A veces, algunas personas, motivados por el deseo de una experiencia superior a la que viven, expresan que les gustaría vivir la iglesia como la iglesia primitiva. Pero, ¿cómo cuál iglesia primitiva? Cada una de ellas tuvo particularidades que no eran especialmente alentadoras. Por ejemplo, Dios manda a Pablo a escribir una carta a Tito para poner en orden a una iglesia, lo cual implica un desorden previo. Los corintios estaban fascinados por los títulos y lo sobrenatural, los gálatas querían imitar a los judíos luego de haber conocido el Nuevo Pacto, y así podríamos seguir enumerando defectos que tenían las iglesias primitivas, expuestos en las epístolas y también en las breves cartas contenidas en Apocalipsis. La realidad es que la iglesia siempre es compleja, y creativa para errar, desde sus inicios, y aparentemente se mantendrá así hasta que Jesús vuelva.
De todos modos, no todo está perdido. Hay diferentes grados de madurez de cada iglesia. Estos diferentes grados dependen de los integrantes de la iglesia. Para la madurez de una congregación, ¿es la predicación de la Palabra importante? Totalmente. ¿Es la obediencia a la predicación de la Palabra importante? Totalmente. Ambas cosas deben darse en conjunto para que una iglesia madure. Al mismo tiempo, muy frecuentemente tenemos un problema: nuestra CULTURA de iglesia. Con esto me refiero a nuestra concepción de lo que significa la iglesia. Es evidente que ser iglesia y ser cristiano es algo imposible de disociar, y que, aquel que es salvo, es iglesia, es un seguidor de Cristo, es cristiano.
Pero, ¿Cómo se ve ser iglesia? ¿Cómo se ve el cristianismo dentro de la iglesia? O mejor aún: ¿Cómo debería ser y cómo debería verse una iglesia según las Escrituras? ¿Ser iglesia es tener una buena moral y reunirnos los domingos? Sí, pero es muchísimo más que eso. La moral es una de las aristas de la santidad. Es totalmente importante, y es algo de valor permanente. Comportarnos de manera correcta, con la mayor altura moral posible, es sumamente valioso en el cristianismo. Reunirnos los domingos también es fundamental. Jesús, luego de resucitar, comenzó la costumbre de reunir a sus seguidores los domingos, y eso terminó consolidándose como doctrina, la del Día del Señor, con algunas variantes respecto al día de reposo, pero un día especial para reunirse intencionalmente y de manera coordinada con los otros cristianos (aclaro que hay más fundamentos para reunirnos el domingo pero que, por cuestiones de énfasis, no serán tenidos en cuenta para este artículo). Pero, el cristianismo es mucho más que eso, es mucho más que tener una buena conducta y vernos los domingos.
Un porcentaje muy elevado de cristianos cree que ser cristiano es comportarse adecuadamente y asistir los domingos a la reunión general. Lamentablemente, algunos, ni siquiera eso… pero, también muy lamentablemente, la mayoría cree que es solo eso. ¿Cómo se ve ser iglesia? Dios, en Su Palabra, nos dejó una lista de mandamientos para la iglesia, que deben obedecerse en el contexto de la iglesia local.
“Un porcentaje muy elevado de cristianos, cree que ser cristiano es comportarse adecuadamente y asistir los domingos a la reunión general. Lamentablemente, algunos, ni siquiera eso…”
Aprovechemos el compilado que armaron MacArthur y Mayhue para su libro de Teología Sistemática (páginas 1038 y 1039 en formato digital):
- Amarse los unos a los otros (Ro. 12:10; 13:8; 1 Ts. 3:12; 4:9; 2 Ts. 1:3; 1 P. 1:22; 4:8; 1 Jn. 3:11, 23; 4:7, 11-12; 2 Jn. 5).
- Vivir en armonía unos con otros (Ro. 12:16; 15:5; cf. Gá. 5:26; 1 Ts. 5:13).
- Recibirse los unos a los otros (Ro. 15:7; cf. Ro. 16:16).
- Amonestarse los unos a los otros (Ro. 15:14; Col. 3:16).
- Preocuparse los unos por los otros (1 Co. 12:25).
- Servirse los unos a los otros (Gá. 5:13; 1 P. 4:10).
- Soportar los unos las cargas de los otros (Gá. 6:2).
- Ser pacientes unos con otros (Ef. 4:2; Col. 3:13).
- Ser amables unos con otros (Ef. 4:32).
