En el segundo artículo de esta serie, continuaremos explorando los hechos que confirmaron que el bebé nacido en Belén es el Rey. Hasta ahora, hemos analizado cómo el linaje del Rey y el homenaje que le rindieron los sabios del Oriente respaldaron su realeza. En este artículo, nos sumergiremos en dos hechos más que refuerzan aún más la identidad del Niño Jesús como el Rey divino. Descubriremos cómo la hostilidad desatada contra Él y su humildad asombrosa también desempeñaron un papel crucial en esta historia sagrada. Continuemos nuestro viaje para entender mejor la magnitud de este Rey celestial.

Hecho #3 Hostilidad contra el Rey (2:13-18)

A una persona se la conoce no solo por sus amigos, sino también por sus enemigos. Herodes pretendió querer adorar al recién nacido Rey (Mt 2:8), cuando en realidad quería destruirlo. Dios le dijo a José que tomara al Niño y a María y huyera a Egipto. Egipto se hallaba cerca y allí había muchos judíos. Los tesoros recibidos de los magos servirían para pagar con holgura los gastos del viaje y la estadía de José y María en Egipto. Pero también había otra profecía que debía cumplirse: Oseas 11:1, “De Egipto llamé a mi Hijo”. 

La ira de Herodes fue evidencia de su arrogancia; no podía permitir que nadie se aprovechara de él, particularmente algunos eruditos gentiles. Esto le hizo matar a todos los niños menores de dos años que todavía estaban en Belén. No debemos pensar que se mataron cientos de niños, porque no había tantos niños de esa edad en una población tan pequeña como Belén. Aun hoy solamente viven alrededor de 20.000 personas allí. Es probable que murieron unos 20 niños. Pero, por supuesto, aunque fuera uno solo, es demasiado.

Mateo presenta aquí el tema de la hostilidad y lo enfoca en todo su libro. Satanás es mentiroso y homicida (Jn 8:44), así como lo fue el rey Herodes. Mintió a los magos y mató a los niños. Pero incluso este horrendo crimen era el cumplimiento de una profecía que se halla en Jeremías 31:15. Para poder comprender este cumplimiento, debemos repasar la historia judía. 

La primera mención de Belén en las Escrituras es en relación a la muerte de Raquel, la esposa favorita de Jacob (Gn 35:16-20). Raquel murió dando a luz a un hijo al que le puso por nombre Benoni, o sea, hijo de mi tristeza. Jacob le puso por nombre Benjamín, que quiere decir hijo de mi diestra. Ambos nombres hacen referencia a Jesucristo, porque fue “…varón de dolores, experimentado en quebranto…” (Is 53:3) y es ahora el Hijo de la diestra de Dios (He 1:3; Hch 5:31). Jacob levantó un monumento para señalar la tumba de Raquel cerca de Belén. 

La profecía de Jeremías fue pronunciada alrededor de 600 años antes de que Cristo naciera. Brotó del cautiverio de Jerusalén. Algunos de los cautivos fueron llevados a Ramá, en Benjamín, cerca de Jerusalén y esto le recordó a Jeremías la aflicción de Jacob cuando murió Raquel. Sin embargo, ahora es Raquel la que llora. Ella representaba a todas las madres de Israel que vieron a sus hijos ir al cautiverio. Es como si Raquel hubiera dicho: “Di mi vida para dar a luz a un hijo y ahora no hay más descendientes suyos”. 

Jacob vio a Belén como un lugar de muerte, pero el nacimiento de Jesús lo hizo un lugar de vida. Debido a la venida de Cristo, habría libertad espiritual para Israel y, en el futuro, el establecimiento del trono y reino de David. Israel, el hijo de mi tristeza, un día sería el hijo de mi diestra. Jeremías prometió a la nación que volverían a su tierra (Jer 31:16-17) y la promesa se cumplió. Pero le hizo una promesa mayor, que la nación volvería a ser reunida y que el reino se establecería (Jer 31:27ss). Esta promesa también se cumplirá. 

Pocas personas hoy piensan en Belén como lugar de entierro; la ven como el lugar donde nació Cristo. Debido a que él murió por nosotros y resucitó, tenemos un futuro brillante. Viviremos por siempre con él en esa gloriosa ciudad en donde no hay muerte ni lágrimas.

