De lo que más nos dejó la pandemia, fue el incremento de cuentas en redes sociales, en las cuales tenemos la facilidad de opinar, refutar y decir al mundo lo que pensamos y en lo que no estamos de acuerdo, sin importar lo que nuestras acciones puedan causar a otros. Además, fuimos invadidos por un montón de información, buena y no tan buena, con acceso a noticias al minuto, y a la vida de personalidades reconocidas que de alguna manera influyen en el pensamiento cultural de hoy en día.

Algunas de esas personas se convirtieron en “influencers” precisamente porque influyen, ya sea para construir su propio reino o para meramente informar u opinar. De esta situación, los cristianos también formamos parte, al dar opiniones, debatir, convertirse en influencers haciendo lives, que muchas veces es contra otros cristianos, lo que solo saca a la luz el carácter, propósito y deseo de un cristiano aún si lo que desea es promover a Jesús.

En su mayoría, todos tenemos alguna red social en la que decidimos emitir opinión, pero también discutimos más porque no tenemos a la persona enfrente de nosotros. Quizá es más fácil escondernos detrás de un teclado y una pantalla, o es más fácil emitir un juicio sin tener todo el contexto, o incluso, el conocimiento. En este artículo, deseo que nos hagamos varias preguntas para examinar nuestras motivaciones a la luz de la Palabra de Dios, el llamado que tenemos como cristianos de mostrar el evangelio y el amor de Cristo, verdades que nos unen. 

Examinémonos

Hace tiempo falleció un pastor muy conocido con una trayectoria ministerial de muchos años en los cuales no tuvo señalamientos ni una vida desenfrenada, al contrario, él dio testimonio de ser un cristiano fiel. Después de una semana, muchos cristianos que no lo conocieron ni asistieron a su iglesia o escucharon una de sus prédicas, empezaron a criticar algunas de sus enseñanzas y prácticas que no se habían dicho antes. 

Honestamente, me quedé asustado de la rapidez con la que estas opiniones y críticas se esparcen sin alguna evidencia real, y digo real, porque una cosa es una opinión y otra es una real acusación de una falta tangible. Estuve meditando acerca de este tema porque no es la primera vez que sucede. Una pregunta rondaba en mi mente: ¿Desde cuándo nos volvimos tan sabelotodos? ¿Cuál es la motivación de escribir una crítica hacia un pastor o hermano en la fe que durante su carrera ministerial no dio de qué hablar? ¿Qué busco o deseo lograr con escribir y apoyar lo que no sé? ¿Oré antes? ¿Investigué antes? ¿Qué deseo demostrar? ¿Lo que escribiré denota un amor por Cristo y el evangelio? ¿Estoy glorificando a Dios? ¿Estoy obedeciendo a la Palabra? ¿Estoy amando a mis hermanos y llamando a la unidad? Aún cuando tenemos libertad de escribir lo que deseemos, no debemos olvidar a quién pertenecemos y a quien representamos.

Éstas son algunas preguntas que pudiéramos hacernos para realmente examinar nuestros corazones a la luz de la Palabra. Una cosa es apuntar a una mentira o engaño ampliamente reconocido, y otra muy diferente es estar de ociosos para ser presa fácil de lo que las personas escriben en las redes que terminemos uniéndonos a su ataque de juzgar y señalar a otros.  Aún si lo que deseamos es defender el evangelio, la Palabra dice que debemos discernir el mensaje (1 Ts 5:1), hablar con el hermano antes (Mt 18:15), y orar por él para que, si está equivocado, venga al conocimiento de Cristo. 

Con esto, no me uno a decir que no debemos juzgar el mensaje de aquel que dice herejías o está acusado de actos terribles contra otros (1 Jn 4:1), me refiero a las sencillas opiniones que son como gotas diarias que llenan vasos de desprecio para deshonrar el nombre de otro cristiano, sin tomar en cuenta que detrás de él, muchas veces, hay una familia.

