La música debe ser un medio para glorificar a Dios, una manera más en la que podemos “(anunciar) las virtudes de aquel que (nos) llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9b). Quiero sugerir pasos específicos para ayudarnos a usar la música de una manera que beneficie nuestras almas y honre al Salvador.

Evalúa tu consumo actual de música

Si has pensado: “No necesito evaluar la calidad o cantidad de mi música”, probablemente estés equivocado. Debido a que el pecado que mora en nosotros es tan engañoso, generalmente me resulta difícil ver el efecto que la música está teniendo en mí. Las áreas que considerar incluyen la cantidad de música que escuchas, qué tipos, en qué situaciones y horas del día, y por cuánto tiempo. Pídeles a tus amigos, padres o un pastor que te digan si tu música se caracteriza por el discernimiento bíblico y el deseo de agradar a Dios. Asegúrate de que te den una respuesta honesta. Podría ser el medio que Dios use para liberarte del dominio del mundo.

Borra o desecha la música que escucharás solo si te apartaras del Señor

Cuando nos convertimos en cristianos, Dios transforma nuestros corazones. Ya no somos los que vivimos “en los deseos de nuestra carne, ha­ciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos” (Efesios 2:3b). Los deleites que una vez encontramos atractivos ya no nos interesan e incluso nos repulsan. Pero la mayoría de las veces la música que podría tentarnos permanece en nuestros dispositivos electrónicos. Ya sea que la razón sea la negligencia, la falta de tiempo o la idea de que podamos encontrarla atractiva en una fecha posterior, es sabio deshacernos de lo que podría obstaculizar nuestro crecimiento en Cristo.

“es sabio deshacernos de lo que podría obstaculizar nuestro crecimiento en Cristo”.

Escucha música con otros

A medida que mis hijos crecían, teníamos un reproductor de CD en la casa que servía como centro de escucha familiar. La música era una actividad familiar y nadie desarrolló sus propios hábitos de escucha privada. Esos días han quedado atrás. Pero escuchar música con otros sigue siendo una buena idea. Parte de la alegría que la música comunica proviene de compartirla. Si solo escuchas música a través de auriculares, considera invertir en un juego de altavoces para tu reproductor o en un sistema de audio para tu hogar. Y no insistas en escuchar música que solo a ti te guste.

Haz música en lugar de escucharla

No tienes que ser especialmente ta­lentoso para tocar la guitarra o tocar acordes en un piano. Pero incluso si no tocas un instrumento, puedes obedecer el mandato de Dios de cantar (Salmo 47:6). Producir música nosotros mismos, nos libra de pensar que la alegría que la música proporciona depende de la tecnología.

Haz ayuno musical

En la American University, los estudiantes de una clase llamada “Understanding Mass Media”[Comprendiendo los Medios Dirigidos a las Masas] se sorprendieron al saber a mitad de semestre que los requisitos del curso incluían no usar cualquier medio de comunicación por 24 horas: “No hay televisión, teléfonos o tabletas durante 24 horas”. Un estudiante lo describió como “dolor intenso”; otro lo llamó “uno de los días más difíciles que he tenido que soportar”. Pero todos vivieron para contarlo, y algunos incluso pensaron que se beneficiaron de la tarea.

Puede que no puedas imaginar renunciar atu música durante un mes, una semana o incluso un día. Pero hay algunas formas más efectivas de medir el lugar que ocupa la música en tu vida, pensamiento y comportamiento. Ni siquiera tiene que ser un ayuno completo. Puedes intentar conducir en silencio durante veinte minutos en lugar de escuchar la música. Puedes establecer un límite a la cantidad de música que escuchas cada día.

Independientemente del tipo de ayuno que elijas, seguramente te dejará más tiempo para orar, leer tu Biblia y servir a los demás.

Lleva un registro de la cantidad de música que compras

Spotify, Apple music, Amazón y otros servicios de descarga han hecho que sea más fácil perder la cuenta de cuánto gastas realmente en música. Antes de que te des cuenta, has acumulado cien dólares en cargos por música que “debías” tener. Siendo realistas, algunos de nosotros ni siquiera podemos escuchar toda la música que compramos. Calcula un presupuesto para lo que deberías gastar y cúmplelo.

