La Afirmación y Conjetura Bíblica

La Biblia comienza y termina con la afirmación y conjetura de la existencia de Dios: “En el principio Dios” (Gn. 1:1). Las Escrituras simplemente anuncian al hombre lo que él ya sabe en su corazón, que Dios existe. Gordon Lewis y Bruce Demarest lo expresaron así: “La manera directa en la que se presenta a Dios en el primer capítulo de la Biblia nos lleva a creer que el concepto fundamental de Dios fue la cualidad común de todas las personas desde el principio”.

La Biblia no tiene argumentos o pruebas formales de la existencia de Dios. De hecho, el ateísmo filosófico no aparece en las Escrituras; el único ateísmo del que se habla es el ateísmo práctico: “Dice el necio en su corazón: “No hay Dios’” (Sal. 14:1; 53:1). Esto no es tanto una declaración que niega la existencia de Dios, sino una que niega la relevancia de Dios. Es decir, se trata de una confesión de que Dios es innecesario.

La fuente de la teología sistemática es sólo el canon protestante. Por lo tanto, la existencia de Dios será demostrada aquí según la Biblia y solamente se hará una crítica a las pruebas filosóficas tradicionales.

Pruebas Tradicionales: Perspectivas Contrastantes

Las denominadas pruebas se remontan, básicamente, al teólogo católico romano y filósofo, Tomás de Aquino (1224/25-1274), cuyas ideas fueron introducidas en la teología protestante por el obispo Joseph Butler (1692-1752) y William Paley (1743 -1805). La idea detrás de las pruebas es que uno puede razonar cómo llegar independientemente (de la revelación divina) a un conocimiento de la existencia de Dios. Todo lo que se necesita es una mente libre de prejuicios dispuesta a examinar “hechos” objetivos.

“Uno puede razonar cómo llegar independientemente (de la revelación divina) a un conocimiento de la existencia de Dios. Todo lo que se necesita es una mente libre de prejuicios dispuesta a examinar hechos objetivos”.

Aquino sostuvo que la mente del hombre está en blanco al nacer, pero tiene la capacidad innata del conocimiento a través de una serie de “primeros principios” (por ejemplo, ser no es no-ser; no-ser no puede causar ser; entre otros). Aquino desarrolló “cinco vías” por las cuales se podría llegar a un verdadero conocimiento de Dios a través de estos principios fundamentales: (1) A partir de lo que se mueve, a un “Motor Inmóvil”; (2) a partir de un ser contingente, a un “Ser Necesario”; (3) a partir de grados de perfección, a un “Ser más Perfecto”; (4) a partir del efecto, a una “Primera Causa”; y (5), a partir del diseño, a un “Diseñador”. La conjetura en cada caso fue que el “d/Dios” demostrado era de hecho el Dios de los cristianos.

Las pruebas de Aquino, independientes de las Escrituras, descansaban sobre su visión de la relación entre naturaleza y gracia. Para Aquino, la esfera de la naturaleza no se vio afectada por la Caída y fue el escenario en el que la razón humana (y la teología natural) operó. Para Aquino, Dios añadió a esta esfera una historia superior de la gracia, el escenario de la revelación especial, que se afectó por la Caída. El resultado neto fue que Aquino hizo a la mente del hombre autónoma, y como tal, la naturaleza finalmente devoró la gracia en el humanismo filosófico del Renacimiento.

…el conocimiento de Dios que el hombre tiene es tanto independiente como indiferente a razonamiento o pruebas especulativas.

No obstante, el retrato bíblico de la relación entre naturaleza y gracia es diferente, pues presenta el conocimiento de Dios como innato y reconocido universalmente (aunque todavía suprimido). En pocas palabras, el conocimiento de Dios que el hombre tiene es tanto independiente como indiferente a razonamiento o pruebas especulativas. Sin embargo, la mayoría de los teólogos utilizan estas u otras pruebas, pero no reconocen las graves limitaciones teológicas  de su método.

Por el contrario, Strong provechosamente habla de la existencia de Dios como una “primera verdad” o una “intuición racional.” Una primera verdad es el conocimiento que se debe dar por sentado o suponer con el fin de hacer posible cualquier observación o reflexión. Strong está completamente en lo correcto porque, como se ha dicho, el hombre tiene un conocimiento innato de Dios. Strong luego expresa: “No podemos probar que Dios existe; pero podemos demostrar que, con el fin de [probar] la existencia de cualquier conocimiento, pensamiento, razón, o conciencia en el hombre, el hombre tiene que dar por sentado que Dios existe”. Aunque no es la intención de Strong aquí, su declaración es un buen resumen de lo que los filósofos y apologistas cristianos llaman el método trascendental (razonamiento de la imposibilidad de lo contrario). Este argumento indica que sin la indudable presuposición o primer principio de la existencia del Dios bíblico, ninguna otra cosa puede ser adecuadamente explicada.

Por lo tanto, nuevamente volviendo al conocimiento innato de Dios, esto lleva a la afirmación de que la fuente de este conocimiento es la naturaleza humana. Según Charles Hodge, “la mente percibe como ciertas de manera inmediata, sin prueba ni instrucción”. Esto no quiere decir que la mente del hombre nazca con verdades almacenadas que se encuentran latentes hasta ser estimuladas en la debida ocasión. Más bien, como Bavinck señala, se trata de una “cognición innata” o “disposición innata”, que se refiere a la capacidad, aptitud o inclinación para obtener el conocimiento de Dios aparte de prueba o argumentación. Bavinck dice además que este conocimiento es “implantado” por Dios e “innato”, lo que significa que “todo ser humano, en el curso normal de su desarrollo, tiene que llegar a éste… En el momento en que escuchan que Dios existe y que hay una diferencia entre el bien y el mal tienen que estar de acuerdo con estas declaraciones. No pueden hacer lo contrario, puesto que son obvias”.

Esto también implica que este conocimiento innato de Dios sea la razón de base. No es un producto de los sentidos o de algo externo. Es algo que tiene que ver con la mente; es, como dice Pablo, “claramente visible” y “entendida” (Ro. 1:20). Además, implica que este conocimiento, al ser parte de la naturaleza humana, sea universal y necesario. Es una verdad presente para toda mente humana y cada ser humano se ve obligado a estar de acuerdo con ella.

Espera la segunda parte de este artículo.


Este artículo es una adaptación de la Teología Sistemática del Cristianismo Bíblico, pp. 362 – 367. Publicado por Editorial EBI.

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