Está ampliamente establecido en la investigación y en los estudios de consejería que la relación entre un consejero y un aconsejado es influyente para producir cambios positivos en la vida del aconsejado, y que la empatía de un consejero hacia el aconsejado es un ingrediente especialmente importante dentro de esa relación influyente. Aún más que la evidencia en la literatura de consejería sobre la importancia de la relación de consejería, nuestra fe cristiana nos lleva intuitivamente a ideas similares. Por lo tanto, ahora pensemos bíblicamente sobre los temas de la relación de consejería y las expresiones de empatía del consejero, para que podamos ser animados y motivados en la manera en que construimos relaciones con aquellos a quienes aconsejamos.
Para comenzar, permítame primero reconocer que algunos lectores podrían desconfiar de la palabra empatía. Quiero dejar claro que la empatía no significa que estemos ciegamente de acuerdo con alguien y aceptemos su perspectiva como la verdadera. Más bien, la empatía simplemente pretende comprender con exactitud la perspectiva y la experiencia de alguien. No quiero que rechacemos esta idea porque seamos escépticos con la palabra. La idea tiene una sólida base bíblica. Por lo tanto, ofreceré una definición práctica de empatía que desmitifica la palabra y capta la idea, y luego la respaldaré con apoyo bíblico.
La empatía es una manifestación del amor y dice: “Te veo y sé que estás luchando. Me comprometo a no alejarme de ti, igual que Cristo no se aleja de ti. Me esforzaré por comprenderte, por comprender tu experiencia y tu perspectiva, porque quiero conocerte”.
Al amar de esta manera, nos parecemos a Cristo; porque el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros es lo que consigue captar el concepto de empatía. Al entrar en nuestro mundo y hacerse semejante a nosotros en nuestra humanidad, en nuestra fragilidad y vulnerabilidad, Jesús se puso en nuestro lugar (Jn. 1:14). No se alejó de nosotros cuando nos vio desamparados, sino que se sintió conmovido por nuestras experiencias llenas de pecado y dolor, y asumió la misión de salvarnos. Lo hizo porque comprendía muy bien a qué nos enfrentábamos. Él conocía nuestras circunstancias, nuestra impotencia y nuestro destino, y respondió ante eso: pagando un alto precio. Estuvo tan dispuesto a identificarse con nosotros que se hizo uno de los nuestros. Incluso ahora él se compadece de nuestras debilidades porque se hizo carne. Él sabe lo que es vivir en un mundo de gente caída y pecadora. Sabe lo que es ser tentado (He. 4:15). Practicó perfectamente cómo acudir al Padre en fe y obediencia, lo que ahora le convierte en un intercesor perfecto por nosotros (He. 7:25). Él sabe lo que necesitamos.
Como pueblo suyo que ahora está siendo transformado a la imagen de Jesús, también nosotros estamos llamados a entrar en las vidas de las personas de manera tal que replique Su amor encarnado (Jn. 13:35). Nos adentramos humildemente en las historias de las personas, en su comprensión y sus experiencias culturales, en sus emociones y sus relatos, tratando de entender realmente cómo es la vida de esa persona. Hacemos preguntas. Evitamos las suposiciones. Dios nos conoce de verdad, y nosotros tratamos de hacer eso mismo con los demás. Si no llegamos a conocer a las personas de manera acertada, es decir, si no logramos empatizar realmente con sus experiencias, perderemos la oportunidad de estar a su lado de la forma más útil, porque no hablaremos con conocimiento de causa. Si no podemos o no queremos entrar en el mundo de la persona, nos “perderemos” lo que es más importante para ella y, por tanto, perderemos la oportunidad de tener el tipo de impacto que esperamos tener. Si no llegamos a comprender con exactitud tanto lo que está ocurriendo como la experiencia y la perspectiva de la persona sobre lo que está ocurriendo, ¿cómo podremos ayudarla a orientarse? La empatía ayuda a sentar las bases de una influencia eficaz.
Así que, para construir una relación en la que usted sea un buen mayordomo de su influencia, intente habitar el mundo de esta persona, lo cual es un acto de humildad que refleja y recuerda a Jesús entrando humildemente en nuestro mundo (Fil. 2:5-8). Debido a la manera en que Dios nos ha diseñado, nos atrae el hecho de que algunas personas se toman el tiempo para preocuparse por lo que estamos pasando y se esfuerzan por entendernos. Cada acto de empatía en la consejería fomenta la confianza de la persona en usted. Y la confianza va construyendo la relación; lo cual nos lleva al siguiente punto.
