Un garrote es un término en inglés antiguo que designa un arma con forma de mazo. Esta imagen proviene de El progreso del peregrino[1] de John Bunyan y fue utilizada por Spurgeon en un sermón de 1865.[2] En el relato alegórico, Bunyan narra la historia de Cristiano que viaja por la vida conociendo a distintos personajes, amigos y enemigos en su camino hacia la Ciudad Celestial (el cielo). En una escena, Cristiano y su amigo Esperanza se desvían del camino correcto a través de una puerta que da a los suaves pastos del campo de la vereda. Engañados por el guía, Vana-Confianza, y atrapados en una lluvia, los dos peregrinos encuentran refugio en la propiedad del Gigante Desesperación. El gigante los descu­bre durmiendo y los encierra en las mazmorras del Castillo de las Dudas. El Gigante golpea a los hombres con su garrote, formado a partir de los propios recuerdos despiadados de Cristiano y Esperanza. Estos recuerdos incluyen lamentos como su mala elección de abandonar el camino correc­to y desatender la advertencia de nunca alejarse. Estos recuerdos formaban un garrote que golpeaba sus mentes y sus cuerpos. Continuando la espiral descendente, los hombres traen a la mente más de sus pecados pasados, hasta que comienzan a desesperarse incluso de la vida misma. Los efectos del garrote de la memoria pueden ser devastadores. 

Empuñas el garrote de la memoria y distorsionas el pasado bueno y malo para herir el presente. Las distorsiones giran en torno a compara­ciones del presente con el pasado. Una distorsión de tu pasado «bueno» incluye la queja y la nostalgia, mientras que una distorsión de un pasado «malo» consiste en la amargura, el arrepentimiento, la vergüenza y la culpa impenitente. Estos efectos no son una lista exhaustiva, sino un punto de partida para empezar a desenredar las distorsiones de la memoria. En este primer artículo estaremos analizando las distorciones de un buen pasado, mientras que en una siguiente entrega, estudiaremos las distorciones del mal pasado.

LAS DISTORSIONES DE UN BUEN PASADO

Murmuración

La murmuración aflora a la superficie como una distorsión de un buen pasado. Los murmuradores muestran el «complejo de la hierba parda». El complejo de la hierba parda concluye que toda la hierba es más verde que la hierba que pisas en ese momento. La comparación genera quejas. Los hijos de Israel llegaron al desierto de Sin (diminutivo de Sinaí) y empezaron a pecar (Éx.16). Un mes antes, Israel alabó al Señor por la victoria sobre los egipcios en el Mar Rojo, una experiencia en lo alto de una montaña; pero ahora descendieron al cañón de la queja. Los mismos labios que glorifica­ban a Dios ahora murmuraban: «Los israelitas les decían: “Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en la tierra de Egipto cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos. Pues nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”» (Éx. 16:3). La murmuración se utiliza para dirigir la culpa hacia otros; en este caso, el pueblo murmuraba contra Moisés, por sacarlos de la esclavitud de Egipto hacia la libertad. Moisés y Aarón señalaron con toda precisión que «sus murmuraciones no son contra nosotros, sino contra el Señor» (Éx. 16:8). La queja es en realidad una blasfemia contra Dios. La murmuración se centra en el pasto pardo y enmascara el núcleo de la queja, que se dirige contra Dios, que es el medio mismo de la gracia. En el caso de Israel, la memoria distor­sionó la misericordia de la liberación de Egipto y la convirtió en miseria en el desierto. Los israelitas redujeron la gracia de Dios a una pequeñez tal que desapareció como un espejismo en el desierto del pecado y convirtieron la misericordia en murmuración.[3] En medio de la murmuración, Dios les proveyó codornices y también maná que llovió del cielo, «Él te humilló, y te dejó tener hambre, y te alimentó con el maná que tú no conocías, ni tus padres habían conocido, para hacerte entender que el hombre no solo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del Señor» (Dt. 8:3).

