Deberíamos llevar una lista de cómo nuestras palabras han dañado las relaciones y socavado las conversaciones delicadas. Nuestro crecimiento en sabiduría depende de recordar y cambiar nuestros hábitos insensatos.
Por ejemplo, uno de mis hábitos más insensatos durante los desacuerdos con mi esposa ha sido dar prioridad a mi propia percepción de ser rechazado. Cuando percibo el rechazo de ella, parece penetrar mi alma y robarme el poder espiritual. De repente, no puedo escuchar y no puedo amar, y todo es culpa de ella. Una práctica verdaderamente insensata y mortal. Poco a poco estoy dando prioridad a mi relación y a mi llamado a amar por encima de mi percepción de rechazo, pero el progreso parece glacial.
¿Qué hay en tu lista? Escucha especialmente las palabras pronunciadas con calma. Son fáciles de pasar por alto.
Sabes que has destrozado una conversación cuando . . .
Dices “nunca” o “siempre”. Lo sabemos y lo seguimos haciendo.
Dices algo como “Mira quién habla. Eso es exactamente lo que haces”. ¿Hay alguien que no haga esto? Tiene todo que ver con tener la razón y nada que ver con el amor.
No dices nada y te alejas. Algunas parejas están de acuerdo en hacer esto -un período de enfriamiento- y es mejor que la violencia, pero demasiadas personas nunca vuelven para una conversación de seguimiento.
Confiesas tus pecados, pero no invitas a una mayor discusión sobre lo sucedido. La confesión da un giro a la conversación que se ha perdido en la dirección correcta; no es necesariamente la última palabra. Deja que la otra persona diga lo que tiene en su corazón.
Y aquí hay una más. Sabes que has destrozado una conversación cuando citas a testigos que no están en la habitación, pero que supuestamente están de acuerdo contigo.
“Tu madre dice lo mismo de ti”.
“Estuve hablando con _____ y me dijo _________ (“puedes ser muy difícil”; “soy un santo”; “estás loco, fuera de control”; “la mayoría de la gente nunca podría vivir contigo”).
Acabas de arrastrar la conversación a una sala de justicia. Allí, no escuchas, el amor ni siquiera es una categoría relevante, y haces desfilar a los testigos para que te apoyen en la acusación contra tu adversario. Como la mayoría de las estrategias diabólicas, es cruel y divisiva. Sin embargo, te sientes justo en todo ello y eres ciego a las consecuencias en la otra persona. Piensas, quizás, que estás ayudando a la gente a verse a sí misma con más claridad. Para empeorar las cosas, acabas de destrozar, o al menos complicar, las relaciones de tu adversario con todos los supuestos testigos. Puede que no estés mintiendo sobre lo que han dicho otras personas, pero tus testigos probablemente dirán que ciertamente los has tergiversado y les molesta que los utilices de esa manera.
¿Qué nos impide ver esto? Quizá sea porque nuestra autoevaluación se limita a: “¿He dicho la ‘verdad’?”. Si es así, pensamos que lo hemos hecho bien. Y, con este ejemplo de los testigos del tribunal, estamos seguros de que tenemos razón porque sabemos que otras personas están de acuerdo con nosotros. Caso cerrado.
Pero el apóstol Pablo preguntaría: “¿Hablasteis con amor, ‘con toda humildad’?” (Ef. 4:2). Aquí la cosa se complica. “Pues… hablé lo que es verdad” (1 Cor. 13:6). Pero el uso que hace el Nuevo Testamento de la verdad es más a menudo la verdad sobre Jesús. Esa es la verdad no negociable. Nuestras pretensiones de emitir juicios precisos [es decir, la “verdad”] sobre otra persona, especialmente cuando tenemos un interés creado en esos juicios, no siempre son fiables y es mejor abordarlos con un poco menos de confianza en nosotros mismos. Llegados a este punto, recordamos que no tendríamos ni idea si no fuera por el propio Espíritu, que nos abre los ojos para ver los motivos egoístas de nuestro corazón.
El Espíritu, en efecto, ha venido a nosotros, por lo que no rehusamos estas indagaciones cuidadosas. Dado que la confianza en nuestra propia rectitud puede cegarnos, también pedimos a los demás que nos ayuden a ver con claridad. El Espíritu nos revela el pecado y nos lleva inmediatamente a Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, que está lleno de misericordia, por lo que nuestra verdadera confianza es que podemos acercarnos a él, recibir poder para enfrentarnos a estas tendencias de nuestro corazón y ser pacificadores en el reino de Dios.
Esta traducción tiene concedido el Copyright © (6 de febrero de 2021) de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). El artículo original titulado “You Know you Trashed a Conversation When”, Copyright © 2020 fue escrito por Julie Lowe. El contenido completo está protegido por los derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso escrito otorgado por CCEF. Este artículo fue traducido íntegramente con el permiso de The Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) por José Luis Flores, Editorial EBI. La traducción es responsabilidad exclusiva del traductor.
This translation is copyrighted © (december 20, 2020) by the Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF). The original article entitled “You Know you Trashed a Conversation When”, Copyright © 2020 was written by Julie Lowe. All content is protected by copyright and may not be reproduced in any manner without written permission from CCEF. Translated in full with permission from the Christian Counseling & Educational Foundation (CCEF) by José Luis Flores, Editorial EBI. Sole responsibility of the translation rests with the translator.
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