Las palabras son tan familiares que se nos escapan de la lengua sin apenas pensarlo:

El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infunden aliento (Sal. 23:1-4).

Palabras elocuentes y conmovedoras. Pero, ¿qué significan en realidad ?

INTERPRETACIÓN DE LOS SÍMBOLOS

El Salmo 23 es producto de un escritor humano que describe a Yahvé (el Señor) como «mi Pastor». Así que el pasaje debe estar hablando metafóricamente. Describe el cuidado del Señor por sus seguidores humanos, no por sus esponjosos animales de cuatro patas (aunque también los cuida; Sal. 8:7). Nosotros, sus seguidores, no nos pasamos el día tendidos en campos de hierba. Y el Señor no suele tratar con nosotros con palos de madera. Estas imágenes pastorales apuntan a algo más; simbolizan algo más grande.


¿Qué simbolizan? Podemos caer en la tentación de pensar que el salmo promete al pueblo del Señor unas circunstancias físicas perpetuamente agradables. El resto de las Escrituras plantea un problema al respecto. Job no siempre sintió que se relajaba junto a un arroyo sereno. Tampoco Jesús. En realidad, era como un cordero llevado al matadero (Is. 53:7). Como muchos otros del pueblo de Dios (Sal. 44:22 / Ro. 8:36).

Más en el contexto inmediato, el propio Salmo 23 nos advierte que no pensemos demasiado en términos de circunstancias agradables. El versículo 4 dice que el Señor pastorea a Su pueblo incluso cuando atraviesa «el valle de sombra de muerte». Este versículo también sugiere la comprensión correcta de la metáfora Pastor-oveja. Habla del Señor reconfortando a Su pueblo. La sensación de Su presencia expulsa nuestro miedo en medio de las circunstancias más abrumadoras de la vida. El versículo 4 describe una experiencia espiritual, incluso emocional, que Dios nos ministra, y parece que los versículos 1-3 describen tipos similares de experiencias del Señor.

SER MÁS ESPECÍFICOS

Pero esto nos lleva a otra pregunta: ¿cómo funciona esto? ¿Exactamente cómo experimentamos el ministerio espiritual del Señor? Sin duda hay un aspecto subjetivo que es imposible analizar con precisión. Es como tratar de explicar cómo funciona Romanos 8:16, o cómo se siente: «El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios».

Sin embargo, debemos llegar hasta donde llega la Biblia para explicar estas cosas. El Salmo 23 no describe cómo Dios nos cuida como un pastor cuida de sus ovejas. Pero sí encontramos detalles en otras partes de las Escrituras. En particular, aprendemos que el Señor actúa normalmente a través de medios. Filipenses 4 nos enseña que experimentamos su paz a través de la oración (vv. 6-7). Del mismo modo, nuestros hermanos en la fe pueden servirnos como instrumentos del consuelo de Dios (p. ej., 2 Co. 1:3-7).

Pero quiero concentrarme en el otro instrumento principal del pastoreo de Dios. Me refiero a la propia Escritura, por supuesto, y he descubierto que pensar en la Biblia a través de la lente del Salmo 23 me ayuda a acercarme a ella con una perspectiva nueva.

PASTOREAR A TRAVÉS DE LA PALABRA

El Salmo 23:2 nos recuerda el papel de la Escritura en el pastoreo del Señor. Los pastores llevan a las ovejas a los pastos y a los arroyos para dar de comer y beber a los animales. Del mismo modo, la Palabra de Dios se describe como fuente de alimento y refrigerio espiritual (p. ej., Dt. 8:3 / Mt. 4:4; Sal. 119:103; 1 P. 2:2).

Eclesiastés 12:11 establece una conexión entre el pastoreo y la Escritura: «Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos bien clavados las de los maestros de estas colecciones, dadas por un Pastor». Este versículo incorpora tres metáforas. Conecta la imagen del pastor con el aguijonazo de un arriero y la firmeza que resulta de unos clavos bien clavados. Estas variadas imágenes describen el contenido del Eclesiastés en su conjunto: el libro expone muchas verdades dolorosas, pero abrazar sus enseñanzas proporciona estabilidad y seguridad. Y todo ello proviene del Señor, que inspiró el Eclesiastés para pastorear a las personas y que no malgasten sus vidas.

EL PASTOR Y LA LEY

Según los títulos tradicionales, David -un pastor- escribió tanto el Salmo 23 como el Salmo 19. Me parecen significativas algunas frases que comparten estos salmos. El Salmo 23:3 dice: «Él restaura mi alma». El Salmo 19:7 dice: «La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma». En ambos casos «alma» es el sustantivo hebreo nephesh, que típicamente designa a toda la persona. «Restaura» reflejan el verbo hebreo (shub). En ambos versículos significa «hacer volver» o «traer de vuelta» al creyente de una condición de declive a una condición de bienestar.


