La persona madura es paciente en las pruebas. Algunas veces estas pruebas son externas, otras veces son tentaciones internas. Dios puede enviarnos pruebas o Satanás también puede tentarnos valiéndose de nuestra naturaleza pecaminosa. En este artículo, nos enfocaremos en lo que Santiago dice de este segundo aspecto—las tentaciones internas.

Puede surgir la pregunta: “¿qué relación existe entre las pruebas externas y las tentaciones internas?” La respuesta es sencilla: si no tenemos cuidado, las pruebas por fuera pueden convertirse en tentaciones por dentro. Cuando las circunstancias son difíciles podemos caer en el error de quejarnos contra Dios, dudar de su amor y rechazar su voluntad. Aquí es donde Satanás nos presenta una oportunidad para evadir dichas circunstancias difíciles. Esta oportunidad es la tentación.

Esta verdad se ilustra muy a menudo en la Biblia. Cuando Abraham llegó a Canaán, halló que había escasez y que no podría alimentar su ganado. Esta prueba proveía la oportunidad para probar a Dios; sin embargo, Abraham la convirtió en una tentación cuando descendió a Egipto. Dios tuvo que castigar a Abraham para hacerlo regresar al lugar de obediencia y bendición.

También el pueblo de Israel cambió las pruebas en tentaciones mientras peregrinaba en el desierto. Tan pronto como se vieron libres de Egipto les faltó el agua y tuvieron que caminar tres días sin ella. Al encontrar el agua, ésta estaba tan amarga que empezaron a murmurar contra Dios. Ellos cambiaron la prueba en tentación y fallaron.

Es claro que Dios no desea que cedamos ante la tentación, pero tampoco va a hacerla a un lado. Si queremos madurarnos en la vida cristiana, debemos afrontar las pruebas y las tentaciones. Hay tres consideraciones que debemos tomar en cuenta para vencer la tentación.

1. El Juicio de Dios

Estamos tratando el aspecto negativo pero esto es muy necesario. Santiago mira hacia adelante y nos muestra el fin del pecado—¡muerte! No culpemos a Dios por las tentaciones. El es santo y no puede ser tentado, y tan lleno de amor que no puede tentar a otros. Dios nos prueba como lo hizo con Abraham (Génesis 22); pero él no puede tentarnos. Somos nosotros los que convertimos los momentos de prueba en tentaciones.

“La tentación es una oportunidad de llevar a cabo una buena cosa en una manera equivocada, es decir fuera de la voluntad divina. ¿Es malo querer pasar un examen? Por supuesto que no; pero si se hace trampa para pasarlo esto es pecado. La tentación para hacer trampa es una oportunidad para llevar a cabo una buena cosa (pasar el examen) en una manera equivocada. No es malo comer; pero si se piensa hurtar el alimento, se está tentando a sí mismo.

Algunos piensan que el pecado es un hecho instantáneo, pero Dios lo ve como un proceso. Adán cometió un solo pecado. Sin embargo ese solo pecado trajo sobre toda la raza humana el pecado, la muerte y el juicio. Santiago presenta este proceso del pecado en cuatro pasos.

El deseo (Santiago 1:14)

La palabra “concupiscencia” quiere decir cualquier deseo inmoderado y no necesariamente una pasión sensual. Los deseos normales de la vida fueron puestos en nosotros por Dios, y no son pecaminosos. Sin ellos no podríamos funcionar. Si no sintiéramos hambre o sed, no comeríamos o beberíamos, y moriríamos. Si no existiera la fatiga, el cuerpo nunca descansaría y esto causaría su extinción. La unión física entre un hombre y una mujer es un deseo normal; sin él la raza humana no continuaría.

Al querer satisfacer estos deseos de manera contraria a la voluntad de Dios, nos metemos en problemas. Comer es normal; pero la glotonería es pecado. Dormir es normal, pero la flojera es pecado. “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4).

Hay personas que tratan de ser “espirituales” negándose de estos deseos normales, o buscando suprimirlos; pero esto sólo los hace menos humanos. Estos deseos fundamentales de la vida son el combustible que hace que la máquina se mueva. Sin el combustible, no hay fuerza. Si dejamos al com “bustible sin restricción, habrá destrucción. El secreto está en un control constante. Estos deseos deben ser nuestros siervos y no nuestros amos; y esto sólo se logra por medio de Cristo.

El engaño (Santiago 1:14)

Ninguna tentación se muestra como tal; siempre parece más atractiva de lo que realmente es. Santiago usó dos figuras del mundo del deporte para apoyar su argumento. La palabra “atraído” encierra la idea de la carnada en una trampa; y la palabra “seducido” en el griego significa cebar un anzuelo. El cazador y el pescador usan una carnada para atraer y coger su presa. Ningún animal con premeditación se mete en una trampa ni tampoco un pez morderá un anzuelo vacío. La idea es de esconder la trampa y el anzuelo.

