Es probable que cada inicio de año nos hagamos el firme propósito de cambiar hábitos. Para quienes no son muy buenos ejercitando su cuerpo, a inicio de año se proponen llevar una dieta balanceada al mismo tiempo que se inscriben a un gimnasio.
Hay quienes se proponen a pasar más tiempo en casa con su familia después de un año en el que han estado ausentes en la mayoría de las fechas importantes. Habrá también quienes se proponen leer la Biblia desde el Génesis hasta finalizar Apocalipsis; acudir más a la iglesia, compartir el evangelio con más personas, orar más, ayunar más.
Estos son solo ejemplos de algunos propósitos de año nuevo, que, siendo muy honestos, con el paso del tiempo se van dejando en el olvido y dejan de ser una prioridad como lo fue antes de comenzar el año nuevo.
Planear no es malo en sí mismo, de hecho, es una buena práctica; no obstante, fallamos en cumplir al pie de la letra lo planeado, nos cuesta llevarlo a la práctica en un largo periodo de tiempo. ¿Será que hemos olvidado algo o por qué fallamos?
Dependencia de Dios
“Encomienda tus obras al Señor, Y tus propósitos se afianzarán” (Pr. 16:3).
Tenemos la bendición de presentar nuestros planes y propósitos delante de Dios gracias a la obra de Cristo por nosotros. Él nos ha hecho cercano a Dios; sin embargo, quizá hemos pensado que cosas tan ordinarias como el proponernos a cuidar mejor nuestro cuerpo o pasar más tiempo en casa con la familia, no es necesario que vayamos a presentarlo a Dios en oración y dependencia de Él. Pero la realidad es que sí es necesario.
Presentarnos delante de Dios con un corazón humilde y enseñable, es agradable a Dios porque estaremos dependiendo de Él, de su ayuda a nosotros en algo que seguramente nos hemos dado cuenta que por nosotros mismos no hemos podido llevar a cabo. Recordar que somos sus hijos nos ayudará a ir delante de Dios para pedir su ayuda y no depender de nuestros propios esfuerzos, por absurdos que parezcan a nuestros ojos.
Necesitamos a Dios en todo, todos los días; no solo lo necesitamos cuando nuestra vida está de cabeza. Él está cercano siempre y escucha nuestras oraciones, no desperdicies la oportunidad de orar todo el tiempo y por todo.
No desperdiciemos la oportunidad de orar
Todos tenemos hábitos que cambiar o mejorar, todos necesitamos mejorar aspectos de nuestras vidas, pero no podemos hacerlo todo de una sola vez. No obstante, la oración es algo en lo que sí o sí necesitamos perseverar y ser intencionales, incluso por encima de todos aquellos propósitos que tengamos en cualquier época del año.
“Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tes. 5:17-18).
No desperdiciemos la oportunidad de orar, en todo tiempo. Tenemos la seguridad que, por el Espíritu que mora en nosotros, podemos acercarnos con confianza al Trono de la Gracia en cualquier momento (He. 4:16). Podemos presentar nuestras peticiones de acuerdo a su voluntad y Él nos oye (1 Jn. 5:14); al enfrentar preocupaciones a lo largo de este año, recordemos que Él nos guardará en completa paz si presentamos nuestras peticiones delante de Él con oración y súplica (Fil. 4:6-7). Tendremos esperanza en la tribulación (Ro. 12:12); en nuestra angustia podemos invocar a Dios y Él nos oye (Sal 18:6), si pecamos, abogado tenemos delante del Padre, podemos ir en oración a Él, que está intercediendo por nosotros y descansar en Él (1 Jn. 1:9- 2:1).
Sabiendo que aun en las oraciones no estamos solos, sino que Dios nos escucha, Cristo intercede por nosotros y el Espíritu Santo nos guía a orar, podemos hacernos el firme propósito de realizar cambios en nuestra vida de oración y dependencia del Señor. Oremos al Padre que está en los cielos y escucha nuestras oraciones. Oremos la Palabra de Dios.
Oremos por nuestra mente
Pidamos a Dios por nuestra mente, que nos guarde de imitar las costumbres y conductas de este mundo; que nos dé discernimiento para reconocer las filosofías que puedan estar ocupando un lugar en nuestra mente en lugar de la Palabra de Dios. Oremos que abra nuestro entendimiento a las maravillas de su Ley, transforme nuestra alma con su Palabra que es perfecta (Sal. 19:7); renueve nuestra mente con el poder de su Palabra para reconocer su voluntad buena, agradable y perfecta (Ro. 12:2); clamemos porque incline nuestros afectos a la lectura de su Palabra para poder deleitarnos y meditar en ella de día y de noche (Sal. 1:2), amén.
Oremos por nuestro corazón
Oremos al Padre para guardar nuestro corazón como nos enseña la Palabra de Dios (Pr. 4:23). Pidamos que nuestros corazones sean moldeados por Él para parecernos más a Cristo cada día. Pidamos ser de corazón íntegro, tierno y receptivo para obedecer sus decretos y ordenanzas (Ez. 11:19). Oremos por un corazón compasivo, lleno de humildad para recibir sus enseñanzas y para amar a otros de manera que puedan ver el amor que nosotros hemos recibido de Cristo.
Oremos por hambre de crecer en el conocimiento de Él
Oremos como el Apóstol Pablo oró por los Efesios, cuando dijo:
“Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre ustedes, y de su amor por todos los santos, no ceso de dar gracias por ustedes, mencionándolos en mis oraciones, pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, les dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él” (Ef. 1:15-17).
Que sea Dios dándonos una mayor hambre y necesidad de presentarnos ante Él, en la búsqueda de conocerlo más a través de la oración y la lectura de su Palabra. Clamemos a Él para que nuestros afectos sean inclinados cada día a buscarlo primeramente a Él, estar conscientes de nuestra necesidad de la sabiduría que viene de Él al conocerlo mucho mejor cada día.
Por último, descansemos en que gracias a la obra perfecta de Cristo, aun cuando fallemos en lo que nos propongamos hacer en este nuevo año, seguimos recibiendo la gracia de Dios porque cuando nos mira, mira la obra de Cristo y quien la comenzó en nosotros es fiel y Él la terminará (Fil. 1:6). Esfuérzate en Él y en el poder de su fuerza, un día a la vez, dependiendo de Él.
Señor, hazme humilde para conocerte más, para entender tu Palabra, ayúdame e inclina mis afectos a la oración, dame amor por otros para orar por ellos tanto como oro por mí; recuérdame que, a pesar de todo, en tus manos estamos seguros, amén.
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