado, el pecado directo de otros, los pecados del mundo, el dolor de otros, las operaciones del Diablo, nuestra propia confusión o el lento declive de nuestros cuerpos hacia la muerte, siempre sufrimos. Esto lleva a muchas personas a buscar ayuda de consejeros bíblicos. Necesitamos saber cómo ayudarles a responder. En este el presente artículo aprenderemos que la respuesta de consejería bíblica a experimentar el pecado de Adán en un mundo caído es confiar en Dios.

Un pasaje que establece una base bíblica para la confianza que debemos tener en Dios es el Salmo 119:68: “Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos”. Este pasaje hace una afirmación y una súplica. La afirmación es doble, y dice primero que Dios es bueno. El buen carácter de Dios es el fundamento de toda la ayuda que tenemos para ofrecer a medida que aconsejamos a los que sufren.

El carácter bueno de Dios

Los atributos de la fortaleza de Dios —su autosuficiencia, infinidad, omnipresencia, omnisciencia, omnisapiencia y omnipotencia— se exhiben a medida que él controla cada acontecimiento que sucede en su mundo. Sus atributos de cuidado —su santidad, fidelidad, bondad, amor, misericordia, gracia e ira— se destacan a medida que él dirige esos acontecimientos, en última instancia, hacia el bien.

Cuando enfrentamos pruebas de varios tipos, debemos confiar en que estas pruebas ocurren bajo la soberanía de un Dios bueno y poderoso que nunca hará nada que esté mal, y nunca le hará nada a su pueblo que no sea por su bien final. 

Esa declaración es bíblica y verdadera, y sin embargo es lo que causa problemas a muchas personas cuando experimentan dolor. Se preguntan, si Dios es bueno, ¿cómo podría permitir el tipo de sufrimiento que experimentamos en este mundo? ¿Cómo ayudamos a alguien que sufre a confiar en el buen poder de Dios después de una pérdida tan trágica?

Una cosa que podemos decir es que las alternativas no son buenas. Si no confiamos en el Dios de la Biblia que se ha revelado como bueno y fuerte, ¿en quién confiaremos? Las abrumadoras fuerzas del sufrimiento no nos permiten confiar en nosotros mismos, ya que no podemos controlarlas. Tampoco podemos confiar en el destino: en el hecho de que exista una fuerza abstracta en el universo que lleva las cosas a una conclusión inalterable. No podemos confiar en nuestros seres queridos ya que, tarde o temprano, enfrentarán las mismas fuerzas abrumadoras que nosotros. ¿En quién confiaremos si no en Dios? La realidad es que sin Dios, estamos solos y sin ayuda. Eso es más aterrador que enfrentar preguntas difíciles que tal vez no podamos responder.

Hay algunas enseñanzas difíciles en la Biblia, y el tema del sufrimiento humano es una de ellas. Sin embargo, no debemos permitir que nuestra incapacidad para comprender cada problema nos aleje de la simple confianza en el Dios de la Biblia. En Juan 6, Jesús enseñó sobre algunas cosas muy controversiales, y muchos de los que lo habían estado siguiendo volvieron atrás. Jesús les preguntó a los discípulos si ellos también se irían. Simón Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (v. 68). No hay evidencia de que Pedro tuviera una comprensión más profunda de la controversial enseñanza de Jesús que cualquiera de los que se fueron. Lo que sí tenía en su vida era una profunda confianza en Jesús. Nosotros también estamos llamados a tener este tipo de confianza en medio de una comprensión incompleta.

El Salmo 23 es igual al resto de la Biblia que habla del carácter de Dios de manera tal que da por hecho que él es confiable y, por lo tanto, nos llama simplemente a confiar en él. Eso es lo que hacemos en la consejería. Conducimos a los aconsejados hacia el carácter fuerte y amoroso de Dios y les instamos a que confíen en él. Los llamamos a creer que, cuando suceden cosas malas, podemos confiar en que él nos ama de acuerdo al cuidado que tiene con nosotros, y que puede usar su poder de buenas maneras que quizás no podamos comprender.

Confiando en el plan de Dios

La Biblia nos anima no solo a confiar en el carácter de Dios sino también a confiar en su plan. Esta es la segunda afirmación que hallamos en el Salmo 119:68: “[Señor] Bueno eres tú, y bienhechor” (énfasis añadido). El Señor no solo es bueno, sino que hace cosas buenas. De hecho, la benignidad de sus planes se basa en la benignidad de su carácter: podemos confiar en lo que Él hace precisamente por quién Él es.