La tentación siempre lleva en sí alguna carnada que provoca los deseos normales. La carnada no sólo nos atrae, sino que también esconde el hecho de que si cedemos, finalmente nos traerá sufrimiento y castigo. La carnada es lo que atrae. Lot tal vez nunca se hubiera ido a Sodoma si no hubiera visto “toda la llanura del Jordán, que toda ella era de riego”. (Génesis 13:10). Cuando David miró a la esposa de su vecino, nunca hubiera cometido adulterio si hubiera visto las consecuencias trágicas: la muerte de un bebé (el hijo de Betsabé), el asesinato de un buen soldado (Urías), y la violación de una hija (Tamar). La carnada hace que no veamos las consecuencias del pecado.

Cuando el Señor Jesús fue tentado por Satanás, siempre trató con la tentación basándose en la Palabra de Dios. Tres veces dijo: “Escrito está”. Desde el punto de vista humano, el convertir las piedras en pan para satisfacer el hambre es cosa razonable; pero no lo es desde el punto de vista de Dios. Cuando se conoce la Biblia, se puede detectar la carnada y rehuirla firmemente. Esto es lo que implica andar por fe y no por vista.

La desobediencia (Santiago 1:15)

Nos hemos ido desde las emociones (deseo) y el intelecto (el engaño) hasta la voluntad. Santiago deja la figura del cazador y el pescador y presenta el cuadro del nacimiento de un niño. El deseo concibe un método de atrapar la carnada. La voluntad lo aprueba y actúa, y el resultado es el pecado. Ya sea que lo sintamos o no, hemos sido engañados y atrapados. El bebé ha nacido, y ¡cuidado cuando crece!

La vida cristiana es un asunto de la voluntad, y no de los sentimientos. Frecuentemente se oye a creyentes decir: “No me siento con ganas de leer la Biblia”, o “No siento que deba asistir a la reunión de oración”. Los niños se dejan llevar por sus sentimientos, pero los adultos actúan de acuerdo con la voluntad. Estos actúan porque es lo correcto, sin importarles cómo se sientan. Esta es la razón por la que los creyentes inmaduros caen fácilmente en la tentación: porque se dejan llevar por sus sentimientos al hacer sus decisiones. Entre más se ejercita la voluntad diciendo firmemente “no” a la tentación, Dios también controlará más la vida de uno. “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

La muerte (Santiago 1:15)

La desobediencia engendra muerte y no vida. El pecado puede tardar muchos años en madurar, pero cuando esto sucede, producirá la muerte. Si solo creyéramos lo que la Palabra de Dios dice en cuanto a esta tragedia final, nos ayudaría a no ceder a la tentación. Dios ha erigido esta barrera porque nos ama. “¿Quiero yo la muerte del impío?” (Ezequiel 18:23).

Estos cuatro pasos en la tentación y el pecado están perfectamente descritos en el primer pecado mencionado en la Biblia (Génesis 3).

La serpiente usó el deseo para atraer a Eva: “Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5). ¿Hay algo malo en querer obtener conocimiento? ¿Es malo comer una fruta? Eva vio que “el árbol era bueno para comer” (Génesis 3:6), y esto causó que se despertara su deseo.

El apóstol Pablo mencionó el engaño de Eva en 2 Corintios 11:3. “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo”. Satanás es el engañador y se propone atacar la mente. La carnada que él usó con Eva fue que el árbol prohibido era bueno y agradable y que al comer de su fruto la haría sabia. Eva vio la carnada, pero se olvidó de la advertencia de Dios: “Porque el día que de él comiereis, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).

Eva desobedeció a Dios al tomar el fruto del árbol y comerlo. Luego lo compartió con su esposo, y él también desobedeció a Dios. Debido a que Adán no fue engañado, sino que pecó a sabiendas, fue su pecado el que hundió a la humanidad en la tragedia. (Lee 1 Timoteo 2:12-15 y Romanos 5:12-21).

“Ambos, Adán y Eva, experimentaron inmediatamente la muerte espiritual (separación de Dios), y finalmente la muerte física. Todos mueren por causa de Adán (1 Corintios 15:21-22), y la persona que muere sin Cristo experimentará la muerte eterna, que es el lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15).

Cuando se presente la tentación, quitemos nuestra vista de la carnada y pensemos en las consecuencias que traerá el pecado: el juicio de Dios. “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).

Puedes leer la segunda parte de este artículo aquí.

Puedes leer la tercera parte de este artículo aquí.


Este artículo es un extracto del Comentario Wiersebe del Nuevo Testamento, publicado por Editorial EBI.

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