¿Qué significa ser mujer?
Primero que nada, como mujer redimida, no puedo permitirme ser producto de las influencias sociales de este o cualquier otro siglo. Fui hecha una mujer portadora de la imagen de Dios por su decreto eterno, y así, en su Palabra revelada busco y encuentro mi identidad y mi rol.
Lamentablemente, las jóvenes de mi generación a menudo se ven arrastradas por las creencias polarizadas con respecto a nuestra identidad y función por las cosmovisiones en competencia y sus respectivos movimientos sociales. La revolución social de la tercera ola de feminismo disfruta ahora de puertas abiertas no solo en nuestras sociedades, sino en nuestros colegios, iglesias y familias.
Las influencias posmodernas buscan una reconstrucción social de lo que debería significar ser mujer. Por otro lado, muchas mujeres han vivido con abuso y maltrato en sus hogares y lugares de trabajo. Por lo tanto, se nos presentan dos extremos con respecto a la feminidad y, lamentablemente, algunas de nosotras hemos caído en la polarización. Es casi imposible no verse afectado por tal caos.
Aunque pueda parecer sabio hacer una concesión en algún lugar entre los dos extremos, para no asociarse con ninguno, yo sugiero que rechacemos no solo los dos extremos, sino todo por en medio de los dos. Pertenecemos a Cristo y hemos sido trasladadas a su reino. Tal vez nos deberíamos tomar un descanso de los dispositivos de adoctrinamiento de las redes sociales por un momento al meditar la cuestión de la feminidad, y encontrar nuestra identidad y función en Jesucristo, que sólo se encuentra en las Escrituras.
No está en el moralismo
En las Escrituras, no solo buscamos una lista de lo que deberíamos o no deberíamos hacer como mujeres. En el momento en que la Biblia se reduce simplemente a un manual de ética, perderemos de vista el corazón y el objetivo del mensaje dado tanto en cualquier texto, como en la suma de ello. En otras palabras, comencemos por preguntarle a Dios en su Palabra cómo quiere ser glorificado a través de nuestra feminidad.
Hombre y mujer como Image Dei
Imago Dei son las palabras latinas para “imagen de Dios”. Esto consiste en la identidad misma de la humanidad (Génesis 1:26-28). Ser hechos a la imagen de Dios sugiere que tanto los hombres como las mujeres reflejan algunos de los atributos de Dios.
Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza … Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó (Génesis 1: 26-27).
Nuestra estructura como Imago Dei
El hombre y la mujer son hechos a imagen de Dios estructuralmente (nuestra esencia y ser). Ambos tienen el mismo valor ante Dios, y eso debe ser reconocido por todos.
Nuestra función como Imago Dei
Aunque el hombre y la mujer fueron hechos estructuralmente como portadores de la imagen de Dios, fueron hechos funcionalmente a la misma imagen de maneras distintas. Génesis 2:18, 20-24 nos dice que la mujer fue creada funcionalmente para apoyar al hombre, ya que no era bueno que el hombre estuviera solo en su papel de pastor, sacerdote, proveedor, y protector. La mujer fue llamada a ser la “ayuda idónea”, que se puede traducir como “ayudadora opuesta”.
Nuestra lucha desde la caída
A pesar de la caída, nunca perdimos la imagen de Dios (Gn. 9:6, Stg. 3:9), sino que dicha imagen se distorsionó en nosotros. Según Génesis 3:14-19, debido a la rebelión de la humanidad, las mujeres, en su carne, querrán rebelarse contra su función mientras intentan asumir el papel del hombre. De manera parecida, los hombres lucharán por continuar con su papel de proveer y proteger. Se introdujo la disfunción que lucha en contra de nuestras respectivas funciones, no solo con la naturaleza, sino también en nuestros propios corazones pecaminosos.
Aunque la disfunción afecta nuestros roles, no los vuelve obsoletos. El hombre todavía debe proveer, aunque la tierra luchará en su contra. En general, la mujer todavía ha de tener hijos, aunque el dolor aumenta. El hombre todavía ha de ser la cabeza, aunque exista una tendencia en la mujer de desear la función para sí misma. Además, muchos hombres utilizarán erróneamente su fuerza para señorear por encima de las mujeres en vez de pastorearlas a un punto donde puedan regocijarse abiertamente en su papel de sumisión.
Desde los acontecimientos de Génesis 3, todos vivimos en sociedades que luchan para abrazar los aspectos funcionales de la masculinidad y la feminidad bíblicas. Por eso no hay verdadera esperanza en las revoluciones sociales porque su brújula ha perdido el horizonte. Ellos tratan de fabricar brújulas morales por la fuerza, y no por la Palabra de Dios a través de la redención en Cristo.
