La gloria de Dios es el más poderoso agente de transformación disponible al hombre. Es tan poderosa que transforma a los que meramente fijan su mirada en ella. El apóstol Pablo da testimonio personal de esta contundente verdad. Dice, “Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria”[1].
Del testimonio de Pablo aprendo que si quiero llegar a ser todo lo que Dios desea que sea, debo contemplar su gloria cada día.
La gloria de Dios en su densidad mayor reside en el evangelio.
¿Pero, en dónde encuentro la gloria de Dios para contemplarla? Por cierto, la gloria de Dios se revela en toda la creación,[2] pero la Biblia indica que, fuera del cielo, la gloria de Dios en su densidad mayor reside en el evangelio. Es por esta razón que el evangelio es descrito en la Escritura como “el evangelio de la gloria de Cristo” y “el glorioso evangelio del Dios bendito”.[3] Por consiguiente, al fijar mi mirada frecuentemente en la gloria del Señor revelada en el evangelio, puedo saber que residuos de la misma gloria de Dios se están adhiriendo a mi persona y me es tán transformando de un nivel de gloria a otro.[4] Esta transformación es profunda y duradera, y despliega sin desvanecer la gloria de Dios a otros.[5]
En el siguiente bloque encontrarás los textos bíblicos de donde se desprenden estas verdades:
[1] 2 Corintios 3:18 Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
[2] Salmo 19:1 Los cielos proclaman la gloria de Dios… Isaías 6:3 “Santo, Santo, Santo, es el Señor de los ejércitos, Llena está toda la tierra de Su gloria.”
[3] 2 Corintios 4:4 …el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo… 1 Timoteo 1:11 …el evangelio de gloria del Dios bendito… [traducción literal].
[4] 2 Corintios 3:18 Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
[5] 2 Corintios 3:13 Y no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los israelitas no fijaran su vista en el fin de aquello que había de desvanecerse.
Manual del Evangelio
Este artículo es un extracto del libro Manual del Evangelio para cristianos, publicado por Editorial EBI.
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