“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (Mateo 5:27-29).

Jesús te recuerda el séptimo mandamiento: no cometer adulterio. Sin em­bargo, lo lleva un paso más allá. Lo que te lleva a cometer adulterio es la intención lujuriosa en tu corazón. En la Escritura, el término corazón se usa para describir el centro de lo que somos (Proverbios 4:23; 27:19; Lucas 6:45). La lujuria, la codicia y la avaricia son problemas del corazón. No hace falta que toques a una mujer para pecar. Tan solo puedes mirarla con codicia. Esto habla mucho del corazón, ¿no? Tienes un corazón enfermo.

Jesús sigue diciendo: Si tu ojo te es ocasión de pecar, sácalo. Evidente­mente, el Señor usa la exageración para producir un impacto. Lo importante no es hacerte daño, sino entender la gravedad del pecado sexual. Cristo usa imágenes gráficas para expresar: Sé radical cuando trates con tu pecado sexual.

Haz una pausa y piensa. ¿Cuán radical eres al pelear contra tu pecado? Considera las opciones. Tal vez no hagas nada al respecto porque no quieres dejar el pecado. Quizá hayas sentido un toque de culpa, e incluso más ver­güenza, pero sigues volviendo por más. Quizá le contaste a un amigo sobre las imágenes o videos que has mirado, pero no has cortado totalmente tu acceso. En tanto sigas permitiéndote tener acceso a la pornografía —mientras no impidas que esta oscura hiel penetre en tu corazón—, le estarás haciendo un daño grave a tu vida.

Cristo dijo que debemos ser radicales. Mide tus últimos meses a la luz de las palabras de Jesús. ¿Has tomado medidas drásticas para combatir el peca­do? o ¿has puesto excusas, demorado los ajustes que debías hacer o seguido escondiendo el pecado en vez de confesarlo? ¿Has tolerado el pecado, lo has consentido y quizá incluso abrigado; y al hacerlo, ¿has seguido permitiéndole que dañe tu vida?

¿Qué es mejor: perder un ojo pero llegar al cielo, o no remediar el pro­blema y terminar en el infierno? Cristo te advierte. Su mención del infierno debería asustarte. Si decides sucumbir ante el pecado, ignorar los manda­mientos de Dios, desobedecer y levantar un puño amenazante ante el Señor, tu rebelión y tu insensatez te llevarán a la muerte.

Luchar contra el pecado es algo serio. Recuerda, estás en guerra. No to­leres más el pecado. Corta cualquier punto de acceso a la pornografía hoy mismo.

Reflexión: ¿Cuál es tu enfoque frente al pecado? Mide tu vida a la luz de las palabras de Jesús. ¿Has dado algún paso drástico? ¿Te tomas en serio la lucha contra el pecado? ¿Cómo te das cuenta? ¿O has sido perezoso, pasivo, codicioso o tolerante con el pecado? ¿Qué excusas has puesto?

Reflexión: ¿Qué puntos de acceso has dejado abiertos que aún no has cerrado? ¿Qué pasos radicales puedes dar hoy mismo?

Acción: A menudo, tus intentos individuales de combatir el pecado llevan a recaídas en la tentación. Busca ayuda. Dile a algún amigo qué pasos específicos puedes dar para desechar tu pecado, y pídele que verifiquen si estás haciendo lo necesario.


Este artículo es un extracto del libro Pornografía. Luchando por la pureza. Publicado por Editorial EBI.

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