En el mundo postmoderno en el que vivimos se cuestiona si realmente Jesucristo es el único camino. Afirmar lo que la Biblia afirma con claridad no es lo más popular hoy en día. ¡Ay de aquel que afirme verdades absolutas! Sobretodo, si de creencias religiosas se trata.
La gente se jacta de ser más tolerante que nunca antes, evitando afirmar absolutos. Todo está “bien” siempre y cuando cada quien se sienta bien al respecto. La verdad es realmente un concepto relativo hoy en día. En otras palabras, depende del ángulo del cual se esté viendo. Nadie puede afirmar hoy en día —sin ser discriminado o ser visto como un “bicho raro”— que hay un solo camino de salvación.
Sin embargo, la Escritura es categórica al afirmar que Jesús es el camino, el único: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6). A diferencia del pensamiento postmoderno, Jesús claramente dijo que no solo es el camino, sino también la verdad. Él ha revelado su verdad en la Escritura; por eso, su palabra es verdad, como se afirma en Juan 17:17. No hay otra manera, no hay otro camino, no hay otra verdad. Por lo tanto, tampoco es posible la vida eterna separada de Jesucristo. No hay otro camino al Padre, al cielo y a la vida eterna.
El libro de Hechos confirma lo mismo cuando dice: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hch. 4:12). No hay nada postmoderno en esa afirmación. No hay verdades relativas o subjetivas que dependan de la opinión de cada uno. La Escritura es clara y no deja lugar a dudas. La Biblia no trata de encajar en las normas postmodernas, ni tampoco se adapta a la opinión común.
La Escritura es clara y no deja lugar a dudas. La Biblia no trata de encajar en las normas postmodernas, ni tampoco se adapta a la opinión común.
La Biblia proclama la verdad. Por eso, es verdad. La verdad eterna que Dios ha revelado en su palabra, la Biblia, está así expuesta. La salvación solo se obtiene a través de Jesús, como leímos antes.
Ahora bien, lo opuesto a la verdad es mentira. Simplemente es falso. Lo que no es verdad no puede ser cierto. No hay puntos medios. No hay verdades a medias. Satanás es el padre de la mentira. Juan 8:44 dice lo siguiente con respecto a él: “El… no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira”. Satanás siempre ha tratado de disfrazar la mentira de verdad para engañar, y debemos estar siempre alerta para no ser distraídos ni engañados. Debemos permanecer en la verdad.
Sucede todo lo contrario con Jesús. Él es la luz del mundo, tal como afirmó: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12b). Entonces, si Jesús es el camino, la verdad, la vida eterna y la luz, cualquier otro “camino” es falso y conducirá únicamente a oscuridad y muerte eterna.
No se puede buscar la salvación en el resto de los caminos porque son simplemente falsos. Solo hay un camino y una verdad. No hay otro camino fuera de Jesús. No hay otra verdad. No se puede encontrar ninguna luz aparte de Jesús, todo lo demás, aunque tenga apariencia de luz, conduce a las tinieblas y una muerte eterna lejos de Dios y de su salvación.
Nadie más tiene el poder para salvar sino solo Jesús. Eso lo hace sorprendentemente diferente de los mal llamados “otros caminos”. Jesús tiene el poder para salvar únicamente porque es Dios hecho hombre. Nada ni nadie tiene esa capacidad ni ese poder. El apóstol Pablo lo expresó así en 1 Timoteo 2:5:“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”. Jesús es Dios encarnado, es nuestro mediador, lo que hace posible restablecer nuestra relación rota con el Padre: “Si, mientras éramos enemigos, nos reconciliamos con Dios a través de la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida” (Rom. 5:10).
Qué hermoso entender esta verdad: que Jesús, siendo el Hijo de Dios, vino a la tierra a morir por los suyos para que en Él tuvieran vida. La obra de amor más grande se originó en Dios mismo y tiene como objetivo glorificar su nombre y hacernos aceptos como sus hijos, dándonos paz y gozo por la eternidad. Es una salvación perfecta, eterna, sublime e inmerecida que es únicamente por gracia, por medio de la fe. La salvación es del Señor y es únicamente por sus méritos que es hecha una realidad para los suyos: “En Él tenemos redención a través de su sangre, el perdón de nuestras ofensas, según las riquezas de su gracia” (Ef. 1:7).
La obra de amor más grande se originó en Dios mismo y tiene como objetivo glorificar su nombre y hacernos aceptos como sus hijos, dándonos paz y gozo por la eternidad.
Hay un solo Dios, una sola verdad y una sola salvación. El que afirme lo contrario está simplemente equivocado. Está sinceramente equivocado. No hay posibilidad alguna de salvación si lo intentas de otra manera. No hay otro camino. Por más que intentes por tus medios, no habrá remedio ni esperanza, porque “todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre”; empero, “el que confiesa al Hijo tiene también al Padre” (1 Jn. 2:23). Solo a través de Jesucristo somos salvos de la muerte eterna: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él” (Jn. 3:36).
Si aún no eres hijo de Dios, si no te has arrepentido de tus pecados, te invito a hacerlo hoy. Pídele a Dios que transforme tu vida, que te conceda un arrepentimiento genuino de tus pecados y que te salve. No dejes para después algo que no puede esperar. Si no estás en Cristo, estás muerto en delitos y pecados y tu destino eterno es estar separado de Dios por siempre. Si eres su hijo, glorifica a Dios y vive para aquel que te salvó, dándote vida cuando no había esperanza alguna. Vive a la luz de esta realidad todos los días de tu vida.