Hablar de la justicia de Dios es un tema que muchos prefieren evadir, especialmente porque hablar de la justicia de Dios incluye hablar de su ira y de los juicios que ha determinado derramar sobre el mundo caído. Es más popular hablar del amor de Dios, de su bondad, su misericordia, y cualquier otro de sus atributos que nos transmita confianza y tranquilidad. Pudiéramos decir que, en la mayoría de las predicaciones evangelísticas, la justicia de Dios ha quedado deliberadamente relegada. Pareciera que el mundo cristiano contemporáneo en general se ha enfocado en conocer y compartir las bendiciones de Dios para nuestras vidas, pero ha obviado ese otro lado del carácter divino de Dios como es su justicia.

“Pareciera que el mundo cristiano contemporáneo en general se ha enfocado en conocer y compartir las bendiciones de Dios para nuestras vidas, pero ha obviado ese otro lado del carácter divino de Dios como es su justicia”.

Muchas personas se molestan cuando escuchan hablar de la justicia de Dios, ya que no comprenden cómo Dios puede ser un Dios de ira, de enojo o de terror. La razón pudiera ser que estas personas ignoran las Sagradas Escrituras o no conocen verdaderamente a Dios. John MacArthur, en uno de sus sermones titulado “La Ira de Dios” basado en el libro de Romanos, señala con gran acierto que:

…los atributos de Dios están equilibrados en su perfección divina y están equilibrados de manera perfecta.  Si Dios no tuviera ira y no tuviera enojo no fuera entonces Dios. Así como él ama de manera total, también odia de manera total. Así como su amor es puro, también su odio es puro. De Cristo, dice Hebreos 1:9: ‘Tú has amado la justicia y aborrecido la iniquidad.’ [1]

Allí está la clave del carácter divino de nuestro Dios del cual nos ocuparemos más adelante.

A continuación, definiremos los conceptos de justicia y juicio asociados al carácter de Dios.  Luego daremos evidencia del carácter justo de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y finalizaremos nuestro escrito con una aplicación práctica para nuestras vidas.

Justicia y Juicio

Justicia significa conformidad a un estándar correcto, entereza o rectitud. Ser recto o lo que es como debe ser. Rolland McCune lo conceptualiza de esta manera al señalar que “la justicia de Dios es esa perfección de su carácter o ese aspecto de su santidad en el cual sus acciones y actitudes están siempre de conformidad con su propia naturaleza o su ser perfecto y por el cual él demanda una conformidad absoluta al bien perfecto en otros.”[2] En este punto debemos señalar a la Ley de Dios como la expresión de su naturaleza, es decir, su estándar perfecto sobre el cual es juzgada toda persona. Es por ello que Santiago señala que “…cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos” (Stg. 2:10). Toda persona, debido a su condición pecadora yace bajo la ira y el justo juicio de Dios y debe ser juzgada de conformidad con lo que ha hecho (cp. Ro. 3:23; 5:16; Jn. 5:29).

“Justicia significa conformidad a un estándar correcto, entereza o rectitud”

El juicio de Dios viene a ser entonces “ese aspecto de su santidad sobre el cual él recompensa la avenencia y castiga la desavenencia a su perfecto estándar de lo correcto.”[3] En otras palabras, Dios recompensa la justicia por su mérito y castiga el pecado por lo que esto representa, una violación a su Ley (cp. Stg. 2:11-12). Juicio también puede ser definido como la “Facultad del alma, por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo falso”.[4] Esa facultad es dada por Dios a cada hombre a través de la conciencia y aunque esa conciencia haya sido corrompida por el pecado, todavía sigue fungiendo como juez acusador o defensor de los actos de cada persona para el momento cuando sean juzgados por el gran juez del mundo (cp. Ro. 2:15). Cabe señalar que somos agentes morales y que toda moralidad es establecida por Dios.

