Es un principio básico en la Escritura que en donde quiera que Dios siembra a sus verdaderos creyentes, Satanás a la larga sembrará sus falsificaciones (Mt 13:24–30, 36–43). Esto fue cierto del ministerio de Juan el Bautista (Mt 3:7 en adelante) y de Jesús (Mt 23:15, 33; Jn 8:44), y sería cierto también del ministerio de Pablo (Hch 13:6 en adelante; 2 Co 11:1–4, 13–15). El enemigo viene como león para devorar, y cuando ese método le falla, viene como serpiente para engañar. El instrumento de Satanás en este caso fue un mago llamado Simón.

La palabra que se traduce “engañado” en Hechos 8:9, 11 simplemente significa asombrado, confundido. En Hechos 8:13 se traduce “atónito”. La gente se asombraba por las cosas que Simón hacía y, por consiguiente, creía lo que decía. Le consideraba “el gran poder de Dios”. Las hechicerías de Simón estaban motivadas por Satanás (2 Ts 2:1–12) y las usaba para engrandecerse a sí mismo, en tanto que Felipe realizaba milagros por el poder de Dios y éstos fueron usados para glorificar a Cristo. Simón empezó a perder seguidores conforme los samaritanos escucharon los mensajes de Felipe, creyeron en Jesucristo, nacieron de nuevo y fueron bautizados.

¿Qué significa “también creyó Simón mismo” (Hch 8:13)? Podemos responder mejor a esa pregunta haciendo otra: ¿cuál fue la base de su fe? Su fe no se basó en la palabra de Dios, sino en los milagros que vio a Felipe realizar; y no hay indicación de que Simón se hubiera arrepentido de sus pecados. Por cierto, que no creyó de todo corazón (Hch 8:37). Su fe era como la de la gente de Jerusalén que presenció los milagros de nuestro Señor (Jn 2:23–25), o incluso como la de los demonios (Stg 2:19). Simón seguía a Felipe, no para oír la palabra y aprender más de Jesucristo, sino para presenciar los milagros y tal vez aprender cómo se hacían.

La perversidad del corazón de Simón quedó revelada plenamente por el ministerio de los dos apóstoles. Simón no sólo quería realizar milagros, sino también quería el poder para dar a otros el don del Espíritu Santo; ¡y estaba muy dispuesto a pagar por dicho poder! Es este pasaje lo que nos da la palabra simonía, que quiere decir la compra y venta de cargos o privilegios de la iglesia.

Al estudiar el libro de los Hechos, a menudo se halla al evangelio en conflicto con el dinero y los grandes negocios. Ananías y Safira perdieron sus vidas porque mintieron en cuanto a su ofrenda (Hch 5:1–11). Pablo puso fin al negocio de una adivina y él acabó en la cárcel (Hch 16:16–24). También les dio problemas a los orfebres de Éfeso y ayudó a causar un motín (Hch 19:23–41). La iglesia primitiva tenía sus prioridades en orden: era más importante predicar la palabra que ganar el apoyo de la gente pudiente e influyente del mundo.

Las palabras de Pedro a Simón dan toda indicación de que el hechicero no se había convertido. “Tu dinero perezca contigo” ese lenguaje es bastante fuerte para usarse acerca de un creyente. El hechicero Simón no tenía “parte ni suerte en este asunto” y su corazón no estaba como era debido delante de Dios. Aunque sí es correcto que los creyentes se arrepientan (ve Ap 2–3), el mandamiento a arrepentirse por lo general se da a los inconversos. La palabra “pensamiento” en Hch 8:22 quiere decir tramar o maquinar y se usa de manera negativa. El hecho de que Simón estuviera “en hiel de amargura” (Dt 29:18; He 12:15) y “en prisión de maldad” indicaría que él nunca había nacido de nuevo.

La respuesta de Simón a estas severas palabras de advertencia tampoco es alentadora. ¡Estaba más preocupado por evitar el juicio que por arreglar cuentas con Dios! No hay evidencia de que se hubiera arrepentido y buscado perdón. El pecador que quiere las oraciones de otros, pero no ora por sí mismo no va a entrar en el reino de Dios.

Este episodio sólo muestra lo cerca que una persona puede estar de la salvación y no convertirse. Simón oyó el evangelio, vio los milagros, hizo profesión de fe en Cristo, y fue bautizado; y sin embargo nunca nació de nuevo. Fue una de las astutas falsificaciones de Satanás; y, si Pedro no hubiera expuesto la maldad de su corazón, el hechicero hubiera sido aceptado como miembro de la congregación samaritana.

Aunque la persecución todavía seguía, Pedro y Juan volvieron a Jerusalén, predicando el evangelio “en muchas poblaciones de los samaritanos” por el camino. No perdieron ninguna oportunidad de proclamar las Buenas Nuevas a otros ahora que las puertas se habían abierto en Samaria.[1]


[1] Warren W. Wiersbe, Dinámicos en Cristo: Estudio expositivo del Libro de los Hechos Capítulos 1–12(Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente, 2011), 97–100.


Advertencia sobre una fe superficial

Este artículo es un extracto del Comentario Wierbie del Nuevo Testamento. Si eres es un pastor, maestro, o laico, ahora podrás estudiar la Biblia en secciones fáciles de leer que enfatizan la aplicación personal, así como el significado bíblico. Desarrollado a partir de la popular serie “en Cristo” del Dr. Wiersbe de libros de estudio bíblico, este comentario desglosa cuidadosamente todo el Nuevo Testamento.


Comparte en las redes