Muchos lo consideran una figura histórica. Algunos otros lo califican como un modelo de tolerancia. Y aún otros, lo ven como un símbolo revolucionario que promueve igualdad social y el bienestar de los más necesitados. Pero el Señor Jesucristo es mucho más que sólo imágenes que sueñan con una visión utópica. Cristo es Dios (Jn. 20:28), el Redentor de la humanidad (Tit. 2:14), el Creador y Sustentador de todas las cosas (Col. 1:16), el Hijo de Dios (Mar. 1:1), y el Rey de reyes y Señor de señores (Filip. 2:10). Es por eso que un entendimiento erróneo de quién es Cristo invariablemente producirá una aplicación incorrecta de su persona sobre los creyentes.
Durante la época modernista, la imagen de Cristo se había definido como eso, sólo una imagen, un concepto. En el mejor de los casos era un ejemplo a seguir, “el buen maestro”- decían algunos. Pero en nuestra era post-modernista, la de-construcción de quién es Cristo seguido por la re-construcción de su figura, ha afectado a la iglesia contemporánea dramáticamente. Hoy, frases como “vive a Jesús,” “siente a Jesús,” o bien, “experimenta a Jesús,” se han convertido parte natural de la explicación de quién es Cristo. En otras palabras, Jesús es una fuente de bien, de paz, de amor, de salud espiritual y mental— utilitarismo en su máxima ponencia.
Pero ese no es el Jesús de la Biblia. Al Jesús de las Escrituras no se le experimenta. Al Jesús de las Escrituras se le obedece. A Jesús se le somete, se le sigue, y se le ama. No por los beneficios que se pueden obtener de Él, sino por el perdón de pecados que su sacrificio ofrece. El justo por el injusto (1 Pedro 3:18) nos ha llevado a Dios, y ahora le obedecemos como verdaderos esclavos de Cristo (Filip. 1:1).
Cabe recalcar, sin embargo, que éste no es un fenómeno exclusivamente visto en nuestra época. Durante el ministerio de Cristo en la tierra había miles de personas que querían los milagros del Mesías, pero no al Mesías de los milagros. Ellos querían sólo “experimentar a Cristo”sin ser sus seguidores; Querían lo sobrenatural de su poder sin tener que ponerse debajo de la soberanía de sus palabras. Esto es lo que Cristo pensaba acerca de esa superficial actitud.
“Cuando Jesús estaba en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre al ver las señales que hacía. Pero Jesús, en cambio, no se confiaba en ellos, porque los conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie Le diera testimonio del hombre, porque Él conocía lo que había en el interior del hombre,” Juan 2:23-25.
“AL JESÚS DE LAS ESCRITURAS NO SE LE EXPERIMENTA. AL JESÚS DE LAS ESCRITURAS SE LE OBEDECE. A JESÚS SE LE SOMETE, SE LE SIGUE, Y SE LE AMA.”
Cristo, siendo el Dios omnisciente (Salmo 139), sabía “el interior” del hombre. Esto hace referencia a las intenciones del corazón, las motivaciones personales que nadie más conoce, sólo Dios. Es por eso que el querer “experimentar a Jesús” es eso— un problema del corazón. Buscamos paz, tranquilidad, salud, y prosperidad más de lo que buscamos a Jesús. Somos seres espirituales, y como tales, también buscamos aplacar nuestra necesidad espiritual, ese vacío que no se satisface con nada. Y esta re-construcción utilitaria de Cristo, busca proveer, falsamente, lo mejor de ambos mundos. Promulga darte los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16) y al mismo tiempo pretende tranquilizar la conciencia con “predicar” que es Jesús quien te da todas estas cosas.
Es cierto, Cristo promete paz (Jn 14:27), nos garantiza su cuidado en todo tiempo (Mt. 6:32), y su provisión material es generosamente dada a sus hijos (Salmo 34:9). Nadie puede negar que nuestro Dios es un buen Dios. Pero acercarte a Cristo por sus beneficios, y peor aún, promover a Cristo como un “gurú financiero”, como un “mago médico”, o como un “coach de vida,” es anti-bíblico, meramente satánico.
Así que permíteme darte tres recordatorios de lo que es y lo que no es Jesús. Juntos aprendamos la manera en la que las mismas Escrituras revelan a Cristo, y desechemos toda clase de criterio que hace de Cristo, el Rey, el Hijo de Dios, sólo un cristo, el amigo de la cuadra que ayuda cuando se le necesita.
JESÚS NO ES MERCADOTECNIA
No digo que no sea del todo cierto. La cantidad de denominaciones y las terribles guerras entre ellas, especialmente en Norte América, han hecho que muchos se quieran distanciar de toda controversia teológica y decir que son “simplemente seguidores de Jesús.” Como el slogan de Coca-Cola “destapa la felicidad,” muchos han querido hacer del nombre de Jesús eso mismo, un slogan. Es verdad, Cristo es el “logos” de Dios (Jn 1:1), pero Juan no lo escribió con un propósito publicitario sino más bien con un motivo revelatorio. Cuando la iglesia adopta ciertas frases que no son del todo bíblicas, el peligro es que se impregnen en la cultura de la iglesia hasta llegar a ser parte de la iglesia.
Frases como, “sólo creemos en Jesús,” o “sólo seguimos a Jesús,” ó “sólo vivimos como Jesús,” aunque pueden ser correctas en un cuidadoso contexto, son frases que al final del día buscan divorciar a Jesús del resto de la Biblia que puede sonar aburrida, arbitraria, violenta, o anticuada. Frases como esas son la entrada ideal para que herejías infiltren las iglesias y se propaguen rápidamente. Esas frases, silenciosamente, buscan separar a Cristo del “violento e intolerante” Dios del Antiguo Testamento. Buscan hacer del Cristianismo algo más amoroso, abierto, y correcto. En pocas palabras, herejía.
