“Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (5:17)
En Efesios 5:17, como vimos en el artículo anterior, Pablo nos ordena que “comprendamos” la voluntad de Dios, aplicando la verdad bíblica a cualquier problema que enfrentemos, ya sea que se aborde explícitamente en las Escrituras o no. Esto quiere decir que la santificación depende de un correcto discernimiento de la Palabra de Dios.
La oración que hace Pablo por los creyentes de Filipos también realza el papel del discernimiento en la santificación.
“Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios” (Fil. 1:9-11).
Pablo ora para que los filipenses tengan más amor, pero distingue el amor de una simple emoción o del sentimentalismo. Él establece un vínculo entre el amor cristiano y cuatro expresiones relacionadas con el discernimiento. En primer lugar, la palabra griega que se traduce como “conocimiento” (epignōsis, v. 9), parece referirse a un profundo conocimiento —conocimiento personal de Dios o conocimiento moral o espiritual adquirido por experiencia, o ambos.1[1]
En segundo lugar, el término que se traduce como “discernimiento” (aisthēsis, v.9), solo aparece aquí dentro del Nuevo Testamento. Pero comparte la misma raíz del término que se traduce como “poderes”, o “sentidos” en Hebreos 5:14 (aisthētērion). La traducción griega de Proverbios usa frecuentemente el término aisthēsis para hacer referencia a un conocimiento o perspicacia orientado a la práctica (p. ej. 5:2). Llega al español por medio de la palabra estesia (la capacidad de sentir o percibir), y por su antónimo, mucho más conocido, anestesia. Percatémonos también del sentido abarcador de la percepción que Pablo solicita: “en todo conocimiento” o “en todo discernimiento” (LBLA).
En tercer lugar, un amor con discernimiento y conocimiento le permite al cristiano “aprobar” (dokimazō) “lo mejor” (v. 10).[2] La última frase describe lo que es superior a otras cosas, como en Mateo 6:26: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (énfasis añadido). En Filipenses 1:10 la frase tiene un matiz que puede referirse a “las cosas que son esenciales” en contraposición con las que carecen de importancia (adiaphora); o a “cosas que realmente importan”, en oposición a las que tienen poco o ningún valor.[3] Algunos interpretan esta idea como una anticipación de la afirmación posterior de Pablo, cuando dijo que él había abandonado todo su prestigio y sus logros por la “excelencia del conocimiento de Cristo” (3:8).[4]
En la vida hay incontables decisiones que tienen que ver con sencillamente elegir entre el bien y el mal. Lo que usted necesita es un discernimiento extraordinario que le ayude a percibir las diferencias. entre las cosas para poder tomar la mejor decisión posible.
En cualquier caso, la frase “para que aprobéis lo mejor” posee una relevancia general para la vida cristiana. Esa frase indica la necesidad de escoger no solo el bien por encima del mal, sino también lo mejor por encima de lo que solamente es aceptable. Carson brinda unos comentarios excelentes acerca de esta excelencia:
En la vida hay incontables decisiones que no tienen que ver con sencillamente elegir entre el bien y el mal. Lo que usted necesita es un discernimiento extraordinario que le ayude a percibir las diferencias entre las cosas para poder tomar la mejor decisión posible…
La búsqueda de tal excelencia no depende de diferenciaciones obvias entre lo bueno y lo malo. Más bien depende de decisiones delicadas que reflejen todo el sistema de valores del individuo, todo su conjunto de prioridades, el corazón y la mente de la persona. Es por ello que Pablo ora pidiendo que el amor de los filipenses abunde más y más en conocimiento y profundo discernimiento: él quiere que sus corazones y mentes se vuelvan profundamente cristianos, de otra manera, no serán capaces de discernir qué es lo mejor.[5]
Al concluir su oración, Pablo revela el propósito del discernimiento: provocará que abundemos en frutos que honren a Dios cuando estemos delante del Señor (vs. 10b-11). ¡Esa esperanza con certeza motivará el corazón del creyente a escoger lo que es mejor!
Necesitamos debatir antes de decidir
Aunque algunos pasajes indican la necesidad de discernimiento, otros ilustran esa necesidad al debatir decisiones específicas que el pueblo de Dios debe tomar. Como es lógico, emplear los textos de Salomón exige evaluar situaciones específicas para determinar la mejor conducta a seguir. “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Pr. 25:11). “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Pr. 10:19). Hace falta discernimiento para saber cuándo hablar y cuándo permanecer callado. “Fieles son las heridas del amigo” (27:6a, LBLA). “La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa” (19:11). El discernimiento nos ayuda a decidir cuándo debemos reprender al amigo y cuándo debemos abstenernos de reprender. [6]
Solo analizaremos un ejemplo del Nuevo Testamento, uno que surge de la oración de Pablo que se halla en Filipenses 1. Al concluir su epístola, el apóstol escribe: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (4:8). Al igual que en otros pasajes que he citado, aquí el término “todo” abarca toda clase de detalles no identificados en el texto.
Aquí nos enfrentamos a una tensión. Por una parte, Pablo da por sentado que estas normas representan realidades objetivas. Por la otra, no se llega a dichas realidades solamente al hacer referencia a condiciones inequívocas. Éstas suponen la existencia de juicios de valor que están bien fundados, gracias a la experiencia que se adquiere en la vida y en la cultura que nos rodea. Si no fuese por el discernimiento que se ha cultivado por medio del Espíritu Santo y a través de la interacción entre las Escrituras y la experiencia de la vida, a la larga no podríamos obedecer las instrucciones de Filipenses 4:8.
