Hay una fascinación presente que gira en torno a la persona y obra del Espíritu Santo, la cual ha sido mayormente fomentada por la atención de los carismáticos. La atracción es ser personas llenas del Espíritu Santo, que ha resultado en un énfasis desmedido sobre señales, sensaciones, impresiones, espectáculos y manifestaciones generadas por el Espíritu Santo. El dilema que ha creado esta atención inexacta ha ocasionado un efecto contrario, es decir, la verdadera obra del Espíritu en la vida creyente ha sido ocultada detrás de la escena caótica del carismatismo. 

Por lo tanto, resulta beneficioso considerar lo que la Biblia dice sobre el Espíritu Santo, y una de las doctrinas prácticas y más esenciales de Su persona, el andar por el Espíritu. Gálatas 5:16 presenta esta doctrina práctica: «Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne». ¿Quiénes son lo que verdaderamente andan por el Espíritu? ¿Cómo se ve en la vida práctica de un creyente? ¿Son los que caen bajo la supuesta influencia del Espíritu, los que hablan en balbuceos, o los que hacen prácticas extrañas que fueron producidos presumidamente por el Espíritu? ¿O son aquellos que se distinguen por la fe, virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia, piedad, fraternidad y amor (cp. 2 P. 1:5–7)? Para contestar a estas preguntas se considerará el tema en tres partes: (1) la presuposición teológica de andar por el Espíritu, (2) el aspecto positivo de andar por el Espíritu, y (3) y el aspecto negativo de andar por el Espíritu. 

La presuposición teológica de andar por el Espíritu

Es esencial notar en las dos instancias cuando Pablo escribió de andar por o conforme al Espíritu, que esa práctica no se dio en un vacío contextual. Pablo en Romanos dedicó siete capítulos y en Gálatas cuatro capítulos de argumentación antes de afirmar la habilidad del creyente de andar por el Espíritu. El andar por el Espíritu no es algo que viene naturalmente al hombre caído. Un cadáver espiritual no tiene vida espiritual (Ef 2:1) y, por lo tanto, no puede caminar espiritualmente. Antes de poder andar por el Espíritu Santo el hombre tiene que nacer de nuevo (Jn 3:7). En una palabra, andar en el Espíritu es una vivencia sobrenatural.

La nueva vida no es solamente para poseerla y esperar hasta el cielo para disfrutar de ella plenamente, sino además, la nueva vida es para vivir en ella (desde ahora). Pablo lo manifiesta de esta manera en Romanos 6:4: «Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida». Cuando uno nace de nuevo por el Espíritu Santo, es una nueva criatura, con una nueva naturaleza. Esta novedad de vida se distingue mayormente en nuevas mociones, inclinaciones y afectos del corazón y disposición de la voluntad para complacer al Señor.

Entonces, Pablo está presuponiendo que todos aquellos que han nacido de nuevo por medio de la fe en Cristo Jesús andarán en esa nueva vida. Mira los razonamientos de Pablo en Romanos 8:1: «Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu» y en Gálatas 5:25: «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu». Vivir por el Espíritu es la razón por la cual es posible andar por Él.  Pero ¿cómo luce el andar por el Espíritu? En dos aspectos, uno positivo y el otro negativo. 

El aspecto positivo de andar por el Espíritu 

Pablo empieza Gálatas 5:16 con un mandato: «Andad por el Espíritu». ¿Qué significa andar por el Espíritu? Andar por el Espíritu significa vivir de acuerdo con la Palabra de Dios; es cumplir la voluntad revelada del Señor. Andad por el Espíritu no es mística, no se refiere a estar en un estado de éxtasis, de euforia, ni a una sensación anímica jubilosa, sino que se refiere a la obediencia cristiana mediante la conformidad a la voluntad del Señor, es decir la semejanza de Cristo. 

Salmo 119:1 dice: «¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del Señor!». De esta manera el conocimiento de la Palabra de Dios es un prerrequisito fundamental para andar por el Espíritu, aunque no es un fin en sí mismo. El conocimiento de la Palabra debe traducirse en una vida recta y justa, en una conformidad a la Palabra de Dios que adorna la doctrina con piedad. La figura de dicción de andar ha sido anteriormente explicada en detalle en otro escrito, Andando en Cristo, el cual será útil para entender que la idea comunicada con «andar» tiene que ver con una expresión que expresa lo que es la conducta regular y la dirección moral de una persona. 

Sin embargo, el andar por el Espíritu no es accidental. No ocurre de repente sin previa planeación, sino que es algo intencionado y propuesto. El hombre natural no puede andar por el Espíritu jamás, por cuanto está desprovisto de vida espiritual. Pero tampoco el hombre regenerado anda por el Espíritu independientemente de la sumisión de su voluntad. Pablo dio este mandato porque no es una nueva realidad espiritual, aunque sí es la nueva y mejor posibilidad espiritual para el hijo de Dios. Hay que ejercer la voluntad a propósito y determinar andar por el Espíritu. 

La mayor evidencia de quienes andan por el Espíritu son los que manifiestan el fruto del Espíritu: «amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio» (Gal. 5:22–23). Andando por el Espíritu es un caminar bendito (Sal. 128:1); pasos que glorifiquen al Señor, complazcan el alma, alegren el corazón, produzcan más esperanza y generen mayor confianza para el futuro. Sin embargo, es menester resguardar del engaño fácil del orgullo humano. Hay que reconocer quién hizo posible ese andar—el Espíritu Santo quien regeneró el alma. El beneficiado es el que anda por el Espíritu, pero el que es glorificado es el Espíritu Santo. 