El Dios Justo en el Antiguo Testamento

Las palabras (tsadiq, tsedeq y tsedeqah) en hebreo traducidas como justo o justicia significan conformidad a una norma o a un estándar apropiado.  El adjetivo singular “saddiq” es usado para describir a esa persona justa y lo encontramos en numerosas oportunidades en el Antiguo Testamento para hacer referencia a Dios como una persona justa y recta (Dt. 32:4, Esd. 9:15, Job 4:17). En el Salmo 7:11 a Dios se le llama el juez justo, el cual está airado con el impío todos los días.  La justicia de Dios, además, viene acompañada con otros atributos como la bondad, la clemencia y la misericordia que le son ofrecidas a aquellos que desean buscar a Dios de corazón (Sal. 116:5).

La justicia de Dios la encontramos contrastada con la justicia de los hombres. Isaías la describe como algo semejante a “trapo de inmundicia” (Is. 64:6). El profeta pone de manifiesto la calamidad del hombre al creer ser justo delante de Dios, quien conoce todas las cosas. Dios, el justo juez, será quien al final de los tiempos juzgará tanto a los buenos como a los impíos (Ec. 3:17) y dará a cada quien su recompensa. 

Debido a que Dios es justo y en consecuencia aborrece la maldad, encontramos diversos relatos bíblicos donde sus juicios son derramados. La maldad de los hombres descrita en Génesis 6:5-6, por ejemplo, fue la razón por la cual Dios determinó destruir al mundo con un diluvio universal, siendo resguardado solamente el justo Noé en compañía de su esposa e hijos (Gn. 6:8). En el mismo libro de Génesis encontramos el relato de Sodoma y Gomorra, dos ciudades pervertidas que fueron destruidas por el santo juicio de Dios como resultado de la descomposición moral de los habitantes de la ciudad, quienes quisieron abusar sexualmente de dos ángeles que estaban visitando al justo Lot (Gn. 19). Abraham intercedió por la ciudad apelando que los justos con los injustos serían destruidos. Sin embargo, Dios le hizo saber que toda la población había sido corrompida y en consecuencia debía ser destruida (Gn. 18:16-33). 

El Dios Justo en el Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento la palabra griega que se usa para describir justo y justicia son “dikaios” y “dikaiosume”.[5] Pablo, por ejemplo, describe en Romanos 1 la maldad de los hombres, la cual yace bajo la ira de Dios. A Jesús se le llama el justo en el Nuevo Testamento (Col. 4:11; 1 P. 3:18).  También a Dios Padre se le denomina el juez justo (He. 12.23). El libro de Apocalipsis además nos describe la consumación del ministerio redentor de Dios en la tierra, donde la humanidad será objeto de su ira con juicios sin precedentes, antes de que nuestro Señor y Salvador Jesucristo venga a reinar en la tierra por 1000 años (Ap. 15:3, 16:7).

El Nuevo Testamento registra también una serie de juicios donde el hombre dará cuenta a Dios sobre sus actos durante su vida en la tierra: el Tribunal de Cristo, un juicio preparado específicamente para los creyentes. Acá se juzgarán las obras del creyente y sus motivaciones. El juicio de las naciones, previo al segundo advenimiento de Cristo y el Juicio del Gran Trono Blanco preparado para los impíos.

La justicia de Dios es por lo general cuestionada cuando indagamos en los juicios que la Biblia presenta para los impíos. No pareciera justo que un Dios misericordioso y amoroso enviara al infierno por toda la eternidad a un grupo de personas que hayan violado su Ley (Mt. 10:28; Jud. 4; 1 Co. 6:9-11; Ap. 21:8). Sin embargo, su amor debe ser visto mas bien en la provisión que ha hecho el Padre en la persona de Cristo para salvarnos y librarnos de cualquier condenación (Jn. 3:16, 5:24).

