La Participación de la Naturaleza Divina (Santiago 1:18)

En la primera valla Dios dice: “Mira hacia adelante y prepárate para el juicio”. En la segunda dice: “Mira alrededor y ve cuán bueno he sido contigo”. Y con esta tercera valla, Dios dice: “Mira adentro y ve que has nacido de arriba, y por lo tanto, posees la naturaleza divina”.

Santiago usó la figura del nacimiento para explicar el deseo que lleva al pecado y a la muerte (1:15). Ahora la usa para explicar cómo podemos disfrutar de victoria sobre la tentación y el pecado. El apóstol Juan usa la misma figura en 1 Juan 3:9, donde “la simiente de Dios” hace referencia a la vida y la naturaleza divina en el creyente. Notemos las características de este nacimiento.

Es divino

Nicodemo pensó que tendría que volver al vientre de su madre para nacer de nuevo, pero estaba equivocado. Este nacimiento no es humano sino de arriba (Juan 3:1-7). Es obra de Dios. Así como no podemos engendrar nuestro nacimiento humano, tampoco podemos engendrar nuestro nacimiento espiritual. Cuando depositamos nuestra fe en Cristo Jesús, es Dios quien hace el milagro.

Es por gracia

No es que lo hayamos ganado o que lo merezcamos; Dios nos da el nacimiento espiritual de su propia gracia y voluntad. “Los cuales no son engendrados de sangre [descendencia humana] ni de voluntad de carne [esfuerzo humano], ni de voluntad de varón [ayuda humana], sino de Dios” (Juan 1:13). Ninguno puede nacer de nuevo por medio de sus familiares, sus esfuerzos o su religión. El nuevo nacimiento es obra exclusiva de Dios.

Es por medio de la Palabra de Dios

Así como el nacimiento humano requiere de dos progenitores, así también el nacimiento espiritual: La Palabra de Dios y el Espíritu de Dios. “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6). “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23). El Espíritu de Dios usa la Palabra de Dios para producir el milagro del nuevo nacimiento. Siendo que la Palabra de Dios es “viva y eficaz” (Hebreos 4:12) puede crear vida en el corazón del pecador que confía en Cristo; y esa vida es de Dios.

Es el mejor nacimiento. Somos “las primicias de sus criaturas” escribió Santiago a los creyentes judíos, y la palabra “primicias” significó mucho para ellos. Los judíos del Antiguo Testamento presentaron los primeros frutos al Señor como una expresión de su devoción y obediencia. “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos” (Proverbios 3:9). De todas las criaturas de Dios que existen en este universo, los creyentes son lo mejor por excelencia. Hemos sido hechos partícipes de la naturaleza divina. Por esta razón, no debemos rebajar nuestra dignidad con tal de aceptar la carnada de Satanás o con tal de desear cosas pecaminosas. Un nacimiento más alto requiere de una vida más alta.

Al darnos un nuevo nacimiento, Dios declara que ya no puede aceptar el nacimiento antiguo. En varios pasajes bíblicos, Dios rechaza al primogénito y acepta al segundo. Aceptó a Abel antes que a Caín; a Isaac antes que a Ismael; y a Jacob primero que a Esaú. Dios no acepta el primer nacimiento (aunque haya sido el más noble de la sociedad), y declara que se necesita el segundo nacimiento.

Esta experiencia del nuevo nacimiento es la que nos ayuda a vencer la tentación. Si dejamos que nuestra vieja naturaleza (que obtuvimos del primer nacimiento) tome control de nosotros, entonces fallaremos. Recibimos nuestra naturaleza antigua (la carne) de Adán, y él falló. Pero si accedemos a la nueva naturaleza, venceremos; porque esta nueva naturaleza viene de Cristo, y él es el vencedor.

Un niño de la escuela dominical explicó este asunto en palabras sencillas: “Dos hombres viven en mi corazón, el viejo Adán y el Señor Jesucristo. Cuando la tentación toca a la puerta del corazón, alguien tiene que contestar. Si dejo que el viejo Adán conteste, entonces peco; así que envío a Cristo a contestar, y él siempre sale ganando”.

Por supuesto que esta nueva naturaleza debe alimentarse con la Palabra de Dios diariamente, para que se fortalezca para pelear la batalla. Así como el Espíritu Santo usó la Palabra de Dios para el nacimiento espiritual, también la usa para dar fuerza espiritual. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).

No importa qué pretextos usemos, no podemos culpar a otros por nuestro propio pecado. Nuestros deseos nos llevan a la tentación y al pecado. No podemos culpar a Dios, ya que él ha erigido estas tres barreras para que no caigamos en el pecado. Si observamos estas barreras, tendremos una corona (1:12). Si rompemos las barreras, nos espera una tumba (1:15). ¿Cuál de las dos escogeremos?

Puedes leer la primera parte de este artículo aquí.

Puedes leer la segunda parte de este artículo aquí.


Este artículo es un extracto del Comentario Wiersebe del Nuevo Testamento, publicado por Editorial EBI.

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