Al analizar la relación de consejería que estamos construyendo con los aconsejados, ¿qué apoyo bíblico puede captar la razón por la cual esa relación es de suma importancia? He aquí una descripción de la naturaleza de la relación, seguida del apoyo bíblico.
Entrar en una relación de consejería con alguien es decir: “Estoy contigo en lo que estás pasando. Así como Dios está a favor tuyo y de tu progreso, yo también estoy para ti. Con la ayuda de Dios, encontraremos juntos el camino a seguir”.
Comprender que Dios nos hizo a Su imagen nos ayuda con esta idea. Dios en tres personas está en relación consigo mismo. Y el Dios trinitario nos creó para estar en relación con Él y en relación los unos con los otros. Los grandes mandamientos de Jesús (ama a tu Dios y ama a tu prójimo) son una consecuencia lógica de estas realidades. Las relaciones son preeminentes en la experiencia personal de nuestro Dios, preeminentes en su mente y en su corazón. Él quiere que haya unidad en sus relaciones y sean influyentes; y que las nuestras también.
Una vez más, nuestra capacidad para formar, construir y mantener una relación influyente con nuestros aconsejados dependerá de nuestra capacidad para empatizar e identificarnos con su situación. ¿Sentimos compasión por lo que están afrontando? ¿Demostramos curiosidad, deferencia y aprecio por los contextos únicos en los que viven? ¿Les amamos, respondemos y cuidamos de tal manera que nos hacemos eco del Dios que está a su favor? Esta es una oportunidad de ser esa imagen de Dios que está a favor de nuestros aconsejados. Es una manera de proporcionar el sentido y la experiencia de “Yo estoy contigo”, lo cual es un reflejo de Jesús, quien es Dios con nosotros; de Jesús, que es nuestra paz en medio de nuestras luchas; de Jesús, que es nuestro aliado; de Jesús, que es nuestro amigo. Estas son las formas en que Jesús se relaciona con nosotros; y los consejeros podemos imitarlo en nuestra forma de relacionarnos con nuestros aconsejados.
De hecho, para formar buenas relaciones, debemos mirar a nuestro Dios, mirar cómo es Él. Por eso es que nuestra relación personal con el Señor es tan importante, porque cuando lo conocemos bien, entonces lo representamos bien. A medida que vivimos con el Señor, que nos esforzamos por conocerlo más profundamente, que lo adoramos con amor y admiración crecientes, que maduramos en confiar en Él de un modo cada vez más instintivo para nuestra nueva naturaleza, entonces aprendemos más íntimamente, de primera mano, cómo es Él. Recibimos de Él, somos consolados por Él. Y ese consuelo se convierte en lo que podemos ofrecer a los demás (2 Co. 1:4-5). Lo que hemos recibido de Él, eso es lo que damos.
Al depender de Jesús, Él nos hace justos, y “el justo es guía para su prójimo” (Pr. 12:26). Este proverbio nos da otra manera de pensar en nuestro trabajo como consejeros bíblicos: nuestro objetivo es ser guía para los aconsejados, que son, de hecho, nuestros prójimos. Debido a nuestra relación con Dios, servimos humildemente como guías en las sendas y los caminos del Señor.
Conclusión
En resumen, el enfoque del comienzo del proceso de consejería debe ser construir relaciones fuertes y de confianza con nuestros aconsejados. Al encarnar los atributos de Jesús y producir el fruto del Espíritu Santo, contribuimos positivamente a establecer una dinámica relacional en la que nuestros aconsejados pueden ser ayudados. La empatía genera confianza, y la confianza construye la relación. Las personas solamente se dejarán guiar por un consejero si tienen la confianza de que éste se preocupa por ellas. Y la relación solidificada crea un contexto en el cual la consejería puede ser un medio para que Dios haga crecer a su pueblo en piedad. La consejería bíblica puede ser un medio para que el aconsejado prospere; y prosperar verdaderamente es crecer en todos los sentidos en Cristo (Ef. 4:15).

El proceso de la consejería bíblica
Qué hace que la consejería sea bíblica? ¿En qué consiste el proceso de consejería bíblica? ¿Cuál es el enfoque de cada etapa del proceso? Lauren Whitman, una experimentada consejera de CCEF, aborda estas preguntas y más en El proceso de consejería bíblica, compartiendo un proceso de principio a fin que ayudará a guiar a los consejeros para llegar al corazón de quienes buscan ayuda y conectarlos con Jesús, quien trae esperanza y cambio.
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