El aspecto negativo de andar por el Espíritu

Por el otro lado está el aspecto negativo, el cual se encuentra en la segunda parte de Gálatas 5:16: «y no cumplirán el deseo de la carne». Esa idea negativa es más enfática en Romanos 8:4: «los que no andamos conforme a la carne». Observa aquí la dicotomía espiritual. La falta de andar por el Espíritu por exclusión implica que uno está andando por la carne. La pereza o inconstancia de andar por el Espíritu no es neutral. No existe la neutralidad en nuestro andar o una amnistía espiritual en esta vida. O estamos andando por el Espíritu o estamos andando por la carne. Dios no ofrece una tercera categoría. Si nos volvemos despreocupados y negligentes en nuestro caminar, inevitablemente el pecado tomará ventaja sobre nuestro descuido. Todavía en el mundo caído el hijo de Dios tiene la posibilidad de andar por la carne (Ef. 4:17), aunque esa posibilidad nunca es permisividad. La posibilidad es una opción contraria a su nueva disposición, dado que la predominancia habitual del pecado ha sido derrocado y establecido en su lugar el nuevo hombre creado a la imagen y semejanza de Cristo (Ef. 4:24). 

Aquí «el deseo de la carne» significa la disposición inicua del hombre hacia el placer pecaminoso. El deseo de la carne expresa todas las mociones pecaminosas que persiguen las corrupciones nativas del hombre impío. ¿Cuáles son los deseos de la carne? Pablo menciona unos cuantos en Gálatas 5:19–21. Complacer la carne no se manifiesta de la misma manera en todos. En cada corazón se encuentra un terreno fértil por cierta clase de iniquidades propias. Pero igualmente todos son pecados hechos contrarios al Señor, aunque no son todos iguales. 

El mayor engaño del pecado es la noción del deseo cumplido, deseo extinguido. La carne engaña a los hombres una y otra vez con la mentira de que, al consumir el pecado, el deseo quedara satisfecho. Piensan que el deseo es como fuego y el pecado consumado es un balde de agua y al cometer el pecado, apagaran el deseo. La realidad es lo contrario, el deseo es como fuego y el pecado consumado es un balde de gasolina y al cometer el pecado, el deseo se inflamará más. Por eso, la autojustificación de consumar el pecado hoy para abandonarlo mañana jamás funciona. Al cometer el pecado, el deseo crece y la carne es fortalecida. La pregunta, ¿por qué la carne es tan fuerte? es contestada con la pregunta, ¿por qué sigues dándole sustento? La carne solo se puede volver fuerte donde es nutrida con sus deseos pecaminosos. El viejo hombre por sí solo es fuerte, no es sabio darle qué comer porque así es como se fortalece su reinado (Rom. 6:12–13). 

Teniendo en cuenta la naturaleza engañadora del pecado, hay que huir, hay que mortificar, hay que sofocar el pecado. Todo apunta a que el mejor remedio para mortificar el deseo del pecado es andar contrario al pecado. La idea es estar ocupado en otros negocios. Es incluso la idea detrás del mandato en primer lugar, es un mandato con una promesa. ¿Cuál es la forma de mortificar el deseo de la carne? Gálatas 5:16: «Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne». La naturaleza mutuamente exclusiva entre el andar por el Espíritu y andar en la carne hace que, al andar por el Espíritu, el deseo de la carne no será cumplido, efectivamente amortiguando su poder.

La promesa cumplida de andar por el Espíritu

El que anda por el Espíritu vive en conformidad con la voluntad revelada del Señor. Aquí es una palabra digna de confianza—cuanto más el cristiano se dispone para obedecer la nueva naturaleza, más el viejo hombre perderá su fuerza. El andar por el Espíritu produce más andar por el Espíritu, porque esa disposición es fortalecida. Los hábitos de gracia incrementan con su ejercicio. Proverbios 10:29 es poco conocido, pero la primera parte es tan útil en este aspecto: «Fortaleza para el íntegro es el camino del Señor». Seremos fortalecidos al andar en el camino del Señor por el Espíritu. 

Para terminar, es apropiado considerar cómo el andar por el Espíritu es una promesa cumplida, una promesa que por muchos ha sido olvidada. El Señor estableció el antiguo pacto para iniciar Su plan de redención. Fue dentro de aquel pueblo de Israel que el Señor en Su sabiduría prometió un mejor pacto, con mejores promesas, y particularmente una promesa sobresale en conexión a andar por el Espíritu. En Ezequiel 36:27 Dios habla del nuevo pacto, prometiendo: «Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas». La evidencia ofrecida aquí es que el andar por el Espíritu fue garantizado por el Señor (Ez. 11:19–20). No depende en última instancia de los hombres, aunque eso no remite su necesidad de esforzarse. Incluso hay más esperanza para el creyente, sabiendo que el Espíritu Santo es quien está en ellos mismos, produciendo el deseo piadoso, inclinando la voluntad, disponiendo el corazón y afirmando los pasos. Qué gracia que no solamente salva, y sostiene, pero además guía los pies para andar en sendas de justicia por amor al nombre del Buen Pastor (Sal. 23:3). Cuánto tenemos que considerar el Salmo 18:30: «En cuanto a Dios, Su camino es perfecto». Gloria a Dios por ayudarnos a andar por el Espíritu en Su camino perfecto. 


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