Eran las 2:30 am cuando me desperté sobresaltada. Una a una las preocupaciones de la vida se fueron sumando a mis pensamientos. Era como si un talón tras otro se fuera abriendo frente a mí. 

Situaciones imaginarías o reales empezaron a llegar a mi mente haciéndose cada vez más reales y difíciles de solucionar.

Estaba asustada, respiraba agitada, quería gritar.

¿Te ha pasado alguna vez?

Creo que esta escena puede ser más cotidiana de lo que pensamos y nos gustaría admitir. No importa si creemos en Dios o no. Todos los seres humanos podemos enfrentar miedo al futuro, incertidumbre debido a los cambios, inquietud por la manera en cómo estamos asumiendo las pruebas, duda respecto a qué decisión debemos de tomar, etc.

La respuesta a este tipo de experiencia, sin embargo, es determinada por lo que creemos acerca de Dios, lo que conocemos de Él y la manera en cómo hemos sido moldeados por el evangelio.

¿Qué quiero decir? 

En la Biblia encontramos ejemplos de personas que tenían muchos motivos para estar ansiosas y preocupadas. Vienen a mi mente el rey David, Daniel, Ester, los santos que aparecen en la lista de héroes de la fe en Hebreos 11, Pablo y el resto de los apóstoles. Allí vemos que su vida corría peligro, las amenazas estaban a la vuelta de la esquina, los enemigos intentaban destruirlos por todos los medios posibles, y que se encontraron muchas veces atribulados, pero nunca destruidos. ¿Por qué? Porque creían y confiaban en Dios, en Su soberanía, en Su propósito eterno.

¿Tienes tú esa misma confianza? ¿Sabes que el Dios que estuvo con David, Daniel, Ester, los apóstoles y profetas, es el mismo Dios que está a tu lado en tus noches de insomnio? Él nunca cambia, siempre es el mismo y por lo tanto puedes descansar en Su fidelidad, cuidado, bondad, amor y cada uno de Sus atributos.

No te preocupes, ocúpate

El apóstol Pablo escribió la epístola a los Filipenses mientras se encontraba encarcelado. Sin embargo, allí, en medio de su condición, escribió uno de los versículos más conocidos para ayudarnos a lidiar con la ansiedad y la preocupación. «Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús» (Fil. 4:6-7).

La orden es clara: no te preocupes, no estés ansioso, mejor ocúpate en la oración. Ora por todo. Lleva delante de Dios todas aquellas cargas que tienes sobre tus hombros, toda la angustia y las preocupaciones que has acumulado con el paso de los días o de los años. Despójate de todo lo que te produzca angustia, incertidumbre o congoja mediante la oración.

Preséntate delante de Dios con tus peticiones en un espíritu de ruego y con acción de gracias. De esta manera, dice Pablo, la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará tu corazón y tus pensamientos en Cristo Jesús.

La palabra «súplica» tiene una connotación que hace referencia a «una petición o ruego», algo que le pedimos a Dios con un espíritu humilde y con una urgencia tal como si nuestras vidas dependieran de ello.

Pablo tenía autoridad para exhortarnos de esa manera, ya que él había enfrentado situaciones extremas como: naufragios, encarcelamientos, amenaza de muerte, azotes, frío, hambre, desnudez, y además una preocupación constante por las iglesias (2 Co. 11:23-29).

Pablo tenía muchos motivos para mostrar ansiedad y preocupación, sin embargo, él oraba y pedía sabiduría para afrontar los desafíos a los que se enfrentaba cada día. Él descansaba en uno de los atributos de Dios que más nos ayudan en medio de los momentos de duda y temor: Su soberanía.

Pablo entendía que todo lo que Dios quiere lo hace en los cielos y en la tierra y que nada se escapa de Su poder. Así que, en lugar de darle cabida a la preocupación y a la ansiedad, el apóstol llevaba sus cargas a Dios y al hacerlo, pudo recordarnos que podemos encontrar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento cuando oramos.

La paz de Dios

Esa noche, cuando me desperté angustiada, algunas preguntas pasaron por mi mente: ¿Qué puedo hacer para cambiar esta situación? ¿Cómo puedo evitar el sufrimiento en la vida de las personas a las que amo? ¿Qué pasará con mi hija si a mi esposo o a mí nos sucediera algo? Pero, la verdad, es que, al hacerlo, mi angustia se iba incrementando porque son cosas que no puedo controlar ni cambiar por mucho que lo intente. Así que, decidí que mi enfoque no iba a estar en los asuntos del mundo que agitaban mi corazón, sino en la soberanía de un Dios bueno y misericordioso que lo sabe todo. 

Esa noche, en lugar de seguir alimentando la ansiedad y la preocupación por cosas que ni siquiera han pasado, decidí cerrar mis ojos y orar. Como dice el Salmo 34:4, «Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores». Porque «En el día que temo, yo en ti confío» (Sal. 56:3). Y así, la Palabra de Dios trajo paz a mi corazón atemorizado. 

No te afanes por el día de mañana

Tal vez estás familiarizado con Mateo 6:25-34:

Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? ¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué se preocupan? Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará Él mucho más por ustedes, hombres de poca fe? »Por tanto, no se preocupen, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”. Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas. 

Esas palabras de Jesús nos recuerdan que somos peregrinos en esta tierra, que el enfoque de nuestras vidas no debe estar en las cosas de este mundo, que se pueden esfumar en un abrir y cerrar de ojos. Nos recuerdan que debemos vivir cada día con la eternidad en mente y que Dios es un Buen Padre que sabe exactamente lo que necesitamos. 

Por lo tanto, podemos enfrentarnos al futuro con la confianza que da el sabernos amados por un Padre amoroso, que siempre sabe lo que hace, que cuida de cada una de nuestras vidas, que siempre está atento a nuestras oraciones y que nos exhorta a poner nuestra confianza en Él y no en nuestras propias habilidades o recursos.

La realidad es que, no estamos a cargo de nuestras vidas, no tenemos el control, y gracias a Dios, porque de lo contrario nos perderíamos la bendición de ir a Dios en oración, de verlo obrando de maneras maravillosas en nuestras vidas, de disfrutar Su paz que sobrepasa todo entendimiento cuando oramos y descansamos en Su cuidado, sabiduría, soberanía y amor.

En lugar de dudar y preocuparnos, escojamos orar y confiar.


Comparte en las redes