- Perdonarse los unos a los otros (Ef. 4:32; Col. 3:13).
- Cantar alabanzas unos con otros (Ef. 5:19; Col. 3:16).
- Estimar cada uno a los demás como superiores a él mismo (Fil. 2:3).
- Decirse la verdad unos a otros (Col. 3:9).
- Alentarse unos a otros (1 Ts. 4:18; 5:11; He. 3:13; 10:25).
- Seguir lo bueno unos para con otros (1 Ts. 5:15).
- Estimularse unos a otros al amor y a las buenas obras (He. 10:24; cf. 1 Ti. 6:17-18).
- Confesarse los pecados unos a otros (Stg. 5:16).
- Orar unos por otros (Stg. 5:16).
- Ser hospitalarios unos con otros (1 P. 4:9).
- Ser humildes unos con otros (1 P. 5:5).
Estos son mandamientos. No son sugerencias. No son tips. No son consejos. Son mandamientos de Dios, para practicar “unos a otros”, dicho en otras palabras, son mandatos de Dios para obedecer “ENTRE NOSOTROS”, en el marco congregacional. ¿Los cumplimos? ¿Los obedecemos?
Nos horrorizamos cuando escuchamos desde algún púlpito la frase “usted le está robando a Dios”, porque a veces, quien dice esa frase está a punto de robarle a sus oyentes. Pero, nosotros, podríamos estar haciendo algo parecido a robar a Dios. Por ejemplo, cuando un empleador contrata a un empleado por 8 horas por día, es por 8 horas de trabajo. Si el empleado no está trabajando durante ese tiempo, y está fingiendo, simulando, o perdiendo el tiempo, le está robando a su empleador.
Si Dios nos salvó, nos salvó para que seamos suyos. Para que funcionemos según sus propósitos para nosotros, individuales y colectivos. ¿Será tan literal esto? Absolutamente: “… ustedes no se pertenecen a sí mismos… han sido comprados por un precio…” (1º Corintios 6:19-20), y “por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos” (2º Corintios 5.15). Si nosotros no estamos trabajando voluntariamente, intencionalmente, y constantemente en obedecer estos mandamientos que tienen que ser cumplidos en el contexto de “unos a otros”, básicamente, estamos “robando” a Dios. Seríamos algo peor que un empleado que le toma el pelo a su empleador: seríamos súbditos que nos rebelamos ante nuestro Rey.
Entonces, según nuestra idea de ser iglesia y de ser cristiano, obedeceremos estos mandamientos al obedecer “entre nosotros”, o nos rebelaremos a Dios. Seremos maduros o inmaduros. Lamentablemente, la misma mayoría que no obedece a estos mandamientos suele tener estas dos características: a) Piensan que eso es trabajo del pastorado; y b) Piensan que eso es algo que el resto tiene que hacer con ellos.
Así como no existe el mandamiento de “sujetar a su esposa”, sino que la esposa a acepte el liderazgo de su esposo, tampoco estos mandamientos existen para que alguien los reclame, sino, para que cada uno los obedezca. Cada cristiano tiene una deuda con los demás, pendiente siempre: “No deban a nadie nada, sino el amarse unos a otros…” (Romanos 13.8a). Una manera de pagar esa deuda es obedecer este tipo de mandamientos, “unos a otros”, o, “entre nosotros”.
Para ser una iglesia sana, debemos cambiar de perspectiva. Reconocernos deudores del resto, y a Dios como nuestro acreedor. Es muy posible que vernos los domingos sea insuficiente para que cumplamos los mandamientos dados por Dios respecto a la iglesia, entonces, deberemos ser intencionales en solucionar esto. Nadie está exento de obedecer a Dios, bajo ningún concepto. Para obedecer a Dios en sus mandamientos del tipo “unos a otros” es muy posible que la asistencia dominical sea insuficiente, y es algo que debemos solucionar, con creatividad, pero con responsabilidad y seriedad.
Finalmente, deseo que tengamos una visión clara de lo que Dios exige y merece de cada integrante de su pueblo: estar pagando constantemente esa “deuda de amor” que tenemos para con el otro. Además, continuando con ese pasaje: “hagan todo esto, conociendo el tiempo, que ya es hora de despertarse del sueño. Porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz.” (Romanos 13.11-12).
Hermano, ya es hora. Seamos adultos espirituales. Hagamos lo que nos corresponde. Hay una sola manera correcta de ser iglesia: la bíblica. Más que solamente asistir a la iglesia, SEAMOS IGLESIA.
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