De entre todos los personajes de la historia, Larry King se refirió a Jesucristo como aquel a quien más le hubiese gustado entrevistar. El conocido periodista y escritor estadounidense dijo, “Me hubiese gustado preguntarle si efectivamente fue concebido de una virgen. Esa respuesta definiría la historia para mí”. Larry King dio en el clavo con lo transcendente de la respuesta. Su incredulidad no le permitía ver la verdad, pero sus palabras nos hablan de lo crucial de ese nacimiento.
El nacimiento de Jesús es el nacimiento más asombroso y milagroso de la historia. Nuestro Señor Jesucristo fue concebido virginalmente en el vientre de su madre, María, mediante la acción soberana y sobrenatural del Espíritu Santo, y sin padre humano.
Muchos han tratado de negarlo, considerándolo un mito o un relato adaptado de una leyenda de la época. Otros no lo niegan, pero simplemente lo ignoran, o prefieren considerarlo un tema secundario. Sin embargo, creer en la concepción y nacimiento virginal de Cristo es esencial para el evangelio, y absolutamente necesario para la fe cristiana.
La narración del nacimiento de Jesús en Lucas 1:26-38 está llena de detalles asombrosos que muestran lo grandioso de tal acontecimiento. En este artículo nos centraremos en dos hechos sobresalientes que evidencian que el nacimiento virginal de Cristo es una doctrina cardinal.
El nacimiento virginal evidencia la deidad de Cristo
En primer lugar, María concibió por obra del Espíritu Santo y esto evidencia la deidad de Cristo. El pasaje de Lucas enfatiza que María era virgen (Lc. 1:26-27). El término “virgen” no denota simplemente a una mujer joven o soltera, sino a una mujer que no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. De hecho, María misma se cuestiona cómo es que va a concebir si no conoce varón (Lc. 1:34), es decir, si no tiene relaciones sexuales con ningún varón ni las puede tener estando en el tiempo de su desposorio (Lc. 1:27).
Éste era un tiempo de compromiso formal que podía durar hasta un año y era considerado con las mismas obligaciones que el matrimonio. La mujer tenía la misma posición legal de esposa, pero no mantenían relaciones sexuales. Por eso, Mateo 1:19 dice que José era su marido y que quiso dejarla secretamente para no difamarla cuando se enteró de su embarazo. El pasaje de Mateo también corrobora la virginidad de María citando al profeta Isaías (Mt. 1:22-23, “He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo”). Y, además, Mateo añade que su virginidad se extendió hasta el día del nacimiento de Jesús (Mt. 1:24-25). Por tanto, José recibió a María como mujer, pero no mantuvo relaciones sexuales con ella hasta que dio a luz a Jesús, de manera que María fue virgen hasta el nacimiento de Jesús, pero no después.
Lucas también resalta que la concepción fue una obra sobrenatural del Espíritu Santo (Lc. 1:35). El Espíritu Santo vino sobre María y por el poder de Dios concibió, sin relación sexual. No fue que Dios obró milagrosamente para que concibiera de su marido, como le sucedió a Elisabet, sino que el poder creador de Dios actuó sobre ella. Las frases “el Espíritu Santo vendrá sobre ti” y “el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” son paralelas y se complementan, describiendo cómo el Espíritu de Dios actuó con poder creador en el vientre de María.
De tal manera, que el versículo afirma que “por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:35). Como resultado de la actividad creadora de Dios, el Santo Ser engendrado será llamado Hijo de Dios. El verbo “nacerá” tiene el sentido de engendrar, y en el original es una voz pasiva que denota una acción externa. Por lo que podría traducirse ‘lo Santo que es engendrado’ (cf. Mt.1:20). La concepción de María fue por obra sobrenatural del Espíritu de Dios, sin la intervención humana, y esto evidencia la deidad de Jesús. Él es el Hijo de Dios, el Hijo del Altísimo. Él es el Cristo, el Mesías.
El nacimiento virginal evidencia la humanidad de Cristo
En segundo lugar, María fue la madre natural de Jesús, y esto evidencia la humanidad de Cristo. Lucas resalta que Jesús nació naturalmente de una mujer, María, su madre. Fue engendrado en su vientre (Lc. 1:31, “Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”), de manera que María concibió y dio a luz como cualquier otra mujer. Vivió las mismas circunstancias de cualquier embarazo. El embrión que se originó en su vientre fue un embrión humano, fruto de su vientre (Lc. 1:42), fruto de un proceso natural de crecimiento y desarrollo del feto. De manera que, después del tiempo de gestación, María dio a luz a un bebé (Lc. 2:5-7, “… María … la cual estaba encinta. Y sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre”). Fue un nacimiento humano.
De hecho, María es llamada madre de Jesús en muchos pasajes. Elisabet la llamó “la madre de mi Señor” (Lc. 1:43), y los evangelios se refieren a ella de esa manera muchas veces (Mt. 1:18; Lc. 1:33). Pero el hecho de que María sea la madre de Jesús no significa que ella sea la madre de Dios. En ningún lugar de la Biblia se afirma que María sea la madre de Dios. Dios es eterno y no tiene madre. María fue la madre de la naturaleza humana de Cristo, pero no de su naturaleza divina. María desarrolló en su vientre la naturaleza humana que el Hijo de Dios tomó para sí mismo (Ga. 4:4; Jn. 1:14; 1 Ti. 3:16).
Conclusión
El nacimiento virginal manifiesta que el Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo Dios tomó para sí la naturaleza humana y la unió a su naturaleza divina, sin confusión, sin mutación, sin división y sin separación, en una sola persona, Jesucristo.
“El nacimiento virginal manifiesta que el Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, siendo Dios tomó para sí la naturaleza humana y la unió a su naturaleza divina, sin confusión, sin mutación, sin división y sin separación, en una sola persona, Jesucristo”
Él no renunció a su divinidad, ni deificó su humanidad. Él es completamente Dios y completamente hombre. Él es Dios hecho carne. De esta manera, Jesucristo cumplió la voluntad del Padre y tomó la naturaleza humana para ofrecerse a sí mismo como ofrenda por el pecado (He. 10:10). Solo siendo completamente Dios, Jesús pudo ser un sacrificio perfecto por el pecado. Y solo siendo completamente hombre, Jesús pudo ser un sustituto perfecto para el hombre. ¡Gloria a Dios!
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