“HACER DE JESÚS UN RECURSO PUBLICITARIO ES ADORAR A OTRO JESÚS, NO AL JESÚS DE LA BIBLIA.”
Hacer de Jesús un recurso publicitario es adorar a otro jesús, no al Jesús de la Biblia. Cristo nunca buscó publicidad, siempre buscó ortodoxia. Cristo nunca buscó aceptación, siempre buscó devoción. Nunca buscó multitudes, siempre encontró a los suyos. Nunca buscó mítines, siempre quiso corazones. Nunca quiso aprobación grupal, siempre quiso arrepentimiento individual. Nunca midió su éxito en números, sino en obediencia al Padre. Y, tal vez lo más importante de todo, nunca propagó sus milagros más de lo que promovió su predicación. Cristo no es un artículo de mercadotecnia, porque para que la iglesia crezca y se propague, la iglesia no necesita mercadotecnia, la iglesia necesita el evangelio.
JESÚS NO SÓLO TE ACEPTA, TAMBIÉN TE TRANSFORMA
Uno de las frases más populares en la iglesia evangélica actual es, “Ven tal y como eres.” La idea es simple. La iglesia “formal,” la rígida versión de “fundamentalismo” quizás, han creado una burbuja de simulación que exige a sus miembros que vivan con los más altos estándares de perfección— algo que por demás es imposible. Sin embargo, hay expectativas de “santidad” que son criterios exigidos entre sus miembros. Pero en las últimas décadas, muchos “sobrevivientes” han salido de esos círculos opresivos para formar iglesias que vayan hacia el lado opuesto. La premisa central es, “Jesús te acepta como eres.” No se exige nada, no se impone nada, y mucho menos se juzga a alguien por su estilo de vida— sólo ven a Jesús. En un primer plano, es lo que Cristo hacía cuando encontraba a pecadores. Cristo se acercaba a las personas “tal y como eran.” De hecho, llegó a tal grado que de manera despectiva se le apodó como “el amigo de publicanos y de pecadores,” (Mt. 11:19). En ese sentido es correcta la idea de que Jesús amaba a pecadores y no nada más eso, sino que marcó una clara línea que distinguía entre él y los religiosos de Israel (Jn. 5:39).
“EL LLAMADO DE CRISTO NO NADA MÁS ERA DE ACEPTACIÓN, SINO TAMBIÉN DE TRANSFORMACIÓN.”
Pero el punto es que el llamado de Cristo no nada más era de aceptación, sino también de transformación. Cuando Cristo llamó a sus primeros discípulos, los llamó cuando eran sólo pescadores (aceptación), para convertirlos en pescadores de hombres (transformación) (Marcos 1:17). Cuando encontró al endemoniado de Gadara, lo recibió en una terrible condición (aceptación), para hacerlo estar “sentado, vestido y en su juicio cabal,” Marcos 5:15, (transformación). Cuando encontró a Zaqueo, lo encontró en su corrupción, avaricia y maldad (aceptación), para convertirlo en un hombre arrepentido, Lucas 19, (transformación).
Vez tras vez vemos que efectivamente Dios nos rescata “del pozo de la desesperación” (Salmo 40:2), no para hacernos sentir bien y aceptos por nuestra condición, sino para ser limpiados y aceptos por su Hijo. La transformación progresiva siempre es la marca de genuina salvación en Cristo (1 Tes. 5:23). No hacer énfasis en esta doctrina es divorciar lo inseparable: justificación y santificación van de la mano, o entonces se está hablando de otro evangelio diferente. Desde luego que esto no es una mala noticia para el creyente verdadero. ¡Gracias a Dios que al que Él rescata, también transforma!
JESÚS ES EL REY— SE LE ACEPTA COMO SEÑOR ABSOLUTO Ó NO SE LE ACEPTA
En esta versión superficial de quién es Cristo, se puede presentar a Cristo como un amigo, como un terapeuta, como una ayuda, pero frecuentemente se omite que por sobre todas las cosas, Él es Rey. Isaías, describiendo la exaltación y coronación de Cristo en el futuro, lo dice así en Isaías 53:12, “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.” David describe así el reinado de Cristo en el Salmo 2:7,8, “… Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. 8 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra.”Y Pablo lo escribe así en Filipenses 2:10, 11, “para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Cristo es la expresión de Dios en la tierra (Jn. 1:1). Cristo es la imagen del Dios invisible, el Creador de todo y sustentador de todo (Col. 1:15). Él es el León de Judá que se sentará en el trono (Apoc. 5:5) y reinará por siempre y siempre en la consumación del Reino de Dios (Apoc. 21). Cristo mismo predicó su reinado (Mar. 1:15), y por lo tanto a Cristo se le rinde adoración, devoción, y obediencia. ¡Por supuesto que es nuestro amigo! (Jn. 15:15). ¡Claro que somos co-herederos junto con Cristo! (Rom. 8:17). Pero cada una de esas facetas, nacen de la verdad central de Cristo como Rey. En ese sentido, cuando nos acercamos a Cristo, en realidad es Cristo acercándose a nosotros. Junto con Juan decimos,“nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero,” 1 Juan 4:19. Él es Rey y nosotros sus siervos. Nos acercamos a Él no como nuestro nuevo aditamento, sino como nuestro único Rey y Señor.
Este artículo fue publicado originalmente en Gracia Abundante.
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