El auge del narcisismo

El narcisismo ha ido en aumento durante años, con más personas hablando sobre él y con las redes sociales aparentemente contribuyendo a su crecimiento. Los diagnósticos están aumentando, y las tendencias narcisistas dentro de nuestra cultura son cada vez más pronunciadas. En su nivel más básico, el narcisismo es una fijación excesiva en uno mismo. Si bien el término “excesivo” puede ser interpretado de diferentes maneras según el contexto y la sensibilidad cultural, para aquellos de nosotros en la iglesia y en la consejería es evidente que las conversaciones sobre el narcisismo son cada vez más comunes. Es posible que los lectores incluso puedan nombrar a personas en sus vidas que encajan fácilmente en esta descripción.

Conectando el narcisismo con la terminología bíblica

A pesar de toda la atención que se le da al narcisismo y al trastorno de personalidad narcisista en nuestra cultura actual, es sencillo ver cómo este problema se relaciona con los principios bíblicos. El narcisismo no es más que un paso de distancia del orgullo. Más impactante aún, es una idolatría de uno mismo. Aquí es donde centraremos nuestra atención: el narcisismo es, sencillamente, idolatría. En lugar de adorar al Dios del universo, los narcisistas se convierten en el dios de su propio universo, creando una realidad centrada completamente en ellos.

Narcisismo e idolatría

Para quienes tienen un narcisista en sus vidas, intenten aplicar este paradigma de la idolatría y vean cómo encaja. Esto proporciona un lente bíblico para interpretar todos los comportamientos del narcisista. Para fines ilustrativos, usaremos pronombres masculinos al referirnos al individuo narcisista, pero es evidente que las mujeres también pueden luchar con este nivel de autoidolatría. Sin embargo, para nuestros propósitos, «él» será suficiente.

La idolatría del yo dice: «Yo soy dios. Todos deben adorarme». El narcisista navega por la vida como si siempre tuviera la razón. Nunca lo admitiría abiertamente, pero así vive. Después de todo, todos deben servir a dios y, mientras las personas lo sirvan, todo está bien. Cuando alguien se niega a servir a este «dios», él siente la necesidad de infundir miedo en quienes no se someten a sus deseos, aunque esta intimidación puede manifestarse de diversas maneras. Esta es la razón por la que el narcisismo y el abuso suelen ir de la mano. Estas demostraciones de superioridad están diseñadas para garantizar que quienes están bajo su influencia continúen sirviéndolo.

Prácticas de Adoración

El mundo del narcisista gira en torno a él mismo. Dedica su tiempo y energía a adorarse a sí mismo, buscando amarse y venerarse perfectamente. Desea que los demás hagan lo mismo: que reconozcan el error de sus caminos, se arrepientan y lo veneren. Compra lo que quiere, cuando quiere y en la cantidad que quiere porque él es dios y debe tener todo exactamente como lo desea para servirse a sí mismo. Espera lo mismo de los demás: que lo amen y lo sirvan.

Cambia los planes sin considerar cómo afecta a los demás, y la única irritación que siente es cuando alguien se atreve a cuestionar su voluntad. Rehace las tareas que otros han hecho porque cree que él las hace mejor. Debe socavar a cualquiera que pueda competir con él o desafiar su divinidad, y espera afirmación y alabanza, ya que «dios» merece tal trato. Reorganiza la casa sin preocuparse por las preferencias de los demás porque cree que siempre sabe lo que es mejor.

Él tiene un conjunto de reglas, habladas y no habladas, que forman los «diez mandamientos» de su vida. Si los demás obedecen sus leyes, todo está bien. Si no lo hacen, puede sentir la necesidad de reinstaurar el temor a dios.

Observa cómo los demás hacen las cosas y está seguro de que él las hace mejor. Se frustra con el comportamiento de los demás, sintiéndose agobiado por su incapacidad de hacer todo exactamente bien en servicio a él. En última instancia, busca moldear un mundo donde todo sea como él desea, siempre y cuando los demás no lo arruinen.

La Mayor Necesidad

La idolatría descrita anteriormente revela lo que sucede cuando un corazón se entrega a amarse a sí mismo sin restricciones. Es un reflejo de la denuncia de la idolatría en Isaías 44:9-20, solo que dirigida hacia uno mismo. Trágicamente, en el caso del narcisista o del abusador narcisista, esta idolatría suele indicar que estamos tratando con una persona no convertida.

Una persona no puede servir al único Dios vivo y verdadero mientras al mismo tiempo cree: «Yo soy dios». Estas dos realidades son casi siempre mutuamente excluyentes. Mientras el narcisista crea que él es dios y espere que todos lo reconozcan, cualquier cambio duradero será, tristemente, improbable. Además, ceder a los caprichos del narcisista y caminar con miedo para complacerlo no conducirá a una vida pacífica o bendecida.

Lo que realmente se necesita es una transformación completa del corazón y la cosmovisión del narcisista. Él debe reemplazar su autoidolatría con la verdadera adoración al Dios viviente.

Él no servirá al Señor ni amará a los demás (MT. 22:37-40) como Cristo manda hasta que renuncie a su autodeificación. Para quienes viven con o alrededor de un narcisista, aunque hay formas de minimizar el daño, la mayor necesidad es la transformación del corazón del narcisista, no un cambio en cómo nos relacionamos con él.

Por la gracia del Señor, el verdadero Dios ha cambiado a personas que se adoraban a sí mismas en más de una ocasión. Consideremos a Manasés (2 Cr. 33:10-16) y al apóstol Pablo (Hch. 9:1-19) como ejemplos. Aunque la situación con el narcisismo pueda parecer desesperada, y muchas veces lo sea, el brazo de Cristo no es demasiado débil para salvar al autoidólatra de sí mismo.

Preguntas para Reflexión

  1. Considerando esta noción de autoidolatría, ¿cómo podría esta perspectiva modificar el consejo que damos a quienes tienen un narcisista en sus vidas?
  2. Si se necesita un cambio completo de cosmovisión y del corazón, ¿cómo modifica esto nuestra postura al tratar de ayudar al narcisista a ver y reconocer la manera en que está viviendo y tratando a los demás?
  3. ¿Cómo nos ayuda este diagnóstico bíblico de idolatría a abordar los problemas del corazón que están en juego en aquellos que, de otro modo, serían diagnosticados con «trastorno de personalidad narcisista»?

Este artículo fue publicado originalmente en Biblical Counseling Coalition.


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