¿Qué significa refugiarse en Dios?

En los últimos meses, el Salmo 57 me ha reconfortado y desafiado. Me ha desafiado a pensar más específicamente en la frase «porque en Ti se refugia mi alma». Esa es una idea común en las Escrituras, pero como he luchado por responder de una manera bíblica a las circunstancias de la vida, empecé a preguntarme: «¿Qué significa en mi vida, de una manera muy práctica, refugiarse en Dios? ¿Y cómo puedo ayudar a otros a entender de una manera muy tangible lo que esto implica?». He aquí algunas ideas para reflexionar sobre lo que significa refugiarse en Dios.  

Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí,
Porque en Ti se refugia mi alma;
En la sombra de Tus alas me ampararé
Hasta que la destrucción pase.

Clamaré al Dios Altísimo,
Al Dios que todo lo hace para mí. 

Salmo 57:1-2

Volverse hacia Dios 

En primer lugar, refugiarse en Dios significa volverse hacia Él. Significa apartarnos de los falsos refugios –todas las formas familiares y autosuficientes con las que buscamos resolver o escapar de los problemas de la vida. Debemos arrepentirnos de cosas como el control, la perfección, la manipulación, el aislamiento, la ira, la reflexión obsesiva y el escape. En cambio, debemos clamar a Dios. En nuestra angustia, necesitamos hablar con Dios. Necesitamos derramar nuestro corazón ante Él (Sal. 57:2a). Necesitamos hablar con Él sobre la situación y cómo estamos respondiendo. Debemos confesar nuestras respuestas pecaminosas. Necesitamos compartir abiertamente con Él nuestras preocupaciones y temores. Él ya lo sabe, pero nuestras almas necesitan hablar con Él. Necesitamos clamar por misericordia.  

Recordarnos a nosotros mismos el carácter de Dios 

En segundo lugar, refugiarse en Dios significa recordarnos activamente el carácter inmutable de Dios. Significa repasar las verdades que conocemos sobre Dios, especialmente las que nos dan esperanza en la situación concreta. ¿Nos sentimos poco amados? Él es quien ama con amor inquebrantable. ¿Nos han traicionado los demás? Su fidelidad perdura por todas las generaciones. ¿Nos sentimos temerosos y fuera de control? Él es el Creador soberano y todopoderoso. Nada es demasiado difícil para Él. La Palabra de Dios nos ofrece muchas imágenes diferentes que nos ayudan a entender a Dios y a confiar en Él más plenamente. Busca estas imágenes en las Escrituras. ¿Cuáles te resultan más útiles? Personalmente, vuelvo una y otra vez a dos imágenes: Dios, la Roca eterna, que es estable en medio de mi inestabilidad (Sal. 18:1, 31), y Dios, el Pastor que cuida, protege y está siempre presente (Sal. 23; Is. 40:10-11). 

Repasar las promesas de Dios 

En tercer lugar, debemos repasar las promesas de Dios. Dios es fiel. No puede mentir. Cumplirá todas las promesas que ha hecho. ¿Cuáles de las promesas de Dios son más alentadoras para esta situación específica? Nunca nos dejará ni nos abandonará (Dt. 31:8). Ayudará a Su pueblo (Is. 41:10). Perdona completamente el pecado (Sal. 103:11-12, 1 Jn. 1:8-10). El Señor promete estar cerca de los quebrantados de corazón (Sal. 34:18) y dar fuerzas a los cansados (Is. 40:29). Necesitamos repasar a menudo estas ricas promesas. En medio del sufrimiento, otras voces parecen a veces más fuertes que la voz de Dios. Olvidamos que Dios nos dirige una palabra personal a través de las palabras de la Biblia. Debemos elegir creer que estas promesas específicas se aplican a nosotros en nuestras circunstancias específicas. 