Escucha música antigua

Los seres humanos han estado haciendo música al menos desde el cuarto capítulo de Génesis, donde se nos dice que Jubal “fue padre de todos los que tocan arpa y flauta” (Génesis 4:21). Se ha compuesto, cantado y grabado una ingente cantidad de música desde entonces. Y, sin embargo, todavía podemos pensar que la mejor música es la que se produjo en los últimos diez años, o incluso, la que saldrá el próximo mes. La música que supera la prueba del tiempo merece nuestra atención. Eso no significa que todo lo escrito en el pasado sea buena música. Pero somos miopes, orgullosos y pobres si nunca apreciamos la música que Dios nos ha dado a lo largo de la historia.

Intencionalmente, agradece a Dios cada vez que disfrutes de la música

La música es un regalo de Dios. Pero Dios nunca pretende que sus dones lo reemplacen como el objeto de nuestro deseo y deleite. La música puede calmar nuestros espíritus apresurados, alentar nuestros corazones atribulados y fortalecer nuestras almas cansadas, pero no como nuestro Salvador. Él nos ha redimido por su muerte, simpatiza con nosotros en nuestras debilidades, y puede darnos misericordia y gracia en nuestro tiempo de necesidad (Efesios 1:7, Hebreos 4:15-16). La música, como todos los dones de Dios, está destinada a atraer nuestros corazones y nuestra atención hacia su gloria, su poder y su amor.

“La música es un regalo de Dios. Pero Dios nunca pretende que sus dones lo reemplacen como el objeto de nuestro deseo y deleite”.

Podemos usar la música para profundizar nuestro amor por Dios de innumerables maneras

La forma más obvia es proclamar la verdad de Dios en adoración colectiva, cantando de todo corazón, entrando en su presencia. Algunas personas encuentran útil cantar o escuchar la música de adoración durante sus devociones privadas. Pero como hemos visto, a Dios no le preocupa solo la música en entornos “religiosos”. Él tiene la intención de usar la música para su gloria en todas partes. Mientras escuchamos a un hábil guitarrista de jazz o un concertista de piano, podemos agradecer a Dios por sus dones de creatividad, talento, sonido y belleza. Una nueva madre cantando una canción de cuna puede reflexionar sobre la ternura y la misericordia de Dios. Descargar música en diferentes ocasiones puede proporcionar un acompañamiento conmovedor que au­menta la importancia de momentos y relaciones importantes.

En última instancia, la música es un medio para profundizar nuestro amor y disfrute de Aquel que nos dio este regalo en primer lugar. En El Peso de la Gloria, C. S. Lewis lo expresó así:

Los libros o la música en donde nosotros pensamos que se localizaba la belleza nos traicionarían si confiáramos en ellos… Porque no son esa cosa en sí; solo son el aroma de una flor que no hemos encontrado, el eco de una melodía que no hemos escuchado, noticias de un país que aún no hemos visitado.

Ninguna música, por bella que sea, por impresionante que sea, tecnológicamente creativa o emocionalmente conmovedora, puede rivalizar con la maravilla y la belleza deslumbrante del Salvador, quien vino como hombre para vivir una vida perfecta y morir en nuestro lugar.

Renunciar, reducir o cambiar tu dieta musical puede parecer un sacrificio. Puede ser. Es posible que tengas que sacrificar la apariencia fría de tus amigos para complacer a tu Padre celestial. Puede que tengas que sacrificar la esclavitud a los apetitos y placeres terrenales para que puedas perseguir y disfrutar los eternos.

Pero ningún sacrificio que hagamos (¿podemos siquiera llamarlos sacrificios?) se compara con el sacrificio de Jesucristo. Él nos redimió para comprar nuestro perdón y ganarnos un lugar entre aquellos que “ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:15).

Eso significa que la música ya no es nuestra para usarla como queramos. Nunca lo fue. Nunca fue para proporcionar lo que se puede encontrar solo en una relación con el Salvador.

La música es un regalo precioso, pero es un dios terrible.

Por la gracia de Dios, que siempre conozcamos la diferencia.


Este artículo es un extracto del libro Mundanalidad, publicado por Editorial EBI.

Descarga una muestra gratis.


Comparte en las redes