En su divina sabiduría, Dios planeó usar el maná no solo para enseñar a los israelitas en el desierto, sino más adelante para enseñar una lección más grande a través de Cristo. En Juan 6, Jesús alimentó a cinco mil; y la gente lo encuentra al día siguiente al otro lado del mar. Cristo rápidamen­te expuso sus motivos; le buscaban porque tenían el estómago saciado (Jn. 6:26). La multitud preguntó entonces: «¿Qué, pues, haces Tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo”» (Jn. 6:30-31). La multitud atribuyó la provisión de maná a Moisés y no a Dios, de modo que Jesús corrigió y proclamó acertadamente: «Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed» (Jn. 6:35). La multitud murmuraban de Él (Jn. 6:41).

Israel murmuró contra el maná en el desierto y ahora murmuró contra el verdadero maná, Jesucristo el Pan de Vida. Las multitudes no recorda­ron con exactitud la primera provisión, ya que atribuyeron erróneamente la fuente del maná a Moisés, y luego no reconocieron la provisión de Dios del verdadero y eterno maná en Cristo. El garrote de la memoria corrompida desvía del proveedor de todas las cosas buenas y engaña al pensar que la provisión no es suficientemente buena.

Nostalgia

La nostalgia también surge de la distorsión de un pasado favorable. La queja y la nostalgia se entremezclan. Una vez más, Israel tropezó en su deambular por el desierto. Moisés reveló que «el populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable» e incitó a Israel a clamar por carne (Nm. 11:4). En su llanto, Israel dijo: «Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná». La provisión del maná de Dios no satisfacía, y ahora las murmuraciones mezcladas con la nostalgia subían hasta los oídos de Dios. El pueblo recordaba a Egipto con una exageración de las bondades del pasado: la esclavitud se desvirtuaba en la libertad, ya que «comían libremente» mientras estaban esclavizados.

La nostalgia de los israelitas recordaba selectivamente los beneficios del pasado olvidando el contexto de la esclavitud. En la nostalgia, tus sentimientos retroceden al pasado en lugar de avanzar hacia la esperanza futura. Israel añoraba los melones de la esclavitud en lugar de seguir adelante con la esperanza de las uvas de la Tierra Prometida. «La nostalgia secuestra la memoria… En la nostalgia, uno sacrifica el presente y la posibilidad del futuro mientras se acuclilla en el pasado. La nostalgia implica que Dios está presente en un momento y no en otro, o más perniciosamente, que uno prefiere estar en un momento pasado, invivible, más que en el que Dios le ha traído hasta el presente».[4]

¿Tu «buen» pasado te está robando el gozo presente? Presta atención a la sabia advertencia de Salomón, que escribe: «No digas: “¿Por qué fueron los días pasados mejores que estos?”. Pues no es sabio que preguntes sobre esto» (Ec. 7:10). Tu buen pasado puede servirte como fuente de gozo en el presente, pero también puede convertirse en fuente de insatisfacción.

Este post es un extracto del libro Memoria redimida, publicado por Editorial EBI.


[1] John Bunyan, The Pilgrim’s Progress [El progreso del peregrino] (London: Gall and Inglis, sin fecha), 147-156.

[2] Charles H. Spurgeon, «Memory: the handmaid of hope» [«Memoria: la sierva de la esperanza»] 15 de octubre de 1865, spurgeon.org. Acceso el 24 de agosto del 2020.

[3] Ibíd.

[4] Kyle David Bennett, «Abandon all hope ye who forget» [«Abandonen toda esperanza los que olvidan»] cardus.ca, 1 de diciembre del 2015. Accesado el 24 de agosto del 2020.


Memoria redimida

La memoria desempeña un rol importante en la vida cristiana, tanto en su función correcta como en su corrupción. Este libro está escrito para los cristianos que sufren, a sabiendas o sin saberlo, las pesadas cargas de la memoria. Dios quita estas pesadas cargas por Su misericordia en la cruz y redime la memoria a su propósito original, para glorificarlo y adorarlo.


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