Si un hombre de repente se presenta como rey, el pueblo de inmediato pide pruebas: ¿Cuál es su origen? ¿Quién le rinde homenaje? ¿Qué credenciales puede presentar? Considerando de antemano estas preguntas importantes, Mateo empieza su libro con un relato cuidadoso del nacimiento de Jesucristo y los eventos con relación al mismo. Presenta cuatro hechos respecto al Rey.

Hecho #1 El Linaje del Rey (Mt 1:1-25) 

Puesto que la realeza depende del linaje, era importante que Jesús estableciera sus derechos al trono de David. Mateo indica el linaje humano de Jesucristo (vs. 1-17), así como su linaje divino (vs. 18-25). 

Su linaje humano (vs. 1-17). Las genealogías eran muy importantes para los judíos, porque sin ellas no podían demostrar que pertenecían a alguna tribu y sus derechos a la herencia. Cualquiera que decía ser hijo de David, tenía que ser capaz de probarlo. Generalmente se concluye que Mateo nos dio el árbol genealógico del Señor a través de su padrastro, José, mientras que Lucas nos da el linaje de María (Lc 3:23ss). 

Muchos lectores de la Biblia pasan por alto esta lista de nombres antiguos (y, en algunos casos, difíciles de pronunciar). Pero esta lista es una parte vital del registro del evangelio. Muestra que Jesús es parte de la historia; que toda la historia judía preparaba el camino para su nacimiento. Dios, en su providencia, tenía control de todo a fin de lograr su gran propósito de traer a su Hijo al mundo.

Esta genealogía también ilustra la maravillosa gracia de Dios. Es muy raro hallar el nombre de alguna mujer en las genealogías judías, puesto que los nombres y la herencia venían por medio del padre. Pero en esta lista hallamos referencias a cuatro mujeres de la historia en el Antiguo Testamento: Tamar (1:3), Rahab, Rut (1:5) y Betsabé “la que fue mujer de Urías” (1:6).

Es claro que Mateo omitió algunos nombres en esta genealogía. Probablemente lo hizo para dar un resumen sistemático de tres períodos de la historia de Israel, cada uno consistía en 14 generaciones. El valor numérico de las letras hebreas en el nombre David suma 14. Mateo probablemente usó este método para ayudar a sus lectores a recordar esta difícil lista.

Pero había muchos judíos que podían trazar su linaje familiar hasta el rey David. Se requería más que ascendencia humana para que Jesucristo fuera el “Hijo de David” y heredero de su trono. Por eso su linaje divino es tan importante. 

Su linaje divino (vs. 18-25). Mateo 1:16 y 18 indican claramente que el nacimiento de Jesucristo fue diferente de cualquier otro muchacho judío mencionado en la genealogía. Mateo indicó que José no engendró a Jesucristo. Es decir, José era “José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”. Jesús nació de una madre terrenal sin necesidad de un padre terrenal. Esto se conoce como la doctrina del nacimiento virginal. 

Todo niño que nace en este mundo es una criatura totalmente nueva. Pero Jesucristo, siendo Dios eterno (Jn 1:1, 14), existía antes de María y José, y de todos sus antepasados terrenales. Si Jesucristo hubiera sido concebido y hubiera nacido como cualquier otro bebé, no podría ser Dios. Fue necesario que entrara en este mundo mediante una madre terrenal, pero no engendrado por un padre terrenal. Por un milagro del Espíritu Santo, Jesús fue concebido en el vientre de la virgen María (Lc 1:26-38). 

Algunos han cuestionado la virginidad de María. Dicen que la palabra que en Mateo 1:23 se traduce como “virgen” debería traducirse como mujer joven. Pero la palabra siempre significa virgen y no se la debe traducir de otra manera. 

Tanto María como José pertenecían a la casa de David. Las profecías del Antiguo Testamento indicaban que el Mesías nacería de mujer (Gn 3:15), de la simiente de Abraham (Gn 22:18), de la tribu de Judá (Gn 49:10) y de la familia de David (2 S 7:12-13). La genealogía que presenta Mateo trazó la descendencia por medio de Salomón, mientras que Lucas la trazó por medio de Natán, otro de los hijos de David. Vale la pena notar que Jesucristo es el único judío vivo que puede en realidad probar su derecho al trono de David. Todos los demás registros fueron destruidos cuando los romanos conquistaron Jerusalén en el año 70 d. C. 

Para los judíos de esos días, el desposorio (compromiso) equivalía al matrimonio; excepto que los desposados no vivían juntos. Se les llamaba esposo y esposa, y al final del período de desposorio, se consumaba el matrimonio. Si una mujer desposada quedaba encinta, se consideraba adulterio (ve Dt 22:13-21). Pero José no castigó ni se divorció de María cuando descubrió que ella estaba encinta, porque el Señor le había revelado la verdad. Todo esto era cumplimiento de Isaías 7:14. 