Para ilustrar aún más la necesidad de tener discernimiento para la santificación, le dejo con algunas interrogantes prácticas que plantea Carson.
¿Qué hace usted con su tiempo? ¿Cuántas horas a la semana pasa con sus hijos? ¿Ha dedicado algún tiempo en los últimos dos meses predicándole el evangelio a alguien? ¿Qué cantidad de tiempo ha pasado viendo televisión o en otras formas de relajación personal? ¿Está usted comprometido, en su uso del tiempo, a emplearlo en lo que es mejor?
¿Qué ha leído en los últimos seis meses? Si ha tenido tiempo para leer periódicos, o revistas de noticias, o un par de novelas policiacas, o una novela o dos o tal vez un diario comercial, ¿ha hecho tiempo también para leer un comentario o alguna otra literatura cristiana que le ayude a comprender la Biblia o a mejorar su disciplina espiritual o a ampliar sus horizontes? ¿Está usted comprometido, en sus hábitos de lectura, a leer lo que es mejor?[7]
Después de muchas preguntas como éstas, Carson concluye correctamente que las mejores opciones en dichas áreas “son el tipo de decisión que no se toma sobre la base de la ley solamente. Surgen de un corazón transformado por la gracia de Dios”.[8]
Conclusión
La santificación es tan intensiva y extensiva que necesita la disciplina de la aplicación. Esto podría resultar desalentador a la luz de las dificultades que a menudo enfrentamos en la aplicación. Podríamos desear que Dios hubiese brindado más detalles en su Palabra para que no tuviésemos que esforzarnos tanto. Podríamos desear también que la santificación fuese más como seguir algunos pasos fáciles. Aunque puedo identificarme con esos deseos, estoy convencido de que son equivocados.
Piense en cuán tediosa sería la Biblia si Dios se hubiese propuesto abordar todas las contingencias que podamos enfrentar en la vida. Le brindo una ilustración para enterlo mejor:
Debido a que la vida nunca se paraliza, ningún libro podría brindar siquiera un mandato para cada situación posible. Una obra semejante no solamente sería extremadamente difícil de manejar, sino también increíblemente aburrida, y se parecería más a un catálogo de piezas de automóviles que a una Biblia (p. ej. Clonación de ovejas: libro 3, sección A, parte 1, ley número 3.034.578: no jugarás con los genomas de los animales). Afortunadamente Dios tenía otro plan.[9]
Lo que es más importante, a la luz de Hebreos 5:14, debemos percatarnos de que un enfoque semejante traería como resultado un crecimiento atrofiado. Como educador, se me recuerda con frecuencia que les enseñe a los estudiantes “habilidades mentales superiores”, y no solo hechos. En particular, debo recordar la taxonomía de Bloom. En su versión revisada este modelo identifica seis categorías de aprendizaje cognitivo que van desde lo sencillo hasta lo complejo: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear.[10]
Cuando diseño los currículos, enseño, y evalúo el aprendizaje de los estudiantes, debo concentrarme en las últimas categorías. El objetivo no es que los estudiantes regurgiten la información. Es enseñarles a pensar y a usar en la vida real lo que han aprendido. Esto es lo que más contribuirá a su madurez y éxito a largo plazo.
De la misma manera, el crecimiento espiritual no se adquiere a través de una obediencia memorizada. La semejanza a Cristo no consiste en una obediencia robótica en la que se obedece a una lista de mandatos. En su lugar, Dios nos capacita para desarrollar una relación genuina y personal con él. Él nos llama a que nutramos un sincero afecto hacia él, y a que internalicemos sus valores a través de la meditación en las Escrituras. Y él desea que nos ocupemos activamente a la hora de discernir la relevancia de su Palabra en nuestras circunstancias. Es así como él nos hace transcurrir de la niñez a la madurez. El Señor también nos ha bendecido con múltiples recursos que nos enseñan a utilizar su Palabra.
[1] Melick, Philippians, 64-65.
[2] Esta es la traducción del participio del verbo diapherō que aparece también en Romanos 2:18, haciendo referencia a los judíos: “y conoces su voluntad, [de Dios] e instruido por la ley apruebas lo mejor” (énfasis añadido).
[3] BDAG, 239.
[4] Ver Thielman, Philippians, 41.
[5] Carson, Praying with Paul, 106, 108.
[6] Otro ejemplo pudiera ser Proverbios 26:4-5: “Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él. Responde al necio como merece su necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión”. Challies concluye que el discernimiento
[7] Carson, Praying with Paul, 108.
[8] Ibid., 109.
[9] Andreas Köstenberger y Richard D. Patterson, Invitation to Biblical Interpretation (Grand Rapids, MI: Kregel, 2011), 786-787.
[10] Ver de Benjamin S. Bloom, ed., Taxonomy of Educational Objectives (Nueva York: David McKay, 1956), de Lorin W. Anderson et al., eds., Taxonomy for Learning, Teaching, and Assessing (Nueva York: Longman, 2001).
Ken Casillas es autor del libro Más allá del capítulo y el versículo, publicado por Editorial EBI.
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