Lo que es diferente es el sujeto de cada declaración: en el Salmo 23 Eñ Señor, el Pastor es el que restaura al creyente, pero en el Salmo 19 es la Torá del Señor es la que lleva a cabo la obra restauradora. «Torá» significa instrucción o enseñanza, pero se refiere característicamente a la instrucción de la Ley de Moisés en concreto. Este es el caso del Salmo 19, como se ve en su uso del vocabulario paralelo de la Ley de Moisés en los versículos 7-9: «testimonio», «preceptos», «mandamiento», «temor» y «reglas».

He aquí el resultado: El Señor nos pastorea -más concretamente, nos restaura espiritualmente- mediante Su Palabra, incluida la instrucción moral de la Ley mosaica. Por supuesto, esa Ley desempeña múltiples funciones en el plan de Dios. Pone de manifiesto la depravación humana en toda su fealdad Ro. 7:7-12). Dominó una larga era de la historia redentora que fue diseñada para exponer esa depravación con el fin de mover a la gente a buscar la justificación por la fe en Cristo (Ga. 3:23-4:7). Sin embargo, incluso esas funciones «negativas» tienen, en última instancia, un propósito de gracia.


Y cuando nos relacionamos correctamente con Dios a través de Cristo, llegamos a ver cada vez más cómo la Ley es un medio de la gracia de Dios, un instrumento de Su bondadoso pastoreo. Como se refleja en pasajes del Nuevo Testamento como Mateo 5:17-48 y Romanos 13:8-10 y 1 Corintios 9:8-11 y 1 Pedro 1:14-16, el Señor sigue usando la Ley para revelar Su propio carácter glorioso y para indicarnos opciones de vida que son saludables para nosotros porque están en consonancia con Su orden moral.*

Deberíamos haber apreciado esto del Salmo 23 desde el principio. El versículo 3 afirma que parte del ministerio pastoril del Señor es guiarnos «por sendas de justicia». Esta es una de las razones por las que los salmistas pueden decir honestamente que se deleitan en la Torá del Señor (p. ej., Sal. 19:10; 119:24). Como dijo C. S. Lewis

Su deleite en la Ley es un deleite por haber tocado la firmeza; como el deleite del peatón al sentir el duro camino bajo sus pies después de que un falso atajo le ha enredado durante mucho tiempo en campos fangosos. (Reflexiones sobre los Salmos, 62)

NUESTRA VISIÓN DE LA BIBLIA

El Salmo 23 debe modelar nuestra manera de acercarnos a las Escrituras y nuestra visión de su lectura. Lo llamemos como lo llamemos -tiempo de silencio, devociones, etc.-, la lectura regular de la Biblia no consiste en dedicarle tiempo o cumplir con un deber. 

Sí, debemos hacerlo, pero no principalmente en el sentido de obligación. Debemos hacerlo porque necesitamos desesperadamente el pastoreo que el Señor logrará a través de ella.
Con esto en mente, he aquí una oración para elevar al Señor la próxima vez que vayas a leer Su Palabra:

Oh Señor, qué oveja tan insensata soy, propensa a extraviarme y a hacer de mi vida un desastre. Sin tu ayuda, me perderé. ¡Cómo necesito que me pastorees! Necesito tu paz para disipar mi ansiedad. Necesito tu esperanza para vencer mi desesperación. Necesito tu sabiduría para alejarme de la insensatez que tan a menudo distorsiona mi pensamiento.


Así que ayúdame a tomar todo lo que encuentre hoy en las Escrituras como tu manera de pastorearme. Por favor, restáurame a través de tu Palabra. Incluso cuando dices: «Harás» o «No harás», no estás siendo duro, opresivo o abusivo. Me estás pastoreando con gracia. Me guardas o me alejas de decisiones destructivas. Me estás guiando por caminos que conducen a la plenitud, la bendición y la gloria. ¡Gracias por tu tierno cuidado! En el nombre de Jesús, el Buen Pastor que entregó Su vida por mí y por el único que puedo seguir tus caminos, Amén.

* Para más información sobre este tema, véase mi breve libro The Law and the Christian.

Este artículo fue publicado originalmente en Theology in 3D


El ministo como pastor - Editorial EBI

El ministro como pastor

Si vamos a ser juzgados por Cristo, entonces el estandarte del día del juicio debe ser el estandarte de un pastor. Dado que Cristo es la imagen de su Padre, podemos concluir que Dios mismo es un Dios pastor. Para glorificarlo debemos hacer la obra de un pastor, y para disfrutarlo para siempre debemos tener un corazón de pastor.


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