Antes de dejar esta importante sección, debemos considerar tres nombres dados al Hijo de Dios. El nombre “Jesús” significa Salvador y proviene del nombre hebreo Josué (Jehová es mi salvación). Había muchos judíos que tenían por nombre Josué (o, en griego, Jesús); pero el hijo de María se llamó Jesús el Cristo. La palabra “Cristo” significa ungido; es el equivalente griego de Mesías. El es Jesús el Mesías. Jesús es su nombre humano, Cristo es su título oficial y Emanuel describe quién es: “Dios con nosotros”. Jesucristo es Dios. Hallamos este nombre “Emanuel” en Isaías 7:14 y 8:8. 

El Rey, entonces, era un hombre judío que también era el Hijo divino de Dios. Pero, ¿alguien reco- noció su realeza? Sí; los sabios del Oriente vinieron a adorarle.

Hecho #2 El Homenaje al Rey (2:1-12) 

Debemos confesar que sabemos muy poco acerca de estos magos. La palabra griega que se traduce “magos” se refiere a un grupo de eruditos que estudiaban las estrellas. El título los relaciona con la magia, pero probablemente eran más como astrólogos. Sin embargo, su presencia en el registro bíblico no es un respaldo divino a la astrología. 

Dios les dio una señal especial, una estrella milagrosa que anunció el nacimiento del Rey. La estrella los guió a Jerusalén, en donde les fue dicho que la Palabra de Dios decía que el Rey nacería en Belén. Fueron a Belén y adoraron al niño Jesús. 

No sabemos cuántos eran. Debido a que en Mateo 2:11 se mencionan tres regalos, algunos han dado por sentado que eran tres reyes del Oriente, aun cuando esto no es seguro. En todo caso, cuando llegaron con la caravana a Jerusalén, la ciudad entera se agitó. 

Debemos tener presente que estos hombres eran gentiles. Desde el comienzo Jesús vino para ser “el Salvador del mundo” (Jn 4:42). Eran también ricos y eruditos; científicos por derecho propio. Ningún erudito que sigue la luz que Dios le da, puede evitar postrarse a los pies de Jesús para adorarle. En Jesucristo “…están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2:3), “porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9). 

Los magos buscaban al Rey, pero Herodes temió a ese Rey y quiso destruirlo. Era Herodes el Grande, llamado rey por el senado romano debido a la influencia de Marco Antonio. Herodes era un hombre cruel y astuto que no permitía que nadie, ni siquiera su propia familia, interfiriera con su gobierno y se interpusiera en la satisfacción de sus perversos deseos. Asesino implacable, hizo asesinar incluso a su esposa y a los dos hermanos de ella porque sospechaba que lo traicionaban. Se casó por lo menos nueve veces para satisfacer su lujuria y fortificar sus lazos políticos. 

No es sorpresa que Herodes tratara de matar a Jesús, porque quería ser el único rey de los judíos. Pero había otra razón. Herodes no era judío de pura sangre; era en realidad idumeo, descendiente de Esaú. Este es un cuadro del antiguo conflicto entre Esaú y Jacob, que empezó incluso antes de que estos nacieran (Gn 25:19-34). Es lo espiritual contra lo carnal, lo divino contra lo mundano. 

Los magos buscaban al Rey; Herodes se opuso al Rey; y los sacerdotes judíos ignoraron al Rey. Estos sacerdotes conocían las Escrituras y hablaban del Salvador ante otros, pero no irían ellos mismos a adorarle. Citaron Miqueas 5:2 pero no lo obedecieron. Se hallaban apenas a diez kilómetros del Hijo de Dios y sin embargo no fueron a verlo. Los gentiles lo buscaron y lo hallaron, pero los judíos no. 

El versículo 9 del capítulo 2 indica que la estrella milagrosa no siempre fue visible para los magos. Cuando empezaron su camino a Belén vieron de nuevo la estrella; y ella los guió a la casa donde estaba Jesús. Para entonces José, María y el Niño habían salido del refugio temporal donde nació el Señor Jesús (Lc 2:7). Las escenas tradicionales del pesebre que presentan a los pastores junto con los magos no son fieles a la Biblia, puesto que los magos llegaron mucho más tarde. 


Comentario Wiersbe

Estudie la Biblia con el Dr. Warren W. Wiersbe, uno de los pastores más queridos de los Estados Unidos. Su comentario del Nuevo Testamento, basado en la serie “en Cristo”, proporciona una comprensión clara y aplicable, con introducciones y contornos para cada libro. Este recurso confiable y accesible ofrece la guía versículo por versículo de uno de los maestros bíblicos más respetados, ideal para pastores, maestros y laicos.


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