“…sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia, teniendo buena conciencia, para que en aquello en que son calumniados, sean avergonzados los que hablan mal de la buena conducta de ustedes en Cristo” (1 Pedro 3:15-16).

¿Qué es la apologética?

En 1 Pedro 3:15-16 vemos que todos los creyentes debemos estar preparados para “presentar defensa” cuando se cuestione nuestra fe. Por tanto, la apologética tiene que ver con la defensa de la fe cristiana contra toda forma de incredulidad. La palabra “apologética” proviene del vocablo griego apologia que está en el versículo 15. Se trata de un término legal, y hace referencia a la defensa contra una acusación en un tribunal de justicia.

Existe un léxico griego que proporciona el espectro de significados que posee esta palabra: “dar una respuesta”, “librarse de acusaciones”, “defenderse en un tribunal de justicia”, “hablar en nombre propio o en nombre de otro contra acusaciones presuntamente falsas”. En ese contexto, cuando la fe cristiana es falsamente acusada (“la Biblia tiene errores” o “Jesús nunca resucitó”), el cristiano debe brindar una respuesta que demuestre la falsedad de la acusación.

Cornelius Van Til, profesor de Apologética del Seminario Teológico de Westminster durante el siglo veinte, y pionero en ese campo de estudio, brindó una sencilla definición: “La apologética es la reivindicación de la filosofía de vida cristiana contra las varias formas de filosofía de vida no cristianas”. Esta definición muestra que un estudio de apologética debe incluir todas las objeciones que puedan formularse contra la verdad del cristianismo.

“…un estudio de apologética debe incluir todas las objeciones que puedan formularse contra la verdad del cristianismo”.

Una definición más reciente incluye la importancia de mostrar la racionalidad y belleza de la fe cristiana. William Edgar define la apologética como “el arte de la persuasión, la disciplina que se plantea las diversas formas de ensalzar y defender al Dios viviente ante aquellos que carecen de fe”. 

“Defendemos la fe para persuadir al incrédulo de que Jesús es el Mesías, y de que el incrédulo necesita la salvación”.

Defendemos la fe para persuadir al incrédulo de que Jesús es el Mesías, y de que el incrédulo necesita la salvación. Al tiempo que defendemos la fe debemos también ensalzarla, es decir, mostrar cómo la fe cristiana da solución a las necesidades más profundas de la condición humana y hace que el mundo tenga sentido.

La relación entre la apologética y el evangelismo

La meta del evangelismo es conducir a una persona hacia el conocimiento salvador de Jesucristo. La meta de la apologética debe ser la misma. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre ambas? En resumen, debemos decir que la apologética es una parte distinta pero inseparable del evangelismo.

“…la apologética es una parte distinta pero inseparable del evangelismo”.

En primer lugar, el evangelismo tiene que ver con la presentación del evangelio y con los métodos que para ello se emplean. La apologética por su parte se dedica a darles solución a las objeciones que se formulan contra el evangelio, eliminando los obstáculos intelectuales, y ensalzando la fe cristiana como la única y legítima respuesta a los dilemas de la humanidad.

Pensemos en un vehículo que posee tracción en las cuatro ruedas. Por lo general las ruedas delanteras hacen todo el trabajo, pero cuando comienzan a resbalar, las ruedas traseras entran en acción y estabilizan el vehículo. Cuando estamos proclamando las buenas nuevas de Jesucristo, estamos evangelizando. Sin embargo, cuando alguien plantea objeciones contra la fe cristiana, la apologética le brinda las respuestas a esas inquietudes para que podamos seguir evangelizando. Si un cristiano duda de su propia fe, o no la conoce bien, nunca la compartirá con los demás

“Si un cristiano duda de su propia fe, o no la conoce bien, nunca la compartirá con los demás”.

En segundo lugar, la apologética es tan importante para los cristianos como lo es para los incrédulos. No sirve tan solo para el evangelismo; es también primordial para fortalecer la fe del creyente, ofreciéndole conocimientos doctrinales más firmes y respondiendo sus dudas. Una iglesia con conocimientos de apologética poseerá también una confianza mayor en la verdad, en el poder y la fiabilidad del evangelio, en las Escrituras y todo el conjunto de las doctrinas cristianas que nuestra fe abarca. La falta de conocimientos de apologética es la razón fundamental por la cual muchas iglesias han dejado de ser eficaces en sus esfuerzos evangelísticos. Si un cristiano duda de su propia fe, o no la conoce bien, nunca la compartirá con los demás. 

“No sirve tan solo para el evangelismo; es también primordial para fortalecer la fe del creyente, ofreciéndole conocimientos doctrinales más firmes y respondiendo sus dudas”.

Por último, la apologética y el evangelismo, aunque son diferentes, son inseparables. El evangelismo sin la apologética se limita a un monólogo con los incrédulos. La apologética sin el evangelismo se limita a un mero ejercicio intelectual. Ambos han sido diseñados para complementarse. Hablar simplemente con un incrédulo hasta que nos interrumpa no es evangelismo bíblico. El evangelismo debe ser un diálogo en el cual nos tomamos un tiempo para comprender la cosmovisión del incrédulo, y para entender por qué no cree en Cristo, y luego brindarle respuestas que revelen la verdad del cristianismo. Cuando nuestra apologética se concentra en ganar a los perdidos para salvación (y no en “demostrar que Dios existe”), permanece en su lugar correcto como compañera que es del evangelismo.


Este artículo es un extracto de el libro Cada Creyente Confiado, publicado por Editorial EBI.

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