Indudablemente, Charles Haddon Spurgeon fue uno de los predicadores más influyentes de la historia. Predicó el evangelio a cientos de miles de personas y su ministerio alcanzó a varias naciones perdurando aún hoy, 150 años después. Si algo caracterizó a Spurgeon fue su pasión y dedicación por ganar almas para Cristo. A sus estudiantes del seminario dijo, “Ganar almas es la ocupación principal del ministro cristiano, y ciertamente, debiera ser la de todo verdadero creyente”.[1] Spurgeon ejemplificó lo que dice Proverbios 11:30, “El fruto del justo es árbol de vida; Y el que gana almas es sabio”. Y, ¿qué de ti? ¿Eres tú un ganador de almas?

La Palabra de Dios nos exhorta a vivir con el propósito de ganar a otros con y por el evangelio. El apóstol Pablo quien dijo “sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Cor. 11:1) estuvo dispuesto a privarse de su libertad cristiana y renunciar a muchos de sus privilegios a fin de ganar a muchos. Fue un modelo en el cual podemos observar tres características esenciales de un ganador de almas.

Abnegación voluntaria

En primer lugar, un ganador de almas demuestra una abnegación voluntaria. Pablo dijo, “aunque soy libre de todos, de todos me he hecho esclavo para ganar a mayor número” (1 Cor. 9:19). El apóstol estaba libre de obligaciones. No estaba sujeto a restricciones de ningún tipo porque era libre en Cristo. No obstante, él renunció voluntariamente y se privó de sus privilegios. Se hizo esclavo de todos.

Pablo limitó su libertad en Cristo para no ser tropiezo al evangelio, porque su objetivo era “ganar a mayor número” (1 Cor. 9:19). Su meta era ganar a cuantos más mejor. Su interés no fue su propio beneficio o popularidad, sino la salvación de muchos. Y por ello predicó la cruz de Cristo con abnegación, renunciando voluntariamente a sus derechos por la causa del evangelio.

¿Y tú? ¿Es este tu modelo de tu vida? ¿Vives así para con tu cónyuge incrédulo de manera que tu abnegación contribuya a tu testimonio del evangelio? ¿Cedes y renuncias abnegadamente a tu libertad para ganar a tus hijos o nietos? ¿Alguna vez has dejado tu libertad para ser esclavo de tu vecino con el propósito de ganar su alma para Cristo? Un ganador de almas demuestra una abnegación voluntaria.

Adaptación apropiada

En segundo lugar, un ganador de almas evidencia una adaptación apropiada al lugar donde se encuentra y las personas con las que debe interactuar. El apóstol estuvo dispuesto a acomodarse a todos con tal de ganarles. Dice, “a todos me he hecho todo, para que por todos los medios salve a algunos” (1 Cor. 9:22). Pablo se adaptó a todos para que pudiesen oír el evangelio. Se hizo “como judío, para ganar a los judíos” (1 Cor. 9:20). Celebró festividades judías, observó determinados días especiales, se abstuvo de ciertos alimentos y predicó en las sinagogas porque anhelaba la salvación de los judíos (Rom. 9:3; 10:1). Incluso circuncidó a Timoteo (Hch. 16:3) para que éste pudiese ser bien recibido por los judíos, sin embargo no circuncidó a Tito (Gál. 2:3-5) lo cual en esa ocasión supondría un ataque contra el evangelio de la gracia.

Pablo se hizo como alguien “bajo la ley” (1 Cor. 9:20) aunque él no estaba bajo la obligación de la ley sino bajo la gracia. Su anhelo de alcanzar a aquellos que estaban sujetos a la ley, le llevó incluso a purificarse en Jerusalén, después de haber recorrido tierras gentiles, junto con cuatro varones y pagar sus gastos (Hch. 21:24). Cumplió el rito de la purificación según la ley no como un medio de salvación, sino como un medio para poder entrar en el templo y así tener acceso a predicar a una multitud de judíos celosos de la ley. Se adaptó a ellos para ganarles.

El apóstol hizo lo mismo con los gentiles, aquellos que vivían “sin ley” (1 Cor. 9:21). Pablo fue como uno de ellos, probablemente comiendo, vistiendo y hablando como ellos, pero siempre en obediencia a Dios y su Palabra. Pablo se adaptó a las costumbres de los gentiles, pero nunca lo hizo en detrimento de su obediencia a Cristo. Así hizo también con sus hermanos débiles (1 Cor. 9:22) quienes podían ser fácilmente destruidos por su débil conciencia (1 Cor. 8:11). Pablo se acomodó a ellos para ganarles con el evangelio y así no ser “tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios” (1 Cor. 10:32). El apóstol procuró agradar a todos en todo, no buscando su propio beneficio, sino el de muchos, para que fuesen salvos (1 Cor. 10:33).

Pablo se adaptó, se acomodó, pero no se hizo como el mundo para ganar al mundo. Él se mantuvo fiel a Dios en obediencia a su Palabra, honrando en todo momento a nuestro Señor Jesucristo. Pablo se acomodó a todos, pero su mensaje no cambió. No lo hizo más ligero o menos escandaloso. No lo adaptó para ser más agradable y mejor recibido. Pablo no acomodó el mensaje para tener más audiencia. Un ganador de almas se acomoda a sí mismo, cambiando su manera de vestir, de hablar, de vivir, de saludar, de comer o beber. Está dispuesto a todo para no ser tropiezo al evangelio, y que más personas puedan oír el mensaje de Cristo crucificado.

Motivación correcta

Finalmente, un ganador de almas mantiene siempre una motivación correcta. Pablo dice, “todo lo hago por amor del evangelio, para ser partícipe de él” (1 Cor. 9:23). Lo que motivó la abnegación y adaptación del apóstol fue la causa del evangelio, la proclamación de la cruz de Cristo. Pablo no buscaba ser agradable a la gente, aunque obviamente no quería ser rudo ni descortés. Pero su meta no era ser popular y tener muchos seguidores o ‘likes’. Su motivación no era ser un predicador famoso o entretenido. Su motivación era el Evangelio, Cristo crucificado. Pablo no quiso ser un obstáculo sino todo lo contrario, participar en su proclamación, contribuir a la extensión del evangelio. ¿Lo estás haciendo tú?

Conclusión

Sal de tu pasividad y de tu comodidad. Sé un ganador de almas, dispuesto a abnegarse voluntariamente, acomodándose a todos por la causa del evangelio de Cristo. Como dijo Spurgeon, “Cada vez que la manecilla del reloj completa una vuelta, el infierno devora a multitudes; algunos de ellos ignorantes de Cristo, y otros habiéndolo rechazado a sabiendas. El mundo yace en tinieblas: esta gran ciudad aún suspira por la luz, sus propios amigos y parientes necesitan ser salvados, y pueden morir antes de que termine esta semana. ¡Oh, si han encontrado el remedio, díganlo a los enfermos! Si han encontrado vida, proclámenlo a los muertos; si han experimentado libertad, hablen de ella a los cautivos; si han hallado a Cristo, hablen de él a los demás”.[2]


[1] Charles H. Spurgeon, El ganador de almas (El Estandarte de la Verdad, 2013), p. 15.

[2] Spurgeon, El ganador de almas, p. 196.


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