Vivimos en un periodo de cambio, incertidumbre e inestabilidad sin precedentes. El mundo está sumido en el miedo y el caos tras el trauma de una pandemia mundial, las revueltas políticas y la quiebra de las economías de todo el mundo. Luchamos por encontrar la paz y la estabilidad cuando tememos el futuro.

Al despedirse de los discípulos, Jesús sabía que temían por el futuro. Las circunstancias no iban como ellos esperaban. Se suponía que Jesús sería su rey y conquistaría a sus enemigos. En lugar de eso, predijo que vendrían más problemas (Juan 16:32). Su idea de paz mundial no era suficiente para sostenerlos en tiempos de crisis.

El don de la paz

El mundo dice que la paz se encuentra en el interior. Hemos de practicar el amor propio, la superación personal, los límites seguros y conectar con la naturaleza para obtener la paz en nuestras vidas. Pero la paz del mundo es insuficiente. La verdadera paz no se encuentra en personas, pastillas o programas. No podemos fabricar la paz y venderla en una botella.

Jesús nos dice que la paz es un don que hay que recibir. “La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27). La paz se encuentra en la persona, Jesucristo (Juan 16:33).

La paz no consiste en esperar que Jesús haga algo por nosotros, sino en recibir la paz de quien Él es y en Su carácter, mientras el mundo se torna caótico y confuso. Así como los niños pequeños confían en sus padres porque ellos son los adultos que se supone que los protegerán y proveerán para sus necesidades, nosotros debemos confiar en Jesús porque Él es el Dios de paz (1 Co. 14:33).

Problemas terrenales

Experimentar problemas en nuestras vidas puede sorprendernos o tomarnos desprevenidos cuando nuestras expectativas nos llevan a creer que adorar a Jesús significa que recibiremos prosperidad financiera, salud física y relaciones perfectas. A menudo reaccionamos con ansiedad, depresión, miedo y desesperación. Esto puede llevarnos a buscar la paz en los lugares equivocados, lo cual sólo resulta en turbación.

Podemos tomar estos problemas como señales de que hemos fracasado o de que Dios nos está castigando. ¿Hemos sido infieles? ¿No oramos como es debido? ¿Tenemos demasiada confianza en nuestros éxitos espirituales y luego volvemos a caer en nuestras viejas costumbres?

Jesús predijo que viviríamos en un mundo hostil que sólo puede ofrecernos problemas (Juan 16:33). El mundo y el príncipe de este mundo son enemigos de Jesús (1 Juan 2:16; 1 Pedro 5:8). Por lo tanto, no debemos sorprendernos cuando, incluso después de lo que parecía ser una gran victoria espiritual, volvamos a tener problemas. Debemos estar alerta y tener una mente sobria en todas las áreas de la vida -en el hogar, en el trabajo y en nuestras relaciones con los demás- porque las dificultades llegarán.

Tengan valor

Jesús equilibra las malas noticias con las buenas. Jesús dice: “Pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). No promete erradicar los problemas de nuestras vidas. Pero promete darnos paz y consuelo en los momentos difíciles.

Anímese

Es inútil que alguien nos diga “anímate” o “ten ánimo” cuando nos encontramos en el corazón de tiempos difíciles y trágicos. Tienen buenas intenciones porque quieren que nos sintamos mejor. Al final, el pensamiento positivo del mundo y el modismo “tú puedes” no son suficientes. Nadie en su propio poder tiene esa clase de autoridad para darnos esperanza y seguridad sobre las circunstancias de nadie.

Sin embargo, la palabra de Jesús es digna de confianza porque Él vino del Padre y ha dejado el mundo y ascendido al cielo para estar con el Padre. Aquellos que creen que Él vino del Padre son amados por Él (Juan 16:27-28). Creer en estas verdades trae paz a nuestras vidas. Podemos animarnos porque conocemos el final de la historia: ¡Jesús gana!

En estos tiempos difíciles, Jesús es nuestra ancla, que nos mantiene estables y firmes. Él es nuestra fuerza predecible con compromiso y continuidad. En Él, tenemos paz que sobrepasa todo entendimiento. En Cristo, tenemos paz en medio de pandemias, epidemias, economías en quiebra y naciones divididas. Su presencia nos trae la paz (Fil. 4:7). Jesús nos ordena que nos animemos porque, sean cuales sean los problemas a los que nos enfrentemos, la paz prevalece.

Preguntas para reflexionar
  1. Cuando tienes problemas, ¿cuál es tu reacción inmediata? ¿Recurres a remedios mundanos para tratar de aliviar tus problemas? ¿Recurres a tu gobierno o partido político? ¿Recurres a personas con poder? ¿Huyes a tu iglesia?
  2. ¿Corres a Jesús cuando tu corazón está atribulado? Juan 14:27 dice: “La paz os dejo, mi paz os doy. No os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. ¿Obedeces a Jesús cuando dice que te animes y te alientes porque la paz se encuentra en Él?

La paz no consiste en esperar que Jesús haga algo por nosotros, sino en recibir la paz de quien Él es y en Su carácter.


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Un corazón dolido

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