Reconocer nuestra dependencia de Dios  

A continuación, refugiarse en Dios significa reconocer nuestra dependencia de Él. Por naturaleza, tendemos a ser autosuficientes, pero el sufrimiento nos quita las ilusiones de poder y control. En 2 Crónicas 20:12, Josafat expresó su dependencia de Dios: «Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia Ti». Como Josafat, nosotros también nos encontramos en situaciones en las que somos impotentes y no sabemos qué hacer. También nosotros debemos depender de Dios. Durante el sufrimiento, nuestra necesidad de sabiduría se hace evidente. No sabemos cómo responder a personas o circunstancias difíciles de una manera que glorifique a Dios. Necesitamos buscar sabiduría en la Palabra. Él promete suministrarla generosamente (Stg. 1:5). El sufrimiento también nos hace sentir débiles e indefensos. También debemos depender de Dios para que nos dé fuerzas. En nuestras propias fuerzas, no podemos glorificarle. Somos impotentes ante los peligros físicos de esta vida, ante las estrategias de Satanás y ante las tendencias pecaminosas de nuestro propio corazón. Pero Dios nos ha prometido que Su gracia es suficiente (2 Co. 12:9-10). El mismo poder que resucitó a Jesús de entre los muertos actúa en nosotros (Ef. 1:20). Al comprometernos a depender de Su sabiduría y Su fuerza, encontraremos refugio. 

Utiliza los recursos que Dios te ha dado 

Refugiarse en Dios también significa utilizar los recursos que Dios nos ha dado: la Palabra, la oración y la iglesia local. Nos aferramos al Señor a través de Su Palabra y de la oración, pero no hemos sido creados para caminar solos por la vida. Cuando Dios nos salvó, nos colocó en el cuerpo de Cristo. Debemos llevar las cargas los unos de los otros (Ga. 6:2). Cuando experimentamos un profundo dolor, clamamos a Dios, pero también acudimos a hermanos y hermanas en Cristo que pueden sentarse a nuestro lado, llorar con nosotros y orar por nosotros. Cuando tenemos necesidades físicas que superan nuestros recursos, humildemente damos a conocer nuestras necesidades al cuerpo de Cristo. Buscamos la sabiduría de quienes son más maduros espiritualmente que nosotros. Una de las principales formas en que Dios muestra Su amor y cuidado a Su pueblo es a través de Su pueblo. Nuestro propio orgullo, con su deseo de autonomía, fuerza y autosuficiencia, a menudo nos impide utilizar uno de los mayores recursos que Dios ha proporcionado a Su pueblo: la iglesia. 

Someterse humildemente

Por último, refugiarse en el Señor significa someterse humildemente a Su obra en nuestras vidas (1 P. 5:6-7). Uno de nuestros mayores obstáculos para confiar en Dios es simplemente que a menudo tenemos miedo de que no nos dé todo lo que queremos. A veces tememos que el Señor no nos dé exactamente el tipo de ayuda que pensamos que es mejor. No queremos aguantar. Queremos un alivio instantáneo. Dios, sin embargo, está haciendo cosas eternas. Uno de los propósitos evangélicos de Dios para las pruebas es refinarnos y hacernos más como Cristo. A menudo somos ciegos a nuestro pecado, y Dios utiliza las presiones del sufrimiento para exponer nuestros corazones (Dt. 8:2). El sufrimiento se convierte en una oportunidad para preguntarnos: «¿En qué aspectos mi forma de pensar no es bíblica? ¿Qué deseos egoístas impulsan mi comportamiento? ¿Qué se ha vuelto más importante para mí que Dios mismo?».

El fuego refinador de la aflicción es doloroso (Is. 48:10), pero podemos confiar en Él y en el resultado de la aflicción particularmente diseñada (Rom. 8:28-29). Podemos admitir humildemente que Dios es más sabio que nosotros y que, como Padre perfecto, realmente sabe lo que es mejor para nosotros. Él cumplirá Su propósito para nosotros. En la tormenta furiosa, podemos refugiarnos con seguridad bajo Sus alas hasta que pasen las tormentas de destrucción.

Este artículo fue publicado originalmente en Association of Certified Biblical Counselors.


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