¿Así eres de rápido para examinar tu corazón? “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón” (Sal 19:23ª). Bendito sea el Señor que es el verdadero Juez que ha castigado todo pecado en Jesús para que nosotros aprendamos justicia a través de lo que Su Palabra nos llama a hacer, especialmente con nuestros hermanos en la fe. La defensa del evangelio tiene dos aristas: Una hacia el mundo; y otra hacia aquellos que enseñan falsas enseñanzas y deben ser corregidos para la gloria del evangelio. Cada caso se evalúa. Yo puedo emitir un juicio contra una noticia sobre un pastor o líder, lo puedo orar y platicar con otros, más no debo unirme a los ataques contra ese pastor o líder si yo ni lo conozco, y no puedo corroborar que así sea (1 Ti 5:19).

¿Cuál es mi motivación?

Si comprendemos que nuestra motivación procede de nuestro corazón, necesitamos examinarlo (Jer 17:9). Si consideras que eres un cristiano que disfrutas escuchar la última noticia del pastor o líder que no conoces, te diría, detente. No escribas. Ora antes. Al final, no tienes por qué comentar. Muchas veces nuestras motivaciones están movidas por un deseo de reconocimiento por nuestro conocimiento o nos gusta tener la razón, o por obtener más seguidores en tu canal de YouTube. Sea como sea, siempre pregúntate: ¿Por qué lo quiero hacer? 

Si encuentras que tus motivaciones son egoístas, acércate al Señor, arrepiéntete y pide perdón (1 Jn 1:9). Vístete de Cristo al utilizar tus redes para proclamar las verdades del evangelio, las mismas son lo suficientemente radicales que no necesitan otro combustible. No necesitamos atacar a otros para proclamar el evangelio, y mucho menos en las redes sociales, donde todo se mal interpreta, donde se puede tomar una fotografía y modificarla para caer en manos de quienes sí son opositores de Dios y Su evangelio.

¿Qué quiero lograr? 

Esta es una pregunta con muchas respuestas. ¿Crees que el pastor o líder a quien criticas será edificado? Es triste cuando leemos en forma de regocijo que los pastores se bloquean unos a otros por opiniones personales y no según la verdad de la Biblia que atenta Su verdad.  Tienes derecho de opinar más no de atacar a un hermano en la fe públicamente, es mejor seguir el consejo de Jesús: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano” (Mt 18:15).

Si quieres corregir, ¿con qué corazón lo haces? ¿Cuál es tu fundamento, la Biblia o tu perspectiva? ¿No será mejor enviarle un correo, si no lo conoces, o contactarlo? Si eres un pastor haciendo este tipo de críticas en las redes, ¿Es esta la labor a la que Dios te ha llamado? ¿Es este el ejemplo que quieres dar a tus ovejas? Si consideras que has pecado, arrepiéntete y busca en el Señor para representar fielmente a Cristo. Quizá debes dejar las redes por un tiempo.

¿Qué quiero demostrar?

¿Deseas exhibir tu conocimiento o realmente glorificar el evangelio? ¿Quieres probar que eres un gran teólogo? Olvidamos que sin amor de Dios, estamos vacíos. La verdad se dice en amor (Ef 4:15). Se regocija en la verdad no en la injusticia (1 Co 13:6). Nuestra comisión es predicar el evangelio, hacer discípulos de Cristo, congregarnos, representar fielmente a Cristo en amar al prójimo y servirle. Todos luchamos con el pecado y estamos en proceso de santificación. Quizá orar sea más sabio.

Pidamos sabiduría al Señor, mostremos Su amor porque es ese amor el que nos une y muestra al mundo que somos sus discípulos (Jn 15:11–14). Recuerda, que el que se cree firme, tenga cuidado de no caer (1 Co 10:12). Seamos embajadores de reconciliación (2 Co 5:18–19), pregoneros de la verdad y preservemos la unidad de la Iglesia de Cristo (Jn 17:20) de manera que embellezcamos el evangelio de Cristo. Llamémonos a la oración por los ministros, líderes y pastores que han dedicado su vida al ministerio y de quienes nos enriquecemos cada vez que los escuchamos, y guardemos nuestro corazón del orgullo y la hipocresía, pues daremos cuentas al Señor (2 Co 5:10). 


Las interpretaciones de la Biblia y las convicciones profundamente arraigadas a menudo ponen a los cristianos en desacuerdo. Animándonos hacia la gracia en el desacuerdo y la firmeza en la verdad, Rhyne Putman reflexiona sobre cómo los cristianos pueden mantener el llamado bíblico a la unidad a pesar de tener desacuerdos genuinos.


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