Las mujeres son creadas a imagen de Dios y, por lo tanto, deben ser respetadas y tratadas de una manera justa. No obstante, esto no significa que debamos reaccionar ante eso y entregarnos al llamado de nuestra sociedad y abandonar nuestras funciones bíblicas. Hoy en día, la maternidad es vista por muchos como inferior, y la sumisión al liderazgo masculino es vista como una debilidad. El empoderamiento femenino se ha convertido en una moda superficial y, en mi humilde opinión, destructora. La identidad de la mujer se ha convertido en sus logros sociales o económicos.
Me gustaría animar a mis hermanas a que aspiren la oportunidad de ser esposa, e incluso madre si Dios lo permite, como la más alta vocación en esta vida para nosotras. Dios es glorificado cuando vivimos en los aspectos funcionales de su imagen en nosotras cuando asumimos un papel de apoyo, y si Dios quiere, maternal, en nuestras familias. En el momento en que escribo esto, no estoy casada y no tengo hijos, pero esto no significa que no pueda cumplir con mi papel o función como mujer. Abrazo el papel de apoyo en mi casa, el ministerio y la iglesia local. Lo considero un gozo conocer y vivir por quien estoy reflejando en mi obediencia, y todo por la gracia de Dios en Cristo.
Dicho esto, aspiro a ser algún día una esposa y madre piadosa. Dios me ha dado una carga para ministrar a otras mujeres, como en el presente intento de este blog, pero no considero que un esposo e hijos obstaculicen cualquier meta personal, sino que solo las cumplan.
No creo que la Biblia prohíba a las mujeres tener una carrera fuera del hogar. Sin embargo, no se puede permitir que ninguna carrera futura fuera de mi hogar dañe o reemplace mi rol en mi hogar e iglesia.
Como mujeres, no tenemos el mismo rol que el de un hombre. Nuestro papel es más un privilegio, que simplemente restrictivo. Efesios 5:22-24 es claro en decir que los distintos roles entre el hombre y la mujer tienen el propósito de reflejar la relación entre Cristo y su iglesia. El hombre es la cabeza de la mujer como Cristo es la cabeza de su iglesia. La mujer se somete a su esposo como la iglesia se somete a Cristo y Cristo se somete al Padre. Decir que tomar un papel de sumisión es inferior, quiere decir que el papel de Cristo en su sumisión al Padre lo hace inferior.
“Decir que tomar un papel de sumisión es inferior, quiere decir que el papel de Cristo en su sumisión al Padre lo hace inferior”.
Lamentablemente, el abuso de roles dados por Dios y el pecado en nuestro propio corazón, nos han cegado de la belleza en abrazar funciones complementarias. Tenemos el asombroso privilegio de reflejar a Dios en formas funcionales que son distintas a las de un hombre, y viceversa. No tenemos que ser mujeres “autosuficientes”. De hecho, nadie es autosuficiente. Somos mujeres hechas por Dios y redimidas por Cristo. Yo no busco la felicidad (si realmente hay alguna) en la autonomía, sino el gozo verdadero en Cristo viviendo su imagen en mí, de acuerdo con su diseño.
Proverbios 31 nos muestra que debemos ser una mujer confiable, trabajadora, disciplinada, leal, preparada, sabia, amorosa y, lo más importante, temerosa de Dios. Ninguna mujer en toda la historia de la humanidad ha podido identificarse completamente con la mujer descrita en este capítulo de las Escrituras, pero Cristo completa mis fallas y llena lo que me falta. Aunque debemos aspirar a ser esa mujer, necesitamos saber que su único cumplimiento es Cristo en nosotras, la esperanza de gloria.
“Ninguna mujer en toda la historia de la humanidad ha podido identificarse completamente con la mujer descrita en este capítulo de las Escrituras [Proverbios 31], pero Cristo completa mis fallas y llena lo que me falta”.
Como mujeres de Dios, nuestra única identidad es quiénes somos en Cristo. Podemos apoyar, e incluso someternos felizmente, no porque alguien lo merezca, o sea más inteligente que nosotras, sino porque nuestro gozo es completo en Cristo y confiamos en el propósito de su diseño.
“Como mujeres de Dios, nuestra única identidad es quiénes somos en Cristo”.
¿Está distorsionada la imagen de Dios en ti, o has sido perfeccionada en Cristo mediante la redención? En cuanto a nuestra función, ¿añoras ser la “ayudadora opuesta” en Génesis 2 y la mujer virtuosa de Proverbios 31 que da testimonio de su Creador? ¿Estás dispuesta a glorificar a Dios obedeciendo y amando la función que él te dio? Debido al pecado, todas luchamos con esto a nuestra manera.
No obstante, solo se puede vivir de acuerdo con el diseño de Dios por su gracia en Cristo. El mundo pide revolución, pero la Biblia exige redención y reforma. ¡Únete a la reforma! Pido a Dios, en el nombre de Jesús, que nos unamos para abrazar el honor y el privilegio que se nos ha otorgado como mujeres portadoras de la imagen de Dios.
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