Latinoamérica es muy especial, llena de matices, con una idiosincrasia variada, pero también con algunos puntos en común. Es posible pensar en ella y en su amplia gama de variaciones del idioma español, su diversidad culinaria, su afectuosidad, sus paisajes y otras características. También es notable la predominancia de crisis económicas o sociales, incluso, en algunas regiones, su inestabilidad. Esto ha suscitado diferentes tipos de necesidades en el pueblo latinoamericano. Al mismo tiempo, es posible que Latinoamérica, a nivel general, precise de cristianos lectores.

Comencemos por lo cuasi obvio

Habiendo muchas razones para necesitar cristianos lectores, es necesario comenzar por la principal. Una de las razones es porque la Palabra de Dios se recibe primordialmente de dos maneras: leída y oída. De estas dos maneras, la que puede lograr mayor frecuencia es la manera leída. Esta razón es suficiente para poder enunciar que “Latinoamérica necesita cristianos que lean”. El conocimiento de Dios, en gran medida, se desprende del conocimiento de su Palabra, y eso, a su vez, de leerla de manera responsable, metódica, seria y frecuente (Ro. 16:25-27; 2 Ti. 3:15-17; Jos. 1:8; Sal. 1:1-3; 119:15-16).

Sin embargo, hay otras razones, quizás menos obvias, que podemos tener en cuenta…

La lectura es un hábito, pero también es una práctica de humildad

No todos los lectores son humildes, pero, el hábito de leer puede ser una declaración de humildad. Leer es, muchas veces, el ejercicio de obtener información que no se posee. Al leer, estamos reconociendo nuestra necesidad de aprender, y estamos buscando suplir esa necesidad. Leemos porque consideramos que hay personas más maduras, con mayor conocimiento, e incluso más espirituales que nosotros. Leemos porque así podemos beneficiarnos de aquellos que ya tienen lo que nosotros necesitamos. Leemos para recibir la ayuda de hermanos más sabios.

“El entusiasmo sin conocimiento no vale nada; la prisa produce errores. La gente arruina su vida por su propia necedad, y después se enoja con el Señor.”

Proverbios 19:2-3 (NTV)

Hoy, la lectura es una bendición sin precedentes históricos

En esta era de la información e híper-conectividad, mucho material se ha hecho accesible. Por supuesto, no todo lo accesible es bueno, pero gran parte de ello sí lo es. Somos la generación, por el momento, con mayor acceso a la información en la historia. Esto debería potenciarnos como cristianos, ya que nos brinda oportunidades históricas de ser bendecidos por grandes maestros del pasado, y también del presente. Sin duda, Dios nos ha bendecido con darnos acceso a mucha información, y esto, debe ser aprovechado para su gloria.

“Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento.”

Filipenses 1:9

La lectura también involucra una gran responsabilidad

Como cristianos, somos honrados con la identidad de embajadores de Cristo (2 Co. 5:20) ¡somos sus representantes en la tierra! Esta honra también nos confiere una gran responsabilidad, y podemos hacerle frente como nunca, debido a la facilidad con la que podemos acceder a buena información y recursos. Dios nos manda a vivir “… estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros…” (1 P. 3:15). Si no leemos, será muy difícil prepararnos conforme a las exigencias de nuestra época y contexto.

“… A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán.”

Lucas 12:48

La lectura nos ayuda a discernir

La lectura estimula al conocimiento, pero también, al discernimiento. Varios han señalado que la falta de discernimiento es muy peligrosa, ya que esta carencia impide distinguir entre lo verdadero y lo falso, entre lo bueno y lo malo, y nos hace vulnerables a cualquier error, y a sus respectivas consecuencias. Al leer, podemos enriquecernos y adquirir conocimientos y herramientas que nos facilitan y estimulan a discernir de manera correcta. Leer alimenta la capacidad de discernir, y esto nos ayuda a ser cristianos con bases más sólidas y con convicciones más firmes.

“Afina tus oídos a la sabiduría y concéntrate en el entendimiento. Clama por inteligencia y pide entendimiento.”