Vivimos en un mundo de sufrimiento, pero ese sufrimiento ocurre dentro de la providencia de un Dios amoroso y sabio. La maldad de los actores secundarios no es imputable a Él, pero Él supervisa esas acciones con sus propósitos buenos y amorosos.

En cada situación de sufrimiento que ocurre en este mundo malvado, podemos decir como José, que aunque haya hombres pecaminosos que hagan cosas con malas intenciones, Dios lo usa para bien. Dios usa el sufrimiento que experimentamos para nuestro bien. El sufrimiento nos beneficia. En un mundo donde la humanidad se ha rebelado contra Dios, Él usa esas acciones y anula las malas intenciones de los pecadores para lograr el bien (Rom 5:3-5; 2 Co 1:3-4; Fil 1:12-13; He 12:11; 1 P 1:6-7).

Romanos 8:28 ha traído consuelo a innumerables cristianos. “Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. El significado directo de este pasaje es que Dios usará todo el sufrimiento de su pueblo para producir cosas buenas en sus vidas. Puede ser difícil para nosotros entender cómo Dios puede usar el dolor para nuestro bien, pero así como un cirujano experto usa un bisturí para cortarnos en nuestro beneficio, debemos creer que Dios también lo hace así. Aquí veremos tres categorías diferentes de los beneficios del sufrimiento en un mundo pecaminoso.

El sufrimiento y la consejería bíblica

El Salmo 119:68: “Bueno eres tú, y bienhechor; Enséñame tus estatutos”. Nos percatamos de que este pasaje hace una doble afirmación y una súplica. Después de haber examinado la doble afirmación al ver cómo necesitamos confiar en Dios y en su plan cuando sufrimos. Ahora tenemos que analizar la súplica para poder aprender los estatutos de ese Dios que es bueno y es bienhechor.

El Salmo 119:68 es fácil de leer en tiempos de alegría y consuelo. Pero los tiempos en que sufrimos ponen a prueba nuestra capacidad de aceptar este pasaje. El contexto inmediato de este versículo proporciona alguna evidencia de que no es un pasaje reservado solo para los momentos en que nos sentimos bien. De hecho, todos los versículos que rodean el Salmo 119:68 hablan de sufrimiento y de nuestra necesidad de depender de la Palabra de Dios en tiempos de prueba (cf. Sal. 119:67, 69-71). 

El salmista quiere que confiemos en los planes de Dios cuando la vida nos trae dolor. El sufrimiento resalta nuestra necesidad de que se nos enseñe la Palabra de Dios. Eso significa que el sufrimiento requiere de consejería bíblica.

Es la Biblia la que nos enseña el tipo de sufrimiento que experimentamos en esta vida. Es la Biblia la que nos enseña de dónde vino ese sufrimiento. Es la Biblia la que nos enseña cómo responder a ese sufrimiento. Y es la Biblia la que nos enseña cómo ese sufrimiento finalmente será apartado del pueblo de Dios para siempre. 

Uno de los conceptos más alentadores para alguien que está sufriendo es aprender las lecciones que nos brinda la cruz de Cristo en cuanto al sufrimiento. La buena soberanía de Dios en la muerte de Jesucristo (Is. 53:4-6, 10). La participación pecaminosa de los actores humanos y el Diablo (Jn 13:27; Hch. 2:23). La muerte del inocente Hijo de Dios es el ejemplo más horrible de maldad moral que ha ocurrido o que ocurrirá. Y al mismo tiempo, la esperanza de que, como creyentes, pasaremos una eternidad sin fin alabando a Dios por todas las bendiciones que fluyen de este acto malvado que Dios usa para nuestro bien eterno.

La crucifixión de Jesús es el ejemplo supremo de la buena soberanía de Dios en medio de una tragedia pecaminosa. Si Dios puede hacer que el mayor bien posible provenga de la peor tragedia imaginable, entonces Dios también puede hacer que el bien florezca de nuestras más leves tragedias. Esto nos permite enseñar a nuestros aconsejados a tener una visión Cristocéntrica del sufrimiento. A la postre, el consuelo que ofrecemos a quienes sufren es el consuelo de Jesucristo mismo, quien dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). Jesús está con nosotros en nuestro sufrimiento, y no necesitamos mirar ninguna otra cosa que no sea su Persona y su obra para confiar en el carácter y el plan de Dios en medio de nuestro dolor.

Este artículo es un extracto del libro Teología de la consejería bíblica, publicado por Editorial EBI.


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