Hecho #4 La humildad del Rey (2:19-23) 

Herodes murió en el año 4 a. C.; esto quiere decir que Jesús nació en algún momento entre los años 6 y 5 a. C. Es imposible dejar de observar el paralelo entre Mateo 2:20 y Éxodo 4:19, el llamamiento de Moisés. Como Hijo de Dios, Jesús estaba en Egipto y fue llamado para ir a Israel. Moisés estaba fuera de Egipto, escondiéndose para salvar su vida y fue llamado a regresar a Egipto. Pero en ambos casos estaba realizándose el programa divino de redención. José y su familia tuvieron que armarse de valor para dejar Egipto y Moisés, para regresar a Egipto. 

Arquelao era uno de los hijos de Herodes y había heredado el título de rey. Sin embargo, los judíos descubrieron que a pesar de sus promesas de bondad, Arquelao era más perverso que su padre. Así que enviaron a Roma una delegación para protestar contra su coronación. Augusto César estuvo de acuerdo con los judíos y estableció a Arquelao como etnarca [Jefe de una provincia Romana] de la mitad del reino de su padre. (Tal vez Jesús tenía en mente este fragmento de la historia cuando relató la parábola de las minas, en Lucas 19:11-27). 

El episodio entero es un buen ejemplo de cómo Dios dirige a sus hijos. José sabía que él y su familia no estarían más seguros bajo el gobierno de Arquelao de lo que habían estado bajo el gobierno de Herodes el Grande. Es probable que estuvieran ya de regreso a Belén cuando descubrieron que Arquelao ocupaba el trono. Es seguro que José y María oraron, esperaron y buscaron la voluntad de Dios. El sentido común les decía que debían tener cuidado; la fe les decía que esperaran. A su debido tiempo Dios le habló a José en un sueño y así llevó a su esposa y a su Hijo a Nazaret, donde habían vivido antes (Mt 2:19-20). 

Pero incluso esto cumplía la profecía. De nuevo, Mateo recalca que las Escrituras predecían todo detalle de la vida de Jesús. Es importante observar que Mateo no se refería en 2:23 tan solo a un profeta, sino que más bien dijo: “…para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas…” (plural). 

No hay ninguna profecía específica que llame a Jesús Nazareno. Este era un término despectivo: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn 1:46). En muchas profecías del Antiguo Testamento se menciona la vida humilde de rechazo que viviría el Mesías; y tal vez esto es lo que Mateo tenía en mente. (Ve Sal 22; Is 53:2-3, 8). El término nazareno se le aplicó tanto a Jesús como a sus seguidores (Hch 24:5); y con frecuencia se le llamó Jesús el Nazareno (Mr 14:67; Jn 18:5, 7). Pero tal vez Mateo, guiado por el Espíritu, vio una conexión espiritual entre el nombre Nazareno y la palabra hebrea netzer, que significa renuevo retoño. Varios profetas le dieron este título a Jesús. (Ve Is 4:2; 11:1; Jer 23:5; 33:15; Zac 3:8; 6:12-13). 

Nuestro Señor creció en Nazaret y se identificó con esa población. Es más, sus enemigos pensaban que había nacido allí, porque dijeron que era galileo (Jn 7:50-52). Si hubieran investigado en los registros del templo, hubieran descubierto que había nacido en Belén. 

¿Quién oyó jamás que un rey naciera en una aldea humilde y creciera en una población despreciada? La humildad del Rey es ciertamente algo que admirar e imitar (Fil 2:1-13). 

En resumen, hemos explorado cuatro hechos fundamentales que confirman la realeza del Niño nacido en Belén. Primero, el linaje del Rey, que incluye tanto su linaje humano como divino, establece sus derechos al trono de David. Segundo, el homenaje rendido por los sabios del Oriente señala su importancia y divinidad. Tercero, la hostilidad desencadenada por Herodes y la matanza de los niños en Belén demuestran que Él representaba una amenaza para los poderosos de la época. Finalmente, la humildad del Rey, que creció en Nazaret, contrasta profundamente con las expectativas terrenales de un monarca, destacando su naturaleza divina y el propósito de su venida.

En conjunto, estos hechos revelan que el bebé nacido en Belén no era solo un Rey terrenal, sino el Hijo de Dios, destinado a cumplir una misión divina de redención. Su linaje, el homenaje, la hostilidad y la humildad, todos apuntan a la extraordinaria verdad de que Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores.


Comentario Wiersbe

Estudie la Biblia con el Dr. Warren W. Wiersbe, uno de los pastores más queridos de los Estados Unidos. Su comentario del Nuevo Testamento, basado en la serie “en Cristo”, proporciona una comprensión clara y aplicable, con introducciones y contornos para cada libro. Este recurso confiable y accesible ofrece la guía versículo por versículo de uno de los maestros bíblicos más respetados, ideal para pastores, maestros y laicos.


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