Proverbios 19:2-3

La lectura facilita nuestro crecimiento espiritual

Aunque el Espíritu Santo vive en todos los hijos de Dios, el mismo Espíritu que inspiró las Escrituras también provee a la iglesia del “don de enseñanza” (Ro. 12:6-8; 1 Co. 12:28; Ef. 4:1-12), capacitando a algunos miembros de la congregación para dar a entender la Palabra de Dios a los oyentes. Vemos que Esdras y Nehemías hicieron eso (Esd. 7:10; Neh. 8:8), y el pueblo fue bendecido a través de ello. Hoy, debido al alto flujo de información, podemos ser bendecidos con grandes maestros bíblicos, sin coincidir en tiempo y espacio con ellos.

La lectura nos ayuda a comprender que el cristianismo es más trascendente de lo que pensamos

El cristianismo puede ser percibido como una religión “dominguera”, pero, obviamente, es mucho más que ello: es una cosmovisión. Es posible que hayamos fracasado en aprender, vivir y enseñar al cristianismo de tal manera que abarque cada área de nuestras vidas. Esta derrota puede ser consecuencia de la falta de hábito de lectura por parte del pueblo de Dios. La buena noticia es que podemos comenzar a solucionarlo leyendo, y podemos conseguir buenas lecturas fácilmente. Cuando comprendemos que Dios nos proveyó todo lo que necesitamos para “la vida y la piedad” (2 P. 1:3), estamos dando el primer paso para abrazar la cosmovisión correcta y verdadera.

Sobre todas las cosas, la lectura nos ayuda a conocer a Dios

El hecho de jactarse o gloriarse tiene cierta connotación negativa a lo largo de toda la Palabra de Dios, sin embargo, como excepción, podemos leer lo que el Señor dice a través del profeta Jeremías: “… mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce…” (Jer. 9:24). Dios resalta lo bueno de conocerle y entenderle, y, sin lectura de su palabra, hacer esto es improbable. Dios se dio a conocer de muchas maneras a lo largo de la historia de la humanidad, incluyendo a profetas, y, finalmente, esto también incluye a su Hijo, Jesucristo (He. 1:1-2). A través de Jesús podemos conocer a Dios (Jn. 1:18; 17:3, 26). Pero, ¿cómo podemos aprender de Jesús y los profetas? Podemos avanzar en este camino, principalmente, a través de la lectura bíblica. Sin duda que Latinoamérica necesita leer para conocer más a Dios. Dios sigue revelándose, y leer la Biblia es leer su revelación.

“Quiero que demuestren amor, no que ofrezcan sacrificios. Más que ofrendas quemadas, quiero que me conozcan.”

Oseas 6:6

¡Cuidado! Leer es un arma de doble filo

Es importante cultivar este hábito en general, pero, de manera específica, la lectura bíblica debe encontrar un lugar especial y prioritario. Es bueno tener en cuenta que hay muchas herramientas para ser adquiridas fuera de la lectura bíblica, en otros libros, pero solo la Biblia es la Palabra de Dios. Si descuidamos la lectura bíblica, podemos ser confundidos. La Biblia debe encontrar un espacio preferencial y preeminente en nuestras agendas. Dios alimenta a su pueblo a través de ella, y, un pueblo bien alimentado espiritualmente, honra mejor a Dios.

La Biblia debe encontrar un espacio preferencial y preeminente en nuestras agendas

En conclusión

Latinoamérica necesita cristianos que lean. Dios nos permite conocerle mejor a través de la lectura. A través de ella podemos practicar humildad, aprovechando la accesibilidad que Dios ha regalado a esta generación. Podemos adquirir mejor discernimiento y crecer en otras áreas espirituales leyendo. Leer nos ayuda a entender más las implicancias que tiene el cristianismo, fomentando su comprensión como cosmovisión. Es sabio obtener conocimiento, y es tan importante, que debemos hacer lo posible por adquirirlo, y también por brindarlo.

“Compra la verdad y no la vendas, adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia.”

Proverbios 23:23


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