Aplicación práctica

Una de las mayores bendiciones que recibe el creyente cuando confiesa a Cristo como salvador personal, es la justificación. “Justificar significa ser declarado justo. Tanto la palabra hebrea (sadaq) como la griega (dikaioo) significan anunciar o pronunciar un veredicto favorable, declarar justo. El concepto no significa hacer justo, sino atribuir justicia. Es un concepto de los tribunales, así que, justificar es dar un veredicto de justicia.”[6] 

Puesto que la justificación es un concepto forense, ella se relaciona con el concepto de Dios como juez. Ya mencionamos anteriormente que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento dan por sentado que Dios es el juez supremo y que todos seremos juzgados por él. En este sentido, surge la interrogante de saber, ¿cómo un Dios justo puede declarar justo a un pecador? Job expresó el asunto con precisión cuando preguntó: “¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?” (Job 9:2, RV60).[7]  Citaremos nuevamente al Dr. Ryrie para señalar la respuesta a este dilema:

“Dios solamente tiene tres opciones cuando los pecadores comparecen ante Su tribunal: Condenarlos, comprometer Su propia justicia para recibirlos tal y como están, o transformarlos en personas justas. Si Él puede ejercer esta tercera opción, entonces los puede declarar justos. Pero cualquier justicia que un pecador posea tiene que ser auténtica, no ficticia; real no imaginaria; aceptable por las normas de Dios, y ni aun un poquito menos que eso. Si esto se pudiera llevar a cabo, entonces, y solamente entonces, puede Él justificar.”[8]

En la persona de Cristo todo creyente ha sido declarado justo, cumpliendo a cabalidad con todas las exigencias demandadas por Dios el Padre. Esta es la noticia más sorprendente que pueda y deba entender cualquier cristiano, que aun manteniendo en vida la naturaleza pecaminosa, Dios mira, no la justicia propia de cada creyente, sino la que Cristo imputó en ellos al momento de haber creído por fe en su persona, tal y como lo señala Pablo en Romanos 3:26 (Note también Ro. 1:17; Gá. 3:11). La justificación además le asegura al creyente la paz con Dios (Ro. 5:1). Nuestra relación con él se hace justa, legal y eterna. Esto constituye el fundamento seguro para la paz con Dios.

“Esta es la noticia más sorprendente que pueda y deba entender cualquier cristiano, que aun manteniendo en vida la naturaleza pecaminosa, Dios mira, no la justicia propia de cada creyente, sino la que Cristo imputó en ellos al momento de haber creído por fe en su persona, tal y como lo señala Pablo en Ro. 3:26”.

Pablo posteriormente se pregunta en Romanos 6:1 (RV60) “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?”. De ninguna manera… Luego señala en 6:5 (RV60): “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”.  Hemos entonces sido resucitados con Cristo en una nueva vida (2 Co. 5:17).   Ryrie continua señalando que “La justificación ante el tribunal de Dios se demuestra por la santidad de vida aquí en la tierra ante el tribunal de los hombres. Ésta era la perspectiva de Santiago cuando escribió que somos justificados por las obras (Santiago 2:24)”. [9]

De esta manera sorprendente, Dios el Padre, el juez justo por excelencia, planeó de antemano la muerte vicaria de Cristo para que, en la justicia del Hijo, cada uno de los que depositen su fe en él, puedan ser declarados justos y obtener eterna redención.  De esta manera, cada creyente es libre de todo juicio contra el pecado, ya que el santo Cristo pagó el precio que cada uno de nosotros merecíamos. 

Este artículo es parte de la Serie Conoce a tu Dios. Descubre un atributo nuevo de Dios cada dos semanas, de la mano de teólogos, pastores, maestros y líderes. Lee todos los artículos de esta serie.


Referencias

[1] John MacArthur, «La Ira de Dios» Gracia a Vosotros, visitado el 2 de agosto 2021 https://www.gracia.org/library/sermons-library/GAV-45-09/la-ira-de-dios

[2] McCune, Rolland. Teología sistemática del cristianismo bíblico. (Sebring, FL: Editorial EBI, 2018), 139.

[3] Ibíd.

[4] «Bibliatodo Diccionario, juicio» Bibliatodo, visitado el 2 de agosto 2021 https://www.bibliatodo.com/Diccionario-biblico/juicio

[5] James A. Swanson, Diccionario de idiomas bíblicos. Griego (Nuevo Testamento) (Bellngham, WA: Logos Bible Software, 1997).

[6] Charles C. Ryrie, Teología básica, (Miami: Unilit, 2003), 339.

[7] Ibíd. 340.

[8] Ibíd.

[9] Ibíd. 341.


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