La nieve es bella. Tan resplandeciente cuando recién cae sobre la tierra y sale el sol… Crecí en un país donde se asocia las primeras caídas de nieve con la época de la Navidad. Tan pura, tan preciosa, un regalo de Dios que nos recuerda su perdón, el cual nos brinda una limpieza “más blanco[a] que la nieve” (Sal. 51:7).
Es un mensaje tan simple como el que se entiende por el pesebre tradicional típico en muchas culturas latinoamericanas. Los pastores, los reyes magos, José, María y el bebé Jesús – todos vestidos en la ropa típica folclórica. El mensaje implícito en el nacimiento es la encarnación de Dios, cuando Jesús llegó a ser uno de nosotros. “La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel” (que significa Dios con nosotros), (Mt. 1:23). Por primera vez, la deidad entró en la humanidad.
Pero el simbolismo de nieve es atípico donde yo vivo. En Perú, pocos conocen esa realidad. Mas bien, un glaciar será la distintiva de la Cordillera Blanca de los Andes: la gruesa masa de hielo y nieve cubriendo la superficie con un frío imperdonable que borra cada vestigio de vida. Enfría todo… Me hace recordar la respuesta de Jesús cuando los discípulos le preguntaron sobre las señales de su venida y del fin del siglo. Les respondió:
…Por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mateo 24:12.
Una de las formas más obvias de un corazón frío es la actitud de la gente sobre el valor de la vida humana. Nota el deprecio de la vida en las noticias diarias de guerras, genocidios, disturbios, homicidios, violencia doméstica, abuso de niños, eutanasia, y otros males. Añade a esto las 1.6 millones de muertes atribuidas a COVID-19 solo este año, y diremos ¡que la raza humana está en peligro!
Tantos peligros amenazan con eliminarnos a todos nosotros. Pero hay algo que pone en peligro la raza humana más que todas las demás amenazas combinadas — el aborto. Una gran paradoja se ha hecho evidente en el mundo entero: el lugar más inseguro para un niño no es en Iraq ni en Siria. Los peligros mayores no son las guerras lejanas, ni un virus el más cercano; sino el lugar mas peligroso para un niño es el vientre de su propia madre.
Lo que subvalora la vida más que todo es el aborto: específicamente 73 millones de abortos por año.[1] Cada año. Por cada persona que muere después de una lucha contra el virus COVID-19, otras 45 personas, las más pequeñas e indefensas de todas, son matadas deliberadamente por el aborto.
¡El aborto es más serio de lo que imaginas! 73 millones de abortos: es un número tan grande que es casi inconcebible. 73 millones es la suma de la población actual de Argentina y Venezuela. Imagina matarlos todos en un año. El segundo año, mata todos los ciudadanos del Perú, Chile, Ecuador, Uruguay, Trinidad y Tobago, Guayana Francesa y 2/3 de Aruba. El tercer año, todos los de Colombia, Bolivia, Paraguay, Guayana, Surinam, Curazao, Caribe Netherlands, Islas Malvinas, y la otra tercera parte de Aruba. ¡En tres años, de todo Sudamérica solo queda Brasil! El aborto está borrando la población de la faz de la tierra.
El aborto es una realidad en las Américas. Aquí hay solo algunos ejemplos:
- Argentina – En caso de que finalmente el Senado vote a favor de aprobar la nueva ley del aborto, Argentina seguiría los pasos de Estados Unidos, Puerto Rico, Canadá, Cuba, Guyana y Uruguay en lo que al continente americano se refiere.[2]
- EE.UU. – El Congreso de Estados Unidos demostró que la Planned Parenthood traficaba ilegalmente los órganos y tejidos procedentes de cadáveres de bebés abortados… de la mayor red de clínicas abortistas en Estados Unidos.[3]
- Ecuador – ¿Cuánto cuesta un pulmón de un bebé abortado?
Con la despenalización del aborto en países vecinos, hemos sido testigos de los aberrantes escenarios propiciados por la Federación Internacional de Planificación Familiar, que van desde la promoción abierta de los servicios de aborto a los adolescentes hasta la venta fraudulenta de tejidos y órganos fetales. [4]
¿En qué tipo de civilización discutimos los matices acerca de cuánto dinero se gastó por tal órgano, y si se trataba de una donación o reembolso, con el fin de que parezca menos horrible? Esta es una cultura de muerte que no podemos ignorar. Es la cultura en que vivimos. En algunos países pagamos por abortos con nuestros impuestos, voluntaria o involuntariamente. En otros casos participamos por no decir nada o no hacer nada.
Es un triste momento en la historia de la humanidad, cuando la vida humana no se considera de mucho valor. Una cultura de muerte es una cultura completamente lógica para cualquiera que no valora la vida; para cualquiera que tiene un corazón duro, frío. Si bien deberíamos rechazar las prácticas de los abortistas a puerta cerrada, no deberíamos estar sorprendidos. Para ellos, los bebés carecen de dignidad y valor humano, así que ¿por qué no sacar provecho de sus órganos? De todos modos, solo se trata de dinero. Lo llaman tejido fetal o productos de concepción. La verdad es que estos órganos son de niños por nacer. Niños reales. Seres humanos.
Una de las pruebas más convincentes de que el bebé por nacer (el embrión o feto) es, de verdad, un ser humano desde su concepción, es el testimonio de Elisabet que encontramos en el relato navideño en Lucas 1:39-44.
En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, y dijo:
Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
Probablemente María tenía un mes de embarazo. Elisabet reconoció su embarazo, pero no glorificó a Dios por “tejido fetal” o por “células que tenían el potencial de ser humano”. Ya era un ser humano. Elisabet fue guiada por el Espíritu Santo para identificarlo y saludarlo como “mi Señor”. Era Dios mismo en forma humana – la forma más pequeña y humilde – un embrión en el vientre de María.
Me gustaría tapar el sol con un dedo y fingir que las prácticas de aborto no existen en nuestro mundo. Pero el hecho es que sí, existen. Es hora de decidir qué hacer. Ignorarlo, minimizarlo, descriminalizarlo o legalizarlo sólo resultará en permitir que la matanza continúe y aumente. ¡En los últimos 10 años el número de abortos anuales en el mundo ha aumentado de 44 millones a 73 millones! No podemos ignorar esto. No podemos fingir que no es tan malo, o que desaparecerá. Es tan malo, y no desaparecerá a menos que hagamos algo al respecto.
Debemos luchar con amor y compasión, pero también con una resolución firme para defender la santidad de la vida. Podemos rescatar vidas una por una, reconociendo el valor de cada ser humano, no importando qué tan pequeña que sea.
¿Y qué pasó con el que Elisabet llamó “mi Señor”? Era Jesucristo, la luz del mundo que es la respuesta para los de corazones fríos.
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. (2 Co. 4:6).
[1] Fuente: Bearak J et al., Unintended pregnancy and abortion by income, region, and the legal status of abortion: estimates from a comprehensive model for 1990–2019, Lancet Global Health, 2020, 8(9), http://www.thelancet.com/journals/langlo/article/PIIS2214-109X(20)30315-6/fulltext
[2] https://argentina.as.com/argentina/2020/12/11/actualidad/1607684552_471626.html
[3]https://www.eldisenso.com/informes/planned-parenthood-admitio-la-venta-de-fetos-abortados-y-prometio-que-en-el-futuro-no-cobrara-por-ellos-en-el-mercado-norteamericano/
[4] https://www.larepublica.ec/blog/2019/03/08/cuanto-cuesta-pulmon-bebe-abortado/
Comparte en las redes